Algunos de vosotros estaréis pensando: «Si fuera tan fácil llevar a cabo una acción, no estaría leyendo este libro». Quienes estamos atenazados por el miedo a la acción solemos sufrir los sabotajes de un enemigo, la vergüenza. La vergüenza es un mecanismo de control. Avergonzar a alguien es un intento de evitar que esa persona se comporte de una manera que nos abochorne.
Crear una obra de arte puede provocar una sensación muy parecida a contar un secreto familiar. Contar secretos, por su propia naturaleza, conlleva vergüenza y miedo. Implica la pregunta «¿Qué pensarán de mí una vez que sepan esto?». Es un interrogante que da miedo, especialmente si alguna vez nos han hecho sentir vergüenza de nuestra curiosidad y de nuestra búsqueda, ya sea social, sexual o espiritual.
«¿Cómo te atreves?», suelen espetar algunos adultos al niño inocente que se ha topado con un secreto familiar. (¿Cómo te atreves a abrir el joyero de tu madre? ¿Cómo te atreves a abrir el cajón del escritorio de tu padre? ¿Cómo te atreves a abrir la puerta del dormitorio? ¿Cómo te atreves a bajar al sótano, a subir a la buhardilla, a entrar en ese lugar oscuro donde escondemos las cosas que no queremos que conozcas?).
La acción artística expone a la sociedad ante ella misma. El arte saca las cosas a la luz. Nos ilumina. Arroja luz sobre la oscuridad que hay en nosotros. Proyecta un rayo luminoso sobre el corazón de nuestras sombras y dice, «¿ves?».
Cuando la gente no quiere ver algo se enfada con quien se lo enseña. Matan al mensajero. Un niño de una familia de alcohólicos tiene problemas académicos o sexuales. La familia es etiquetada como problemática. El niño siente vergüenza por traer vergüenza a la familia. Pero ¿fue el niño el que trajo la vergüenza? No. El niño sacó a la luz cosas vergonzantes. La vergüenza de la familia es anterior y es la causa de los problemas del niño. «¿Qué pensarán los vecinos?», es un mecanismo para avergonzar cuyo objetivo es prolongar una conspiración enfermiza.
«El coste de una cosa es la cantidad de lo que yo llamo vida que se necesita como intercambio por ella, ya sea inmediatamente o a largo plazo». HENRY DAVID THOREAU
El arte abre los armarios, airea los sótanos y las buhardillas. Trae curación. Pero antes de que una herida pueda curarse debe ser vista, y este acto de exponer la herida al aire y a la luz, el acto del artista, a menudo recibe una reacción que avergüenza. Las malas críticas son una fuente esencial de vergüenza para muchos artistas, pues lo cierto es que muchas críticas tienen ese objetivo: «¡Qué vergüenza! ¿Cómo te atreves a hacer esa obra de mierda?».
Para el artista que soportó la vergüenza durante su infancia —por cualquier clase de necesidad, cualquier tipo de curiosidad, cualquier expectativa—, ésta puede surgir incluso sin la ayuda de una crítica que la provoque. Si a un niño o a una niña se le hace sentir tonto por creer que tiene talento, el mero acto de terminar una obra de arte estará teñido de vergüenza interna.
Muchos artistas comienzan una obra, les va bien con ella y cuando están llegando a su término les parece que le falta talento. Ya no merece la pena tanto esfuerzo. Para los terapeutas esta repentina oleada de desinterés («No importa») es un mecanismo rutinario utilizado para negar el dolor y evitar la vulnerabilidad.
Los adultos que crecieron en hogares disfuncionales aprenden a utilizar muy bien este mecanismo. Lo llaman distancia, pero en realidad es una gran manera de mostrar insensibilidad.
«Olvidó mi cumpleaños. Bah, bueno, no pasa nada».
Si nuestra vida se desarrolla con este tipo de experiencias, en las que de forma rutinaria no se respeta la necesidad de reconocimiento, enseñará a un niño que reclamar atención es un acto peligroso.
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El camino del artista
Roman pour AdolescentsEl camino del artista nos enseña a crear con mayor libertad a través de la utilización consciente de una serie de herramientas que nos ayudarán a terminar con el bloqueo creativo... Una obra necesaria para escritores, poetas, actores, pintores, músi...