▪︎It is painful▪︎ Armando×Mario

▪︎Capítulo N°8▪︎

Perspectiva sobre Mario Calderón

Luego de salir de aquella oficina y esquivar las miradas confusas de los demás se encerró en su oficina, no quería ver a nadie...

"Maldita sea Mario, ¿acaso que creías que iba a pasar? ¿Que el te aceptara? Que ridículo, que ingenuo...¡Que imbecil!"

Penso Mario, pero no podía culparse pues estaba pecando de enamorado y realmente no estaba pasándola bien emocionalmente y ahora mucho menos luego de salir de hablar con Armando... se sentía jodidamente destruido.

Se sentó dejándose caer por la puerta y poniéndose en posición fetal, resolvió llorar.

Suena irónico ¿no?, un hombre que es conocido por romper corazones a diestra y siniestra ¿llorando por un rechazo? claro que lo era, pero al menos el rompía corazones a distancia, nunca le dijo cara a cara a las mujeres lo mucho que las despreciaba y el rechazo que sentía hacia ellas de una manera tan jodidamente cruel.

Pero el debía saber que esto podía pasar, conocía a Armando y sabía lo malditamente desalmado que podía ser con la gente, incluso a la gente que le tiene aprecio... Pero aún así, no puede evitar que le duela tanto...

Seguía maldiciendose y sollozando tanto interna como externamente pues no podía evitar lanzarse insultos en voz alta, hasta que la voz de su tan conocida secretaria le hizo centro de atención.

—Don Mario ¿se encuentra bien? –la voz de la mujer soñaba preocupada, también logró escuchar unos susurros femeninos pero a estos no les tomó atención–.

—Eh... si Sandra todo bien no sé preocupé –le respondio mientras se levantaba del piso para dirigirse a su escritorio–.

—¿Seguro Doctor no le traigo nada? Un café ¿algo?–.

—No gracias Sandra, vuelva a su puesto tranquila, no se preocupe –volvió a responder el castaño–.

—Entonces ¿todo bien?–.

—Si –El ya estaba acostumbrado a la insistencia de su secretaria, ya la conocia–.

—¿Seguro? –insistió la muchacha–.

—No... –dijo eso para luego escuchar murmullos fuera de la oficina y los pasos de su secretaria alejándose–.

Luego de esto se dejó caer en la silla y cerró los ojos, no para dormir exactamente, si no para descansarlos de tanto ajetreo.

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Paso más o menos una media hora en ese estado hasta que escuchó su puerta abrirse dejando ver a aquella mujer de edad tan distinguida entrar a su oficina, para ser las claros, la madre de Armando.