Capítulo 6: La mujer perfecta

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A las 5 las chicas se retiraron para vestirse y a las 6:30 las llamaron para que bajaran a cenar.  Mary no había mejorado nada; al oírlo, Charlotte repitió tres o cuatro veces cuánto lo lamentaba, lo horrible que era tener un mal resfriado y lo que a ella le molestaba estar enferma. Después ya no se ocupó más del asunto. Y su indiferencia hacia Mary, en cuanto no la tenía delante, volvió a despertar en Jane y Viviam la antipatía que en principio habían sentido por ella.


En realidad, era a Watters al único del grupo que ellas veían con agrado. Su preocupación por Mary era evidente, y las atenciones que tenía con Jane y Viv eran lo que evitaba que se sintiesen como unas intrusas, que era como los demás las consideraban. Sólo él parecía darse cuenta de sus presencias. Charlotte estaba a la defensiva por Edward, que estaba sentado al lado de Viviam. Cuando acabó la cena, Jane volvió inmediatamente junto a Mary, y Viviam se fue a pasear antes de que terminara de obscurecer. Al pequeño instante de salir del comedor, Charlotte empezó a criticarlas hablando de sus modales y enviando un mensaje claro a Edward al decir que no poseían ni gusto, ni belleza. Y luego añadió:


–– En resumen, lo único que se puede decir de ellas es que son excelentes caminantes. Jamás olvidaré cómo aparecieron esta mañana. Realmente parecían medio salvajes –Dijo entre risas-. ¡Qué insensatez venir hasta aquí! ¿Qué necesidad había de que corriesen por los campos sólo porque su hermana tiene un resfriado? ¡Cómo traían los cabellos, tan despeinados, tan desaliñados! ¿Y sus vestidos? –Soltó una carcajada- con más de una cuarta de barro. Y el abrigo que se había puesto Jane para taparlas, desde luego, no cumplía su cometido.

––Tu retrato puede que sea muy exacto, Charlotte ––dijo Watters incomodo––, pero todo eso a mí me pasó inadvertido. Creo que la señoritas tenían un aspecto inmejorable al entrar en el salón esta mañana. Casi no me di cuenta de que llevaban las faldas sucias.

––Estoy segura de que usted sí que se fijó, Edward ––dijo Charlotte impaciente––; y estoy segura que no le gustaría que su hermana diese semejante espectáculo.

––Claro que no.

––¡Caminar todo eso, con el barro hasta los tobillos y solas, completamentesolas! ¿Qué querrían dar a entender?

––Lo que demuestra es un apreciable cariño por su hermana ––dijo Lucas.

––Me temo, Edward ––dijo a media voz––, que esta aventura habrá afectado bastante la admiración que sentía usted por aquellos bellos ojos.

––En absoluto ––respondió Grace mirando al vacío––; con el ejercicio se le pusieron aún más brillantes.


Luego de eso le siguió una breve pausa, y la señorita Charlotte empezó de nuevo.


––Le tengo gran estima a Mary, es en verdad una muchacha encantadora, y desearía con todo mi corazón que tuviese mucha suerte. Pero con semejantes padres y con parientes de tan poca clase, me temo que no va a tener muchas oportunidades. 

––Aunque no sean de clase pudiente por decirlo así ––exclamó Lucas––, no por ello serían las Morris menos agradables.

––Pero les disminuirá las posibilidades de casarse con hombres que figuren algo en el mundo –– respondió Grace volteándose por el ruido de la puerta.


La señorita Viviam entro y fue directo a las escaleras, pero cuando toco el barandal se volvió para decir:

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