-CAPÍTULO XXIV-

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Desaparecidos

Desaparecidos

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𝐀𝐫𝐲𝐱:

Los tintineos de las cadenas se escuchaban en todo el oscuro sótano, la única luz que se hallaba era un reflector al centro de toda la sala, iluminando a varios soldados que me habían traicionado.

Toda esta situación era una miserable mierda, he sido criado para ser el nuevo jefe de la mafia, el Boss, el padre, lo que sea. Y ahora, aún sin serlo, ya me han traicionado. ¡Maldita sea!

—Lo repetiré solo una vez... —Hablo claro y demandante —Díganme, dónde está Alya, o los mataré a todos —camino en círculos, rodeando al grupo, algunos se mantenían estoicos y otros sollozaban con lástima —, incluyendo a sus familias, soy capaz de matar a cualquier descendencia vuestra. ¡No me interesa si son hijos o nietos!

Uno de ellos, alza la cabeza, desafiándome.

—Usted no tiene esa autoridad —alega con valentía. ¡Ja! En verdad quiere morir —. Ha rechazado ser el Boss desde que su padre lo propuso, y no negará haber aceptado ser el líder de «los soberanos», sólo para quitarle esa oportunidad a su hermano. Usted no es nadie en esta organización, más que un asesor científico.

Impulsivamente, agarro la cadena más cerca y lo golpeo fuertemente en la cabeza.

—¿Alguien tiene algo más que decir sobre mí? —Pregunto, girándome a verlos.

—Le juro que no lo sabemos, solo nos mandaron a atacar el casino —suelta otro, asustado, y bajo la mirada del que golpeé —; así que, por eso escapamos fácilmente.

—¿Sabemos quiénes? —Increpo en voz alta, sintiendo la furia arrasar conmigo. Así que, alzo mi pierna y le pateé el rostro, empujándolo de nuevo al centro —Hablaste en plural, y, ¿por qué parece que tus compañeros sí saben dónde está?

Suspiro frustrado.

«Ha pasado una semana y no tengo rastros de Alya.»

Fui un completo imbécil, ¿cómo se ocurre tomar ese licor barato?, por mi culpa la secuestraron. Confío en que sigue viva, esa mujer es tan fuerte cómo cualquiera de mi equipo, pero, ¿por qué la secuestraron? No lo entiendo.

—Simplemente, escapó —agrega otro.

Me giro a verlo con enojo.

De alguna manera, ese tipo tiene razón en algo. No puedo mandar a matar porque sí a todas sus familias, la «D.O.T.»  me sancionarían, y todos mis esfuerzos para adentrarme en el senado habrían sido en vano. Tampoco puedo recurrir a la ayuda del senado, revelaría información confidencial de mi organización, convirtiéndome en único y potencial traidor de este mismo.

«Padre jamás aceptará algún movimiento de mi parte con la organización para buscar a Alya.»

«¡Maldita sea! »

NUESTRA CONDENA © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora