Capítulo 2

126 13 3
                                    

MEMORIAS OSCURAS

Él sigue sonriendo, pero yo estoy en un cortocircuito en el que le sigo mirando como si acabara de bajar jesucristo a darme las buenas tardes y proporcionarme una nueva ración de carne. Las dos chicas siguen vociferando, sin embargo sigo ajena a la situación hasta que el tipo que tengo delante chasquea los dedos en frente de mis ojos.

—¿Quién no responde ahora?— parece que intenta bromear, pero según tengo entendido se trata de una broma cuando hace gracia. Sin saber muy bien por qué, o quizá sin querer saberlo, me pongo a la defensiva cruzandome de brazos, pero recuerdo que es él quien ha frenado mi caída directa al suelo.

—Gracias.— porque ante todo agradecida.

Me doy la vuelta sobre mis pies y veo mi bandeja en el suelo con lo que iba a ser mi comida, y a unos metros el par de personas a las que se les ha unido una tercera ¿Es que nadie va a separarlas? Están a punto de arrancarse los pelos, y no estoy convencida de querer ser testigo de ello. Las miro unos segundos esperando que alguien actúe, algo que claramente no va a pasar.

Evaluando las probabilidades de que salga bien irrumpir en esa "conversación" más agresiva que pasiva, supongo que yo podría ser quien lo intente. Me animo a avanzar unos pasos hacia ellas, pero hago una mueca al ver una morena salir como un cohete dando marcha atrás al recibir un puñetazo. Me acerco hasta quedar a un paso de ellas y me miran demasiado quietas como para que esta situación no sea extraña, ¿las habré conseguido calmar?

—No hace falta tanta agresividad, todo se puede arreglar con palabras.— les sonrío de forma amigable, y ellas me miran estupefactas.

—¡Esa es la morena que llegó antes!—me giro y veo que la persona que lo ha gritado me está señalando, ¿qué...?

Y antes de darme cuenta una mano me agarra de las raíces y tira de mi hacia atrás. Grito en reproche, como si esto fuese una película americana, pero en realidad tiene más parecido a una escena de Scream. Todo pasa muy rápido cuando ya estoy en el suelo, con una rubia con la que intentaba negociar arriba. Alzo la mirada, veo que levanta su mano y al siguiente segundo mi mejilla escuece.

Oh...

Hay un pequeño silencio en el que todos nos miran con expectación, y seguido a ese silencio un golpe, el de mi mano contra su mejilla. Pero yo le he dado más fuerte, oh, que si le he dado más fuerte, quisiera haberle dado la vuelta a la cabeza, pero por medidas legales no lo haré por el momento. Me mira sorprendida y veo sus intenciones de atizarme un puñetazo, aunque reacciono alzando mi pierna hasta que mi pie queda pisando su pecho y hacerla caer de espaldas.

Y ahí llega el sargento.

—¿Acaso sois crías o qué?— vocifera—No puedo comerme ni un pedazo de carne tranquilo, que por cierto, ni siquiera está del todo hecho.—esto último lo dice mirando a la cocinera, quien de esfuma entre las puertas traseras.

—Y vosotras,—vuelve a hablar señalando a la rubia y a mi—si volvéis a pelearos tendréis un castigo peor del que vais a recibir.

—¿Del que vais a recibir?—decimos al unísono, para a continuación mirarnos estupefactas.

—Efectivamente, vais a limpiar el baño, repartíos el turno.—mi rostro se contrae en una mueca y la persona a mi lado se le cae prácticamente la mandíbula rozando el límite del suelo.

Me giro sin saber muy bien por qué y veo al mismo individuo de ojos negros mirándome con una expresión divertida. Me hace un ademán de pegar una bofetada imitándome, e saco el dedo medio y salimos todos, pero para colmo con el estómago vacío. Antes de emprender el camino al ritmo de los demás, una mano me agarra el hombro haciéndome girar sobre mis pies. Quedo frente a mi "compañera" de limpieza, con parecidos razonables a un chihuahua con rabia.

Si fuéramos estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora