Capítulo 5

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SUERTE

Llegamos a la habitación muertos de frío por el agua del riachuelo que hiela nuestras espaldas. Alan abre la puerta para que pase y con gusto lo hago recibiendo un ambiente levemente más cálido, con Alan siguiéndome entro al cuarto de baño y recojo su camisa ya seca entregándosela.

Sale de la habitación y supongo que se dirige  a la suya, por lo que voy a la zona de duchas y comienzo a desvestirme para meterme en la ducha.

Me desato el cabello y dejo que el agua calida recorra mi piel dejando que me relaje a su paso. Con mis manos trazo mis caderas subiendo a mi vientre, trazo las líneas que se marcan y llego a mis pechos redondeando su forma como si de un lienzo trataran.

Llego a mi cabello y masajeo la raíz dándome el privilegio de destensar mi cuerpo a la vez que el agua esculpe mi piel dejándola caliente. Abro los ojos y solo veo la mampara opaca que no deja ver nada desde el exterior.

Con mi pijama puesto sobre la litera después de una larga ducha saco un libro y leo, Rein roja, durante un rato hasta que comienzan a entrar más chicas, entre ellas Lauren, que me ve y viene corriendo a sentarse conmigo en la litera.

—¡Me tienes que contar todo, ya!—grita a mi lado y yo le tapo la boca.

—Shhh.—le echo una mirada en reproche porque no quiero que nadie se entere, aunque en realidad nadie esté poniendo atención en nosotras.

—Vale, vale, ya no grito, pero cuéntame.–sube y baja las cejas y yo río mientras ella se acerca frotando las manos como si dijera: "un chisme sabroso está por venir".

Le cuento todo lo que pasó saltando algunos detalles más vergonzosos, y ella me mira con espectación hasta el final.

—Ay, yo también quiero un novio.–se echa hacia atrás en el colchón hundiéndose cada vez más.

—No somos novios, somos amigos, ya te lo he dicho, Lauren.–suspiro y ella me mira como si me hubiese salido otra cabeza.—¿Por qué me miras así?

—Porque estás ciega.

—¿Qué?

—A ese chico le gustas, Briana, te mira como si fueras una botella de agua en medio de un desierto.—su comparación me hace soltar unas carcajadas.

—No digas tonterías, somos amigos.—doy por zanjado el tema y ella hace un mohín.—Oye, ¿y tú?, no me has hablado nunca de tu vida amorosa.

—Precisamente, no te he hablado porque no tengo.

—Venga ya, es imposible que no tengas alguna historia que contar.—digo divertida, y a ella se le escapa una sonrisa. —¡Ves como si, pillina!

—Vale, algo por ahí tengo.—le hago un ademán para que suelte la historia y suspira con aire nostálgico.—Fue ya hace años, me mudé y resultó que mi vecino iba a mi mismo colegio, así que empezamos a hablar...

Me acerco a ella con intriga.

—Y resultó que encajabamos muy bien, es decir, yo era la chica nueva y él un chico al que le llamé la atención. Nos lo pasábamos bien juntos y empezamos a salir, pasaron los meses y todo iba genial pero una mañana...—siento como su voz pierde energía quedándose callada por unos instantes en los que yo respeto su silencio.—...una mañana me dijeron sus padres que había fallecido en un accidente de coche.–la miro sin saber que decir, y decido acercarme y abrazarla fuerte, ella me abraza con una sonrisa triste en sus finos labios.–Lo recuerdo como algo bonito mientras duró, fue un amor juvenil intenso, siemplemente lo vivíamos como si fuera el último día, hasta que llegó el que realmente lo fue.

Si fuéramos estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora