Luna de medianoche - PARTE 1

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*Historia participante de la antología "Criaturas de la noche" disponible en el perfil de @WattpadEspanol *

Londres, 1945


La tormenta sobre Londres había pasado, o eso creía el guardia que cuidaba delcementerio aquella noche. Hacía más de un mes que la Segunda Guerra se habíaterminado, y una de las mayores tempestades sobre el país se había disipado. Aúnasí, quedaban secuelas de la tragedia, y aquel hombre rechoncho que por fueraparecía apático sabía que se acercaba una noche sin igual. Era la víspera de Nochede Brujas, y el ambiente en el cementerio se iba volviendo más espeso conforme elreloj se acercaba a la medianoche. El viento afuera hacía torbellinos a medida queuna niebla espesa y violácea se asentaba por todo el lugar. El guardia sin darlemucha importancia, siguió con su radionovela donde se vaticinaba unas explosionesen Marte que iban dirigidas hacia la tierra. No podía creer que aquello haya causadotanto revuelo hacía dos años, sin embargo, era de sus historias favoritas desdeentonces. Aquel hombre disfrutaba de ese tipo de historias, aunque no las creyera,no hasta aquel día en que entró a trabajar en ese cementerio, y su vida cambió. Losrelámpagos afuera ya vaticinaban la llegada de la ansiada noche, y la tierracomenzaba a temblar. Las lápidas se partían con la facilidad en que un papel sepodía romper mientras de las tumbas yacían manos, cabezas y cuerpos enteros quese levantaban entre la mugre. Algunos con confusión, otros con alegría; y algunosotros sin saber por qué estaban ahí. Como uno de ellos que se acercó al guardia yle preguntó: ¿Qué hago aquí? ¿Por qué he venido? ¿Estoy vivo o muerto?El guardia apático lo vió, iba vestido con su uniforme militar, sin embargo, podíanotar su expresión de miedo al verlo, a lo que respondió: Tienes una segundaoportunidad, aprovéchala que solo te va a durar hasta el final del día, y cuidado sino vuelves, porque la consecuencia podría ser devastadora.

Aquellas palabras más que intimidarlo, solo reforzaron su confusión. Aquel hombrese sentía con miedo y perdido en un mundo al que alguna vez perteneció pero quelo último que recordaba era sangre, muerte, y destrucción por doquier. Un horizontedesolador al que había sido enviado y del que no pudo sobrevivir. Apenas recordabael terror que día a día sentía, e incluso su propio nombre: Jacob Reed. Ya llevabatanto tiempo del otro lado que ni siquiera recordaba el propio sufrimiento terrenal. Yahabía probado el elixir del descanso eterno que volver a la vida le resultabaintimidante; agobiante; una crisis existencial de la que quisiera escapar. A sualrededor habían personas de todas las épocas que caminaban junto a él hacia elportal de salida al mundo exterior. Algunos más lento, otros más rápido; algunosemocionados de volver, y otros con temor en sus rostros, pero todos iban por elmismo sendero hacia el reencuentro con la vida. Dios les había dado una segundaoportunidad, tal vez para saldar cuentas, o para despedirse, y Jacob lo entendiócuando a su mente llegó la imagen de su esposa y su pequeño hijo Connor. Nohabía podido despedirse de ellos, y ésta era su última chance de hacerlo.

Jacob caminó y caminó entre la neblina hasta llegar a su antigua casa a las afuerasde la gran ciudad. Desde afuera se veía apenas iluminada por la luz de una vela queamenazaba con apagarse, como la esperanza de él mismo cuando recibió la ordende tener que servir al ejército en el campo de batalla. Tenía una oportunidad más deverlos, y una emoción que le desbordaba del pecho. No recordaba cómo se sentíadesde que partió. Estaba a punto de tocar la puerta cuando un hombre por detrásllamó su atención: Oye, tenemos otra oportunidad pero recuerda volver a tu tumbaantes que finalice el día o podría ser tu última chance de estar aquí.Era un hombre de traje y bombín que se alejó entre las sombras luego de darle taladvertencia. Jakob sabía de aquello, pero aún así le molestaba su impertinencia.

Era ya pasada la una, tal vez a esa hora estuvieran durmiendo tanto su esposacomo su hijo, pero quería intentarlo. Quería tocar la puerta y probar su suerte, y asílo hizo. Tocó una vez, luego otra, y una tercera más fuerte hasta que sintió unospasos acercándose del otro lado. Oyó una voz molesta, era la de su bella esposa:¿Qué quieren a esta hora? ¡Lárguense ya!Le haría caso, pero no podía alejarse. Llevaba años sin oír su dulce voz, de hecho,ya eran tres años sin saber nada de ella. Su corazón temblaba, pero era su últimaoportunidad de hablarle, y así lo hizo: Hola, cariño. Soy yo, Jakob.Un silencio eterno los separó, hasta que después de un rato largo la puertalentamente se abrió. Allí estaba ella, su gran amor con lágrimas en los ojos y unaexpresión de asombro al verlo. No podía creer lo que estaba ante sus ojos. ¿Cómosu marido había vuelto a la vida? ¿Acaso se trataba de alguna aparición fantasmal,o solo lo estaba soñando? No creía lo que estaba viendo, la vela que sostenía consu mano temblaba con fervor. Ambos lloraban mirándose en silencio, hasta que elladió el primer paso, y tocó el rostro de su marido para ver si aquello era real o setrataba de un espejismo. Su asombro fue mayúsculo cuando pudo sentir que aquelhombre parado en su puerta era tan real como cualquier cosa que pudiera tocar.Pero... ¿cómo era posible? Él había muerto hace tres años. Su asombro seincrementaba con cada segundo que pasaba.

—Soy yo, Nicole. Soy tu Jakob —Le dijo él con lágrimas en los ojos.

—¿Cómo es posible esto? ¿Cómo es posible que vuelvas después de tres añoscomo si nunca te hubieras ido?

—Dios me dio la oportunidad de volver a estar con ustedes, al menos por un día—Le explicó él—. ¿Puedo ver a Connor?

Nicole seguía en un estado de conmoción muy grande, tal vez fuera el mayorimpacto que había recibido en su vida. Durante todos estos años había sido una fielcreyente de Dios, y esto parecía un regalo del cielo, la prueba de su gracia divina, yque, por más miedo que sintiera, también sentía que su hijo debía ser testigo deaquel milagro.

Jakob estaba igual de emocionado que ella. Entrar de vuelta a la casa que algunavez fue suya le resultaba toda una experiencia novedosa. Habían cambiado algunascosas, y ahora percibía colores que en vida no lo hacía. Sin embargo, lo que másllamó su atención, es que habían retratos de él por todos lados.

—No quería que Connor te olvide —Le confesó Nicole.

Aquella confesión le apretujó el corazón. Sin embargo, se sentía... extraño. Sobretodo al ver a su mascota de toda la vida: el perro que lo había acompañado de joveny que lejos de dejarse acariciar como lo hacía de antaño, lo miró de lejos y le gruñóapenas Jakob intentó acercarse a él. Tal vez él estuviera igual de confundido de vera su antiguo dueño después de tanto tiempo... y suponía que Connor estaría igual.No estaba tan equivocado. El niño quedó sorprendido de verlo, aunque quizás notanto como su madre, puesto que cuando él partió, Connor tenía tan solo tres años.Por lo que lo poco que recuerda son sus fotos y los relatos de su madre. Connor deigual forma estaba sorprendido de ver al hombre de las fotografías y las historiasheroicas frente a él. Le daba curiosidad verlo ahí parado, y ver a su madre llorandoy sonriendo a la vez. No sabía si aquello era un milagro de la Biblia que su madre lehacía leer todas las noches, pero decidió conocer a aquel hombre, que en definitivaera su papá.

A pesar de cierto temor y desconcierto, los tres pudieron pasar la noche jugando ycontando fascinantes historias entre risas y asombro. Los juegos de mesa sevolvieron el pasatiempo favorito para volver a conectar a aquella familia que hacíatanto había sido desunida. Así siguieron hasta que el sol del amanecer iluminó lasala hasta alcanzar su punto más alto. Nicole preparó la comida más deliciosa parasus dos amores: un pavo enorme que sobre todo su marido devoró como si nuncaantes hubiese comido. Jakob ya se había olvidado lo que era comer algo deliciosodesde que había muerto, sin embargo, esta vez sentía ganas de comer aún más.Aquel hambre voraz se fue intensificando con el correr de las horas. Se sentía másvivo que nunca, con un choque de energía tan grande que le hizo el amor a Nicolede una forma que jamás lo había hecho antes. Había sido agresivo, salvaje comouna bestia de la cual su esposa sentía que desconocía. Atrás había quedado laternura que alguna vez conoció en él. Aunque en su voz podía encontrar al mismotipo de siempre, si las circunstancias fueran otras.

—¿Cuándo tienes que volver? —preguntó ella mirando al techo.

—A la medianoche, debo volver a la tumba donde me enterraron.

—¿Qué pasa si no vuelves?

—No lo sé.

Así las horas pasaron, mirando al techo y perdiéndose entre besos y abrazos que talvez nunca más se darían. La noción del tiempo se perdió hasta que la noche llegósin que ambos se dieran cuenta. El resplandor de la luna llena se colaba en lahabitación donde Nicole había notado que estaba sola.

Aquella noche los terrores nocturnos habían atormentado a Connor, quien acababade tener un sueño lúcido en el que podía ver la oscuridad absoluta de su habitacióny aquel hombre de hace unas horas que lo observaba desde un rincón con unamirada tan siniestra como los ojos de un gato iluminados en la noche. De su bocacaían litros de baba mezclados con sangre que se escurrían por su rostro pálido.Jakob, o lo que quedaba de él, saboreaba a su presa desde lejos, disfrutando queno podía escapar del sueño, ni tampoco gritar. Connor sentía miedo, no sabíadistinguir si aquella imagen escalofriante era real o producto de su imaginación. Talvez siguiera dormido, y así lo deseaba. Deseaba que aquella imagen siniestra quese ocultaba en las sombras fuera tan solo una de sus tantas pesadillas, por lo quecerró sus ojos con fuerza esperando que se fuera. Pero aunque no podía ver, sípodía escuchar unos pasos profundos acercándose cada vez más. Connor llorabadel miedo, quería gritar y salir corriendo, mas no podía. Jamás había sentido tantotemor, y quizás fuera eso lo que le permitió emitir un leve quejido en un intento degritar con todas sus fuerzas. Sin embargo, no era suficiente para salvarse, y aquellacriatura estaba muy cerca de él. Podía sentir sus pasos a un aliento de distancia. Elmiedo ya era insoportable, no sabía si lo había imaginado o no, pero de su interiorsalió un grito desgarrador que al parecer había sido escuchado por su madre.Cuando se atrevió a abrir los ojos otra vez, su madre había llegado al cuarto armadacon un cuchillo que enterró en el pecho de quien fuera su padre, aunque de formasorpresiva, el puñal directo al corazón no era suficiente para detenerlo, y su madrerápidamente quedó presa de la furia de aquel hombre que ya ninguno reconocíacomo el adorable Jakob. Era una bestia despiadada que se abalanzaba sobre sumadre de forma encarnizada arrancándole parte de su piel en el acto. Connorlloraba en un rincón mientras su madre luchaba por su vida en un grito agonizantede dolor. Connor no quería ver cómo su madre era comida viva, tampoco sabía quéhacer, el impacto de ver a su padre comiéndose a su madre lo había dejado sinreacción. Ojalá pudiera no escuchar los gritos agónicos de su madre de la mismaforma en que se negaba a ver; ojalá tuviera su valentía de salir adelante. Y aunquecreía que era su fin, una vez más su mamá le había demostrado que podíalevantarse y seguir por los dos.

Se oculta en las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora