Luces en la oscuridad - PARTE 4

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Lo más inquietante de aquellos relatos hablados no era el dibujo en sí, sino el increíble parecido que tenían con los cuerpos que Rodrigo encontró en aquel sótano. Él había dado con la ubicación de las personas que se habían llevado a Mercedes hacía veinte años atrás, y que de forma inexplicable se mantenían en perfectas condiciones allá abajo. Pero... al parecer Nestor sabía más de lo que aparentaba. Si él era el padre de Mercedes, y había dado con la ubicación de los supuestos asesinos, ¿cómo no sabía de lo que abajo se encontraba? Y peor aún, ¿por qué vino en el momento justo a querer ayudar?

La cabeza de Rodrigo daba vueltas tratando de hilar todos los puntos, pero la extraña transmisión no terminaba allí, había alguien más que aparecía entre los desaparecidos: él mismo. En la pantalla del televisor apareció una foto suya con muy baja calidad, su nombre y acompañada de aquella voz espeluznante que decía lo siguiente:

Rodrigo De Armas de veinte años, se extravió cerca del Palacio Legislativo en el año 2021.

Aquello le dio un escalofrío tan grande que congeló toda la sangre de su cuerpo. Solo se podía tratar de una broma de muy mal gusto que ya había traspasado todos los límites de la cordura. «¿Por qué... por qué Nestor Silveira todavía está acá? ¿Cómo no sabía de los cuerpos? ¿Por qué llegó en el momento más oportuno?» pensaba Rodrigo... «¿Y quién puso los cuerpos detrás de aquella pared en el sótano?», solo podía haber una respuesta, y llegar a ella le erizaba la piel más que la musiquita perturbadora que había comenzado a sonar en el televisor. Era el fin de la transmisión de aquel canal, y repetía en bucle una canción y mensaje de despedida sumamente siniestros, que no ayudaban a calmar la desesperación de verse sugestionado por el miedo ante la soledad de la nada misma.

Ha llegado el momento del descanso... —cantaba la voz aguda de una señora que parecía la de una bruja salida de un aterrador cuento de los años treinta—, Canal 5 Uruguay les desea buenas noches, y los espera luego como siempre para ofrecerles lo mejor... —inmediatamente daba paso a la voz del mismo hombre del anuncio de los desaparecidos, que con su característica voz de ultratumba se despedía del televidente con el siguiente mensaje—. Señoras y señores, CXBTV Canal 5 Uruguay Televisión, de la ciudad de Montevideo, República Oriental del Uruguay, finaliza aquí un día más de trabajo hacia todo el país. Les deseamos un descanso reparador y nos despedimos hasta luego, si Dios así lo quiere.

Aquella fúnebre grabación de despedida se repetía una y otra, y otra, y otra vez por largos minutos, generándole una sensación de soledad y malestar asfixiante. Era como si el mismo canal le deseara la muerte con aquel "si Dios así lo quiere" del final. Rodrigo tenía ganas de apagar ese maldito televisor, pero sabía que si lo hacía, se iba a quedar completamente a oscuras. Era tan hipnótico el terror que causaba aquello que no se había dado cuenta que en la sala principal, oculto en las sombras, había una figura pálida como un día nublado, y con enormes ojos ojerosos mirándolo fijamente. Era el fantasma de Ernesto Muniz que lo observaba desde un rincón. Rodrigo sintió cómo su corazón se detuvo al verlo, hasta que el televisor de un segundo a otro se apagó dejándolo completamente a oscuras.

Solo había silencio, soledad y una opresiva oscuridad que se prolongó por unos minutos más. Rodrigo se encerró en su cuarto, pero ni allí se sentía seguro. De hecho, ningún lugar parecía seguro para él más que el rincón al que se aferró acurrucándose como un niño pequeño que temblaba ante el temor de que en cualquier momento algo muy escalofriante se aparecería ante él. Mientras sus ojos intentaban adaptarse a la oscuridad, pudo ver aquellas luces blancas de la azotea nuevamente encendiéndose, y que se colaban por las tres pequeñas ventanas encima de la puerta de su habitación. Cada vez que aquellas luces prendían ante el sensor de movimiento, veía una sombra estática que se iba acercando hacia la puerta de regreso a la casa, misma por la que Nestor había subido a ver quién estaba merodeando allá arriba. Lo último que Rodrigo vio fue la luz blanca encendida una vez más, pero sin la sombra de nadie parado frente a ella. Luego de aquel momento, todo volvió a ser oscuridad y silencio, hasta que sintió la puerta herrumbrada abrirse al final de la escalera, y de inmediato un escalofrío espantoso recorrió toda su piel.

—¿Nestor? —preguntó con la voz entrecortada, .

Aunque quisiera gritar, solo salían unos quejidos por su boca que solo podían ser escuchados por él y su conciencia. Rodrigo quería aferrarse a la esperanza de que Nestor lo salvaría, pero sabía que era un intento vano por escapar de aquel infierno en el que estaba metido. Toda fé se fue difuminando conforme sentía las pisadas en los escalones, bajando con una tranquilidad que incomodaba en una situación así. Rodrigo no se animaba a abrir la puerta y ver quién estaba allá afuera, no tenía el coraje siquiera de moverse del lugar en el que estaba. Las pisadas se hicieron cada vez más audibles, hasta sentirlas a tan solo un paso de distancia de su habitación, justo antes de sentir el crujir de la puerta abriéndose, y el corazón de Rodrigo que quería reventar.

—¿Nestor...? —preguntó una vez más, pero no obtuvo respuesta.

Su única compañía era el celular, al cual ya solo le restaba un uno por ciento de batería, el cuál sabía que dejaría de funcionar en unos segundos más, pero era el tiempo suficiente para encender el flash y alumbrar directo a la puerta de su habitación... Lo último que vio, fue la cara del sereno asomada en la puerta arrimada, mirándolo con una sonrisa diabólica digna de pesadilla, justo antes de que su celular se apagara para siempre.

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⏰ Última actualización: Feb 11, 2022 ⏰

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