Alimentar el pozo, rellenar el estanque

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El arte es un sistema que se nutre de imágenes. Para crear recurrimos a nuestro manantial interior, que es como nuestro estanque artístico. Lo ideal sería que estuviera cuajado de truchas: grandes, pequeñas, gordas, finas; una abundancia en la que pudiéramos pescar. Como artistas debemos darnos cuenta de que tenemos que cuidar ese ecosistema y que si no prestamos atención a su mantenimiento, nuestro estanque puede llegar a desecarse, a empantanarse, a atascarse.

Cualquier periodo prolongado de trabajo creativo bebe de nuestro manantial artístico. Si se abusa de él, como de la pesca en un estanque, se corre el riesgo de que disminuyan los recursos y de que intentemos pescar en vano. Nuestro trabajo se estancará y nos preguntaremos por qué sucede eso justo cuando mejor iban las cosas. La verdad es que el trabajo puede estancarse precisamente porque las cosas iban bien.

Como artistas debemos aprender a autoalimentarnos, a estar lo suficientemente alerta para que podamos ir reponiendo de forma consciente nuestros recursos creativos a medida que los vamos usando; para rellenar el estanque de truchas, por decirlo de alguna manera. Llamo a este proceso alimentar el manantial.

«Al Yo Joven (que puede ser tan encabritado y testarudo como el más irascible de los niños de tres años) no le impresionan la palabras. Le gusta que le demuestren las cosas, como a un nativo de Missouri. Para despertar su interés, debemos seducirlo con imágenes bonitas y sensaciones placenteras; digamos que hay que sacarlo a cenar y a bailar. Sólo así podemos llegar al Yo Profundo». STARHAWK

Alimentar el manantial requiere de una activa búsqueda de imágenes que refresquen nuestras reservas artísticas. El arte nace de la atención y los detalles son su comadrona. Puede parecer que el arte surge del dolor pero acaso porque el dolor sirve para enfocar nuestra atención en los detalles (por ejemplo, la lacerante belleza de la nuca de un amante perdido). Puede parecer que el arte consiste en grandes trazos, enormes proyectos, grandiosos planes, pero lo que en realidad pervive son los pequeños detalles. La singularidad es lo que nos atrapa y lo que convierte algo en arte. Incluso sumidos en la más profunda pena, esta imagen singular nos resulta deliciosa. El artista que diga lo contrario miente.

Para vivir en términos artísticos debemos aprender a manejar con facilidad el lenguaje del arte: imágenes, símbolos; un lenguaje sin palabras, incluso cuando nuestro verdadero arte consista en perseguirlo con ellas. El lenguaje del artista es sensual, una experiencia de los sentidos. Cuando trabajamos en nuestro arte recurrimos al manantial de nuestra experiencia, del que extraemos imágenes. Puesto que lo hacemos así, debemos aprender a reponerlas. ¿Cómo nutrimos el manantial? Lo alimentamos con imágenes. El arte es una ocupación del cerebro artístico, que es un cerebro de imágenes, el hogar y el refugio de nuestros mejores impulsos creativos. No se puede estimular o activar un cerebro artístico sólo con palabras, pues el cerebro artístico es sensorial: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Ésta es la materia de la magia, y la magia es la sustancia del arte.

Cuando quieras alimentar tu manantial piensa en términos de magia. Piensa en placer. Piensa en juego. No pienses en obligaciones. No hagas lo que crees que deberías hacer como si fueran abdominales espirituales (por ejemplo, leer un texto muy aburrido pero recomendado por la crítica). Haz todo aquello que despierte tu curiosidad, investiga sobre todo aquello que te interesa: concéntrate más en el misterio que en la maestría. El misterio nos atrae, nos seduce, nos atrapa, mientras que el deber puede agarrotarnos, provocarnos rechazo, desmotivarnos. Al alimentar tu manantial concéntrate más en la búsqueda del misterio que en los conocimientos que te faltan. Un misterio puede ser algo muy sencillo: si conduzco por esta carretera, que no es mi carretera habitual, ¿Qué vistas me deparará? Cambiar una ruta habitual nos arroja al ahora. Volvemos a enfocar la mirada sobre el mundo visible, sobre lo visual. La vista te lleva a tener visiones.

«Nadie ve realmente una flor (es tan pequeña que lleva su tiempo, y no tenemos ese tiempo), pues mirar lleva su tiempo, como lleva su tiempo tener un amigo». GEORGIA O'KEEFFE

Un misterio puede ser aún más sencillo: si enciendo este palo de incienso, ¿Qué sentiré? El olor es un camino hacia la sanación y hacia asociaciones muy poderosas que muchas veces se pasan por alto. Que huela a Navidad en cualquier época del año o el aroma a pan recién hecho o a potaje casero, puede alimentar al hambriento artista interior. Algunos sonidos nos arrullan. Otros nos estimulan. Escuchar una gran pieza musical durante diez minutos puede ser una forma muy eficaz de meditar. Bailar descalzo durante cinco minutos al son de música de tambores puede hacer que nuestro artista afronte su jornada, su juego, su lucha con un ánimo fresco.

«Así que ya veis la imaginación necesita tontear: enredar y trastear durante un buen rato de forma ineficaz y feliz». BRENDA UELAND

No hay por qué llenar el pozo siempre con novedades. Cocinar puede llenar el pozo. Cuando pelamos y picamos verduras lo hacemos también con nuestros pensamientos. Recuerda que el arte es una labor que se hace con el cerebro artístico. A este cerebro se llega a través del ritmo: a través de las rimas, no de la razón; de estribillos más que de letras. Rallar una zanahoria o pelar una manzana son acciones que alimentan el pensamiento. Cualquier acción regular y repetitiva prepara el pozo. Los escritores han oído muchas historias tristes de las hermanas Brönte y de la pobre Jane Austen, obligadas a esconder sus relatos bajo sus labores de bordado. Pues bien: un pequeño experimento con el acto de zurcir puede arrojar sobre estas actividades una luz diferente por completo. Las labores de aguja, que son por definición regulares y repetitivas, nos relajan al tiempo que estimulan al artista interior. Mientras cosemos podemos hilvanar tramas enteras. Como artistas las cosas bien pueden salirnos bordadas.

«¿Por qué las mejores ideas me surgen en la ducha?», dicen que exclamó un exasperado Albert Einstein. Investigaciones recientes sobre el funcionamiento del cerebro nos explican que esto se debe a que la ducha es una actividad del cerebro artístico.

Bañarse, nadar, frotarse, afeitarse, conducir... todas estas actividades regulares, repetitivas, pueden inclinar nuestro pensamiento del lado lógico de nuestro cerebro al lado artístico. Para problemas creativos complejos pueden surgir soluciones a borbotones de la espuma del fregadero, salirnos al paso en la autopista cuando nos incorporamos al tráfico... Procura aprender cuál de estas actividades te funciona mejor y utilízala. A muchos artistas les resulta útil mantener un cuaderno de notas o una grabadora a su lado mientras conducen: Steven Spielberg dice que sus mejores ideas le han llegado mientras conducía por autopistas. No es por accidente. Iba negociando con el flujo del tráfico y por tanto era un artista inmerso en un flujo de imágenes incesante, en permanente cambio. Las imágenes disparan el cerebro artístico. Las imágenes llenan el pozo.

«El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible». OSCAR WILDE

Mantener la atención bien focalizada es fundamental para llenar el pozo. Necesitamos enfrentarnos a nuestras experiencias vitales, no pasarlas por alto. Muchos de nosotros leemos de manera compulsiva para tapar nuestra conciencia. En un tren lleno de gente (y por tanto interesante), colocamos nuestra atención en un periódico, y nos perdemos en las imágenes y los sonidos de nuestro alrededor, que podrían servir para completar el pozo. 

Bloqueo artístico es una expresión literal: hay que reconocer los bloqueos y eliminarlos. Llenar el pozo es la forma más segura de hacerlo.

El arte es la imaginación jugando en el campo del tiempo. Date permiso para jugar. «Dentro de ti hay un artista que desconoces... Di sí con rapidez si lo sabes, si lo has sabido desde el principio del universo». JALAI UD-DIN RUMI

El camino del artistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora