Sincronía (Parte 2)

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Las oraciones que obtienen respuesta dan miedo. Implican responsabilidad. Tú lo pediste. Ahora que lo tienes, ¿Qué vas a hacer? ¿Por qué si no se ha acuñado la frase «cuidado con los sueños que pueden hacerse realidad»? Las plegarias con respuesta ponen la pelota en nuestro tejado, y esto no resulta cómodo. Nos parece más fácil aceptarlas como ejemplos de sincronía:

Una mujer admite que en secreto sueña con ser actriz. Al día siguiente durante una cena le toca sentarse junto a un hombre que da clase a primerizos en una escuela de interpretación.

Un escritor reconoce que su sueño es ir a la escuela de cine. Uno de los primeros pasos que da para conseguir este anhelo lo pone en contacto con un profesor de una escuela de cine que conoce y admira su trabajo y que le dice que la última plaza disponible ya es suya.

Una mujer está pensando en volver a clase y al abrir su buzón encuentra una carta en la que se le pide que se matricule en la misma escuela a la que estaba pensando ir.

Una mujer se pregunta cómo alquilar una película de culto que nunca ha visto. La encuentra en una librería de su barrio dos días después.

Un hombre de negocios que lleva dos años escribiendo en secreto se compromete a pedirle una opinión sobre su talento a un escritor profesional. A la noche siguiente mientras juega al billar conoce a un escritor que se convierte en su mentor y luego en su colaborador en varios libros de éxito.

«Cuando un hombre da un paso hacia Dios Dios da más pasos hacia ese hombre que arenas hay en el tiempo». EL MERKABA

«El universo te recompensará por asumir riesgos en su nombre». SHAKTI GAWAIN

Según mi experiencia tenemos mucho más miedo de que exista Dios del que tenemos de que no exista. Nos suceden cosas como las descritas arriba, pero las despreciamos como meras coincidencias. La gente habla de lo espantoso que sería que no existiera Dios. A mí me parece que eso son tonterías. La mayoría de nosotros estamos mucho más cómodos con la sensación de que no se nos observa muy de cerca.

Si Dios —una palabra con la que no me refiero necesariamente a un concepto cristiano unitario, sino a una fuerza todopoderosa y omnisciente— no existe, entonces estamos liberados de responsabilidades, ¿no? No existe el castigo divino, ni el consuelo divino. Y si toda la experiencia resulta una porquería... pues, bueno, ¿qué esperabas?

Esa pregunta de las expectativas me interesa. Si Dios no existe, o si a ese Dios no le interesan nuestros pequeños y tontos dramas, entonces todo se puede ir desarrollando como siempre y podemos tener justificaciones al declarar que ciertas cosas son imposibles y otras injustas. Si Dios, o la falta de Dios, son responsables del estado del mundo, entonces podemos abandonarnos al cinismo y resignarnos a la apatía. ¿De qué sirve la nada? ¿Por qué intentar cambiar las cosas?

Sirve para esto. Si hay una fuerza creativa que responde y nos escucha y actúa en nuestro favor, entonces podremos hacer algunas cosas de verdad. El juego ha terminado, en resumidas cuentas: Dios sabe que el límite es el cielo. Cualquier persona honesta te dirá que la posibilidad asusta mucho más que la imposibilidad, que la libertad es más aterradora que cualquier prisión. Si en efecto tenemos que lidiar con una fuerza más allá de nosotros, que se inmiscuye en nuestra vida, entonces tal vez tengamos que poner en marcha acciones para lograr esos sueños que antes parecían imposibles.

«Se dice que un descubrimiento es un accidente que se encuentra con una mente preparada». ALBERT SZENT-GYORGI

La vida es lo que hagamos con ella. La concibamos como una fuerza divina interior o bien como un Dios externo y distinto da igual. El apoyo mutuo en esa fuerza es lo que importa.

El camino del artistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora