La mayoría de nosotros desearía ser más creativo y muchos sentimos que realmente lo somos, pero que no somos capaces de dar rienda suelta a esa creatividad. Nuestros sueños son esquivos. Nuestras vidas nos parecen planas. A menudo tenemos grandes ideas, sueños maravillosos, y no somos capaces de ponerlos en práctica. A veces tenemos anhelos creativos concretos que nos encantaría realizar (aprender a tocar el piano, pintar, dar clases de teatro o escribir). A veces nuestro objetivo es más difuso. Ansiamos eso que podríamos llamar una vida creativa, un sentido de la creatividad que impregne de manera más amplia nuestra vida profesional, o la que compartimos con nuestros hijos o nuestra pareja o nuestros amigos.
Aunque no existe una fórmula rápida e indolora para conseguir la creatividad, su rehabilitación o su descubrimiento es un proceso espiritual que se puede enseñar y que puede ser supervisado. Aunque todos nosotros seamos complejos y sumamente individualistas, existen denominadores comunes en nuestro proceso de rehabilitación creativa.
Trabajando en este proceso observo que durante las primeras semanas se produce una cierta rebeldía, un cierto vértigo. A esta primera fase le sigue de inmediato, a mitad del curso, otra en la que se produce un fuerte enfado. Tras el enfado llega la pena, a la que suceden alternativamente oleadas de resistencia y de esperanza. Esta fase de crecimiento con cimas y valles se va convirtiendo en una especie de parto en el que los alumnos experimentan torbellinos de expansión y contracción, pasando de la euforia intensa a un escepticismo defensivo. Esta fase de crecimiento tempestuoso va seguida de una necesidad imperiosa de abandonar el proceso y volver a la vida anterior. En otras palabras, un fase de negociación. La gente suele querer abandonar en este punto. Yo lo llamo dar un giro creativo de 180 grados, o recular. Volver a comprometerse con el proceso dispara entonces una fase de caída libre en la que el ego se rinde por completo. A continuación la fase final del curso se caracteriza por una conciencia nueva de uno mismo marcada por el incremento de la autonomía, la determinación, las expectativas, el entusiasmo y la capacidad de poner en práctica planes creativos concretos.
Si esto parece emocionalmente tumultuoso es porque lo es. A medida que avanzamos en la recuperación de la creatividad vamos renunciando a la vida que conocíamos. Renuncia es otra forma de referirnos a una distancia, un desapego, un sentimiento típico del trabajo continuado con cualquier práctica meditativa. En términos cinematográficos lo que hacemos es ir cambiando el enfoque con lentitud, abriendo el objetivo y alejándonos de esa vida en la que estábamos estancados hasta alcanzar una perspectiva más amplia. Esta perspectiva nos da poder para tomar decisiones verdaderamente creativas. Hay que verlo como si fuera un día de viaje por un territorio difícil, mudable, fascinante. Estás llegando más alto en tu camino, y debes entender que el fruto de tu tormenta interior será un proceso positivo, doloroso y emocionante a un tiempo.
«Lo que dejamos atrás y lo que tenemos por delante son asuntos diminutos comparados con lo que tenemos en nuestro interior». RALPH WALDO EMERSON
Muchos de nosotros consideramos que hemos derrochado nuestras energías creativas, invirtiéndolas de manera desproporcionada en las vidas, esperanzas, sueños y planes de otros. Sus vidas han oscurecido o desviado las nuestras. A medida que consolidamos un nuevo núcleo a través de nuestro proceso de renuncia, nos vamos haciendo cada vez más capaces de marcar nuestros propios límites, sueños y auténticos objetivos. Nos hacemos más flexibles con nosotros mismos mientras que nos volvemos menos vulnerables a los caprichos de los demás. Somos más conscientes de nuestra autonomía y de nuestras posibilidades.
Por lo general cuando hablamos de renuncia pensamos en una sustancia que debemos abandonar. Dejamos el alcohol, las drogas, el azúcar, las grasas, la cafeína o la nicotina y sufrimos un síndrome de abstinencia. Pero es útil entender la abstinencia creativa de un modo diferente: nosotros somos la sustancia por la que renunciamos o nos abstenemos de lo demás, no la sustancia a la que renunciamos según vamos replegando hacia nuestro interior esas energías creativas, tan desplazadas y dispersas.
Comenzamos desenterrando nuestros sueños. El proceso tiene su complejidad, pues algunos de nuestros sueños son como la dinamita y el solo hecho de manipularlos puede provocar una onda expansiva que active nuestro sistema de autonegación: ¡qué pena, qué pérdida, qué dolor! Es en este punto del proceso de rehabilitación en el que experimentamos lo que Robert Bly llama «la reducción a cenizas». Estamos de luto por el yo que abandonamos. Y damos la bienvenida a ese mismo yo como se la daríamos a un amante que regresa de una larga y cruenta guerra.
Para que la rehabilitación creativa sea posible debemos someternos a un periodo de duelo. Una cierta dosis de dolor es esencial a la hora de enfrentarnos al suicidio de ese yo «tan simpático» con el que nos solíamos conformar. Nuestras lágrimas preparan el terreno de nuestro crecimiento futuro; sin este riego, es posible que quedáramos estériles. Debemos permitir que nos golpee el rayo del dolor. No lo olvides: este dolor es útil, el relámpago ilumina.
¿Cómo podemos saber si nuestra creatividad está boqueada? La envidia nos dará una buena pista: ¿hay artistas por los que sientes resentimiento?, ¿has pensado alguna vez para ti: «Yo podría hacer lo mismo si no fuera por...»? Tal vez te digas a ti mismo que si te tomaras en serio tu potencial creativo.
−.Dejarías de decirte que es demasiado tarde.
−.Dejarías de esperar a ganar el suficiente dinero como para hacer lo que en realidad te gusta.
−.Dejarías de decirte «no es más que mi ego» cuando anhelas una vida más creativa.
−.Dejarías de decirte que los sueños no importan, que son sólo sueños, que debería ser más sensato.
−.Dejarías de temer que tus familiares y amigos te consideren un loco.
−.Dejarías de decirte que la creatividad es un lujo y que lo que deberías es esta agradecido por lo que tienes.
A medida que aprendas a reconocer, alimentar y proteger a tu artista interior, empezarás a ser capaz de ir más allá del dolor y de una creatividad coartada. Aprenderás métodos para identificar y superar el miedo, para curar heridas emocionales y para fortalecer la confianza en ti mismo. Descubrirás y desecharás viejas y dañinas ideas sobre la creatividad. Al trabajar con este libro experimentarás un encuentro guiado e intenso con tu propia creatividad: con tus propios fantasmas, defensas, deseos, miedos, esperanzas y triunfos privados. Una experiencia que te emocionará, te deprimirá, te enfadará, te asustará, te alegrará, te dará esperanza y al final te hará más libre.
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El camino del artista
Roman pour AdolescentsEl camino del artista nos enseña a crear con mayor libertad a través de la utilización consciente de una serie de herramientas que nos ayudarán a terminar con el bloqueo creativo... Una obra necesaria para escritores, poetas, actores, pintores, músi...