El ángel desalmado

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Nota: Este relato quedó en 2º puesto en el concurso de leyendas al estilo de Bécquer en mi clase. Por ello lo quiero publicar aquí. Está ambientado en la Edad Media y con un toque mucho más profundo con la religión. Por obvias razones la historia cambia un poco con Evangelion, pero lo único que importa son los sentimientos de Shinji.


Prólogo

Hace no mucho, entre la curiosidad y aburrimiento, me adentré en un mar lleno de entretenimiento visual. Entre ellos me marcó mucho una obra en particular, que mostraba la superación y aceptación de uno mismo. Uno de los personajes que tenía el mejor corazón, fue el que más me cautivó, pues era un ideal de persona, comprensiva y admirable. Ahora sí, comparando el paralelismo con la vida real, es su encanto el que siempre he deseado.

I

—La vida me ha mostrado su peor faceta, me da la espalda y me abandona. Mamá y papá ya no están conmigo, Asuka me repudió y Rei ya no es la misma... ¡Dime Dios! ¿Qué hice yo? Por favor, te lo imploro, dame tu misericordia. —Con la voz quebrándose en pedazos, musitó. — Estoy tan cansado de tanto sufrimiento y dolor, el dolor del vivir, el dolor del respirar.

El ardiente sol se reflejaba en las aguas cristalinas anaranjadas, como destellos, se extendía por todas partes su brillo como una manta de estrellas. Pero poco a poco ese crepúsculo iba cambiando por uno más oscuro y vacío. El muchacho en sopor por las lluvias de sus ojos, vagó por la fina arena dejando huellas largas y profundas a cada paso que daba.

—Dios, dame la misericordia, déjenme entrar en el reino de los cielos a pesar que quiero cometer el pecado de acabar con esta miserable existencia.

Ya muy lejos, y las olas chocando sus rodillas, oyó una voz melodiosa y pura. Era limpia y majestuosa, algo atónito sintió cómo sus pies dejaron de estar tan húmedos. Tenía una mirada desesperada por encontrar el autor de aquella canción. Entre la oscuridad, le nació la determinación de buscar por todas partes, corría y saltaba, cada vez estaba más cerca.

La luna resplandecía tan anormalmente que el pueblo se iluminó creando un contraste entre las grisáceas casas y la blanca luz, creaba algo de facilidad para la búsqueda.

Hasta que logró divisar unos escombros, una estatua en mal estado.

Era un ángel cuya cabeza se encontraba a saber dónde.

Pero sobre las vértebras que daban fin al cuello de mármol, un ser de piel níveo y con una mirada compuesta de gotas de sangre, se encontraba sentado mientras murmuraba El himno de la alegría. Sus hebras plata bailaban y creaban penumbra en su rostro. Lentamente se volteó, y contempló al chico que le miraba disociado del exterior.

El chico admirando su belleza descomunal sintió que sus piernas eran plomo y las palabras un remolino. Su mirada penetrante que clavaban su corazón y robaba su alma, no le permitían parpadear. Pero sus ojos no pudieron resistir más a la sequedad y exigieron descansar, fueron sólo unas décimas de segundo cuando soltó una lágrima; luego soltó otra.

El joven de belleza inhumana desapareció dejando una neblina por todos los alrededores.

II

Él era un muchacho humilde y rico en bondad, era un niño ni tan tierno ni tan maduro. Vivía en el centro del pueblo costero del país. Al pobre muchacho le ahogaba la tristeza y pena, perdió todo lo que tenía, lo más valioso que tuvo en su vida, siempre cada día iba a la iglesia a buscar el perdón de sus pecados. Pero la tristeza seguía ahí.

Nací para conocerte (Kawoshin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora