Nicole tomó su mano y ambos salieron corriendo de su habitación. Connor estabahorrorizado de presenciar lo que había en la sala: pedazos de su mascotadesparramados por todos lados, y la cabeza de aquel perro comida encima de lamesa. Él era su mejor amigo, y su padre lo había asesinado de la manera máshorrible que podía imaginar. Aunque su madre intentara taparle la vista con unabrazo, Connor no pudo contener el llanto ni sacarse de la cabeza aquella imagenaterradora de su perro hecho pedazos por la casa.No obstante, no había tiempo para detenerse, puesto que el peligro no solo estabadentro de la casa, sino también fuera, y no tardaron en darse cuenta de ello cuandovieron a sus vecinos con antorchas y cuchillos parados frente a su puerta. Erancomandados por una fanática religiosa que le venía a dar una advertencia a Nicole:Sabemos que estás allí adentro, Nicole Reed. Más vale que salgas y Connor nosufrirá las consecuencias de tus actos abominables contra Dios. ¡Bruja maldita! Losmuertos deben descansar en paz en el manto del Señor, cualquier acción contra laley natural de la vida, debe ser castigada con la muerte.
Nicole no entendía a qué se refería aquella desquiciada mujer, pero intuyó que algotenía que ver con su esposo, quien se había levantado del suelo y se escuchabansus profundos pasos acercándose en la oscuridad. Debían actuar rápido antes demorir comidos o quemados por la barbarie. Tenían que salir por atrás antes que lamuerte los encontrara tarde o temprano.Nicole llevó a Connor consigo entre la oscuridad, cojeando y muy malherida seencerraron en el baño donde había una pequeña ventana por la que ambos podríanescapar. Nicole pretendía que al menos su pequeño Connor pudiera escapar,aunque tuviera que dar su vida en ello.Debía darse prisa, porque la puerta no podría resistir mucho más a los golpes deJakob, ni al fuego que comenzaba a consumir toda la casa. Nicole supo que lesquedaba poco tiempo cuando el humo se volvió tan perceptible que apenas podíaver más allá de su propia nariz. Sin embargo, aún podía escuchar a la perfeccióncómo la puerta se abría de golpe y unos pasos vagos se iban acercando hacia ellaentre toda la humareda.Connor ya había escapado, y había llegado su hora. Aunque hacerlo era realmentedifícil por sus heridas, además del aire contaminado de una humareda infernal queviciaba sus pulmones. Entre todo el humo, veía aquel par de ojos brillantes quehabía visto en la oscuridad de la habitación de Connor, que ahora la acechaban y legeneraban un escalofrío al ver que se acercaban lentamente hacia ella. Podía ver elinfierno y la maldad en sus ojos, y a pesar de estar tan malherida, Nicole tenía algoque su difunto esposo —o lo que quedara de él— no tenía: vida y un motivo parasobrevivir... que esperaba ansioso por ella del otro lado de la ventana, y queaunque intentara ayudarla a salir, su fuerza no era suficiente. Menos contra supadre, de quien podía sentir su mirada aterradora justo detrás de su madre y unquejido de ultratumba que contrastaba con la voz amigable que había conocidohoras atrás.Nicole sintió la gélida mano de su esposo empujándola hacia el interior con unafuerza descomunal. Sintió el miedo viéndola a los ojos al observar una sombraoscura que se asomaba entre el humo y solo se encontraba a unos pocoscentímetros de su cuerpo. Veía el infierno en su mirada, y sentía escalofríos. Aquelno era Jakob. Era algo siniestro que olía a su presa, que dejaba caer su babaencima como un perro rabioso, y que amenazaba con devorarla de un bocado si nolo apuñalaba varias veces en el cuello con el cuchillo el cual era su única defensa.Al escuchar el alarido gutural de aquella cosa, supo de inmediato que atrás habíaquedado el Jakob que alguna vez conoció. Sin embargo, su sorpresa fue mayúsculacuando supo que todas las apuñaladas que le había dado no eran suficientes paradetenerlo, aunque sí para darle tiempo de escapar de la casa ya casi por completoconsumida en llamas. Con la poca fuerza que le quedaba tomó a Connor y huyóentre el bosque cercano. Mirar hacia atrás se sentía tan aterrador como las vecesque había intentado ver hacia el pasado y solo poder observar la imagen de unJakob que ya se había ido, mirándola a lo lejos mientras sentía que su hogar se caíaa pedazos.
La luna llena iluminaba su despavorida huída por el bosque. El resplandor platinadoapenas alcanzaba a disipar las sombras que se extendían por todas partes, y en lasque sentía de algo más. El crujir de una rama era suficiente para hacer temblar aNicole y su hijo, quienes a pesar de saberse solos en aquel lugar desolado, aún asíse sentían acechados por alguna fuerza que no podían comprender. El miedo sehabía apoderado de su razón, y nada podían hacer más que huir con el corazón enla boca.Aunque Connor habitualmente le temiera a la oscuridad y los monstruos que sepudieran esconder detrás del closet, esta vez era su mejor aliada. Sin embargo,también lo era para lo que fuera que los acechara. El pequeño y su madrecomenzaron a sentirse intranquilo con los ruidos extraños que los rodeaban: el crujirde ramas, las hojas muertas deslizándose en el suelo, e incluso pasos que sesentían cada vez más cercanos. Por más que intentaran acelerar el paso, algosiniestro los estaba persiguiendo y era más rápido que ellos. Nicole se desangraba yno podía ir más rápido de lo que quisiera, por lo que era la presa fácil para elpeligro... un peligro que tenía el rostro de sus vecinos en una horda que la estababuscando para asesinarla, y que tenía una líder aún más sanguinaria de lo queJakob pudiera ser. Se trataba de Beverly, la fanática religiosa que alguna vez habíasido amiga de Nicole, quien la había acompañado en su dolor, y ahora quería cazarcomo a un animal indefenso para su colección. La cacería de brujas no hacía másque comenzar. Nicole sentía miedo porque ella y su hijo sufrieran el mismo destinode tantas mujeres que injustamente habían sido juzgadas de brujas y ejecutadas demaneras horripilantes. Sus sospechas eran ciertas. Aquella partida de lunáticosplaneaba sacrificarlos a ambos purificando sus almas a base de fuego ardiente. Lasantorchas ya estaban listas, y ellos rodeados de una vorágine salvaje que en elmomento justo fue aplacada por la aterradora aparición de Jakob. La violencia sehabía cernido en medio del bosque, donde cada uno de los vivos eran un manjarpara aquella bestia que arrasaba con todo a su paso. Nicole y su hijo veíanhorrorizados cómo Jakob arrancaba de cuajo los brazos, piernas y la cabeza devarias personas que estaban allí y se bañaba en su sangre mientras trituraba la pielde sus víctimas. Aunque intentaron detenerlo con varios disparos, Jakob parecíainvencible. El resto de los que quedaron vivos huyeron despavoridos por el bosque,dejando a Nicole y Connor a solas con aquella bestia sangrienta en un río de sangrey destrucción tal que tanto a madre como hijo no les quedó de otra que salirhuyendo como los demás. De la forma en que pudieron, intentaron correr lo máslejos que pudieron de sus garras.El horror los perseguía, caminaba firme detrás de ellos saboreando una presa de laque percibía el miedo a lo lejos. Cada vez lo sentían más y más cerca. Su miradabrillaba de maldad bajo el manto de la luna, mientras su rostro pálido yensangrentado les hacía temer de ver hacia atrás. Pero sus fuerzas ya se estabanagotando, Nicole ya estaba muy malherida, y no podía poner en peligro a Connor,por lo que le insistió a su hijo que se fuera corriendo en otra dirección. Aunque elniño no quisiera y lloraba por su madre, no podía quedarse junto a ella. Nicole debíadejarlo ir para salvarlo, y entre lágrimas y un enorme abrazo lo dejó partir por elbosque.
Sin embargo, las cosas no iban a salir como ella planeaba, porque Jakob decidió irdetrás del niño, por lo que tuvo que sacrificarse para salvarlo, a pesar de que aquelsacrificio fuera lento y doloroso. Con el cuchillo en mano tomó valor y se rebanó undedo, lo que llamó de inmediato la atención de su esposo. Aquella bestia olía lasangre a lo lejos y se le hacía agua la boca al disfrutar de cada parte de susvíctimas. Sin embargo, Nicole se dió cuenta que no bastaba tan solo un dedo u otropara llevarlo hacia donde quería. Era necesario sacrificar más de sí para seguir supaso hacia donde sabía que debía volver. Fue así que comenzó a cortar pedazosenteros de su cuerpo empezando por sus piernas. Cuando ya no tenía más pordónde cortar, siguió por sus brazos, esparciendo pedazos de carne y piel por elcamino que Jakob iba recogiendo como un sabueso detrás de su ración. El dolor dela cuchilla desgarrando su piel y cortando su carne con la facilidad que una tijeracorta a un papel, se traducía en interminables alaridos agonizantes que hacíantemblar a los grandes pinos del bosque.Nicole fue dejando un camino de su propia sangre, carne y órganos esparcidos porun sendero directo a la muerte, el destino a donde pertenecía su esposo, o lo quequedara de él. Sin embargo, al llegar al cementerio y quedar vacía por dentro, sedesvaneció por completo, perdiendo la vida ante la estatua de un ángel que parecíacobrar vida al sentir su último suspiro, aquel al que se aferraba por sí acaso cuandoya no quedaba nada más que dar. No obstante, el plan había funcionado, Jakobhabía caído a la trampa del ratón, y apenas se percató que en las sombras loobservaba el guardia, quien veía horrorizado cómo el ex soldado devoraba con totalimpunidad el cadáver de su amada. Aquel fue su último alimento antes de que elcuidador tomara la justicia por mano propia e hiciera rodar su cabeza con la mismapala que volvería a enterrar su cuerpo en la tumba de la que no debía haber salido.
Al rato Connor llegó a aquel lugar con lágrimas en sus ojos al ver a su madre hechapedazos. El guardia se acercó a él con pena y le preguntó: Hijo, tus padres aúnpueden volver a ti en la próxima Noche de Brujas, cuando el velo entre la vida y lamuerte se haga difuso, y mientras tengan una cuenta pendiente contigo. Te haré lapregunta que una vez le hice a tu madre, solo que tú ya sabes la verdad...¿desearías volver a ver a tus papás?
La respuesta del niño no se hizo esperar, cualquier persona desearía volver a ver asus seres queridos, aunque sea por un breve destello en el cielo. Su respuesta,entre lágrimas, fue un sí.
Un año después
El último año se había hecho eterno para Connor. Luego de haber pisado unorfanato viendo entrar y salir gente todos los días, su turno había llegado: una felízpareja estaba emocionada de recibirlo en su hogar. Volvía a tener una habitaciónpara él solo, y a sentir que tenía una familia. Sin embargo, sabía que se aproximabael 31 de Octubre... había esperado pacientemente por este día, y por reencontrarseuna vez más con su familia original. Aquella noche su madre adoptiva lo despidiócon un beso asegurándose de que se haya quedado dormido antes de salir de sucuarto. No obstante, Connor no podría dormir, y no por sus terrores nocturnos, sinoporque había llegado el momento. Ya era la medianoche, la luna brillaba en lo másalto del firmamento, y fuera de su ventana estaban sus padres originales, tomadosde la mano y sonriendo ocultos en las sombras.
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Se oculta en las sombras
HorreurEl terror más profundo en el inconsciente colectivo de la humanidad, se esconde siempre en la oscuridad. En el rincón más abandonado de la cotidianeidad. Lugar donde yace el peligro como un depredador hambriento de miedo, y al que intentamos huir de...