Capítulo 4: Cosa Hecha

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Al día siguiente Viviam estaba hablando con su amiga Lydia por telefono:


–– Si yo puedo notar su cariño hacia él, él, desde luego, sería tonto si no lo descubriese ¿verdad?

–- Recuerda, Viv, que él no conoce el carácter de Mary como tú. Tal vez sí, si él la ve lo bastante. Pero aunque Lucas y Mary están juntos a menudo, nunca es por mucho tiempo; y además como sólo se ven en clases con mucha gente, no pueden hablar a solas. Así que Mary debería aprovechar al máximo cada minuto en el que pueda llamar su atención. Y cuando lo tenga seguro, ya tendrá tiempo para enamorarse de él todo lo que quiera. 

- Tu plan es bueno ––contestó Viviam––, cuando la cuestión se trata sólo de casarse bien; y si yo estuviese decidida a conseguir un marido rico, o cualquier marido, casi puedo decir que lo llevaría a cabo. Pero esos no son los sentimientos de Mary, ella no actúa con premeditación. Todavía no puede estar seguro de hasta qué punto le gusta, ni el porqué. Eso no es suficiente.

- No tal y como tú lo planteas. Si solamente había cenado con él no habría descubierto otra cosa que si tiene buen apetito o no; pero no debes olvidar los 15 días texteándose, más los días en el instituto; esto puede significar bastante. Pero bueno ––dijo Lydia––. Deseo de todo corazón que a Mary le salgan las cosas bien; y si se casase con él mañana, creo que debería tener más posibilidades de ser feliz que si se dedica a estudiar su carácter durante doce meses. La felicidad en el matrimonio es sólo cuestión de suerte. El que una pareja crea que son iguales o se conozcan bien de antemano, no les va a traer la felicidad en absoluto. Las diferencias se van acentuando cada vez más hasta hacerse insoportables; siempre es mejor saber lo menos posible de la persona con la que vas a compartir tu vida.

––Me haces reír, Lydia; no tiene sentido. Sabes que no tiene sentido; además tú nunca actuarías de esa forma.


* Fin de la llamada *


Ocupada en observar las atenciones de Lucas para con su hermana, Viviam estaba lejos de sospechar que también estaba siendo objeto de interés a los ojos del amigo de Lucas. Al principio, Edward apenas se dignó admitir que era bonita; no había demostrado ninguna admiración por ella en la fiesta; y la siguiente vez que se vieron, él sólo se fijó en ella para criticarla. Pero tan pronto como dejó claro ante sí mismo y ante sus amigos que los rasgos de su cara apenas le gustaban, empezó a darse cuenta de que la bella expresión de sus ojos azules le daba un aire de extraordinaria inteligencia. A este descubrimiento siguieron otros igualmente mortificantes. Aunque detectó con ojo crítico más de un fallo en la perfecta simetría de sus formas, tuvo que reconocer que su figura era grácil y esbelta; y a pesar de que afirmaba que sus maneras no eran las de la gente refinada, se sentía atraído por su naturalidad y alegría. De este asunto ella no tenía la más remota idea. Para ella Edward era el hombre que humillo su orgullo y que lo seguía pisando donde quiera que fuese y el hombre que no la había considerado lo bastante hermosa como para establecer una simple conversación.


Edward comenzó a querer conocerla mejor, y como paso previo para hablar con ella, se dedicó a escucharla hablar con los demás. Este hecho llamó la atención de Viviam. Ocurrió un día en casa del papá de Lydia donde se había reunido un amplio grupo de gente. 


–– ¿Qué querrá Edward ––le dijo ella a Lydia––, que ha estado escuchando mis conversaciones? 

––Ésa es una pregunta que sólo él puede contestar. ¿Por qué no vas y lo saludas?

–– ¿Disculpa? –Dijo Viviam indignada- en todo caso sería él el que debería hacerlo ¿no crees?

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