Una mera casualidad, una mera coincidencia

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Nota: Es improvisación, a ver qué sale, con un tiempo límite de 15 a 20 minutos, por consecuencia será de lectura breve. No llega ni a las 1000 palabras xd, voten anda.

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Desde hacía tiempo que soñaba mucho, pero no eran convencionales y sucedían en los momentos más inoportunos, se sentía extraño, bastante desorientado y hasta se atrevería a decir que su figura y presencia sobraba en su existencia remota y corta. Cada que se dormía en clases de su profesora Misato (que sin ofender, era necesario de encasillarla como alguien vaga y desinteresada en el ámbito académico del alumnado), sus brazos pesaban y se colocaban como una suave colcha sobre la mesa, bueno, así lo veía, su cabeza que previamente se tambaleaba y temblaba ante el inevitable sopor que sentía y cuyo origen desconocía en su totalidad, poco a poco se rendía sobre esos suaves y tentadores brazos suyos... Es más, si encontraba que eran abrazados por un jersey pomposo y lanoso, se veía seducido por dormir; pero la cuestión estaba que era en contra de su voluntad, quería atender a clases, y sumando a que se sentaba en primera fila con intención de ser más atento a éstas, dormir era un hecho sin remedio.

Y culpaba a su profesora, pues cuando sus párpados se iban cerrando poco a poco y sentía que el mundo le daba vueltas y su peso era demasiado para sus hombros, daba un último vistazo lastimero, queriendo pedir ayuda a Misato, quería gritar: "Ayúdame, no me dejes así. Al menos trae un vaso de agua y échamelo en la cara, no me molestaré". Sin embargo eso jamás sucedía, y su profesora seguía explicando sin importar que Shinji se durmiese en su clase.

No era aburrimiento, tampoco desinterés, era una enfermedad que le trastornaba desde hacía meses; desgraciadamente por mucha ayuda que haya implorado en distintos doctores, ninguno se atrevía a tomarle en serio, suponía que muchos pacientes venían por lo mismo, o simplemente creían que trataba de justificar torpemente su rebeldía escolar; mas juraba de todo corazón que aquello no era así, y entristecía.

Un día, al igual que los otros, tocó el característico "ring" que indicaba a todos de su liberación temporal de los estudios, salían con prisa y casi atropellándose entre ellos, sin ninguna consideración del resto; no obstante, Shinji que padecía de aquella enfermedad sin nombre, prefería adentrarse al mundo onírico, donde todo era más bonito (aunque borroso) y siempre se encontraba con alguien hermoso y bello, de brazos suaves y pálidos, mirada risueña burdeos y sonrisa tranquilizadora... Pero, ¿por qué cada vez que despertaba, una lágrima gorda y salada recorría su mejilla?

Sus fantasías eran simples, un campo lleno de girasoles amarillentos y alegres, que bailan a la par del suave viento, meciéndose con elegancia y gracia, de manera coqueta; no sabía su posición, tal vez jardinero o tal vez un intruso, que se adentraba al mar sol tocando con sus yemas los tallos gruesos y fuertes de las flores, ¡ni hablar del sol! Era reluciente y casi bochornoso, pero lo agradecía, porque generaba más felicidad que sus días grises de realidad, y cuando se hallaba perdido entre los girasoles, se tumbaba cara al sol, disfrutando de la suave naturaleza y de los melodiosos cantos de los animales.

-Shinji, has vuelto. Dime, ¿cómo te fue? -Ahí estaba él, preguntándole desde la altura que los distanciaba y eclipsando el sol, creando un maravilloso aro angelical.

-Mmm... Bien, me alegra verte. -Respirando profundamente, respondía maravillado por las vistas.

Todo se repetía en cada sueño, la comunicación escasa pero gran comodidad mutua, es más, las palabras sobraban, le bastaba con su presencia contemplando el atardecer para posteriormente ser arrastrado hasta la casa del albino, muy rústica y vieja, pero humilde. De cenar, setas rebozadas en una crema espesa y humeante con un olor tenue acompañado de virutas de perejil, no se quejaba, porque en esta casa que seguro era irreal y producto de su imaginación, recibía más amor y cariño que en la suya propia donde sus padres eran ausentes y tenía que valerse por él mismo.

La luna les saludaba y el cansancio de ambos les conducía a la única habitación que tenían, y cuando él estaba a punto de soplar la vela que iluminaba la habitación, le preguntaba.

-¿Algún día me dirás tu nombre? -Le miró con unos ojos amorosos y llenos de entusiasmo, casi susurrándole le hizo dicha pregunta, con cabeza sobre la almohada.

-Oh, Shinji, qué olvidadizo eres, si te lo digo todos los días antes de dormir. -Soltaba leves risas que hipnotizaban, achinando su mirada y regalando una voz somniótica.

-¿En serio? -Se dio el lujo de bostezar, acomodándose más entre las colchas del futón y ver cómo el contrario inflaba sus mejillas para soplar.

-Sip, es Ka... -Y volvía a soñar.

Soñaba que despertaba en un aula muy triste con compañeros que poco y nada interesaban de su existencia, con una profesora joven con ganas de comerse el mundo pero que se resignaba y limitaba a estar en la clase dictando sus lecciones, bastante perezosa en ciertos aspectos, como el de asegurarse que todos sus alumnos atiendan en clase.

Ah, no, es la realidad. Lo confundía a menudo.

Levantó su rostro de sus brazos, sentía baba seca y aquella lágrima precipitarse por sus ojos, medio adormilado se sobó con fin de aclarar su visión, hasta que sintió el tacto de alguien limpiando aquella lágrima. Aún con la mirada cegada, tanteaba sus manos hasta las del desconocido.

-Es Kaworu, Kaworu Nagisa, un año mayor que tú. -Y sorprendido, abrió su mirada hacia él, porque aquella voz jamás se le iría de su mente y corazón, lo tenía guardado e impregnado cada mínimo detalle inclusive.

Le vio ahí, con ojos color amapola, y sus mejillas como una suave rosa que se disipaba, él era amor puro, serenidad completa, él era sus sueños y fantasías.

Desde ese día, no volvió a dormirse en clases.

Nací para conocerte (Kawoshin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora