Shen Qingqiu

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Capítulo IV

Shen Qingqiu

Shen Qingqiu sabía por lógica que el hombre que en cuestión de meses se volvió la cortesana más popular y encantó a varios hombres de alto perfil que rondaban los burdeles del condado no podía ser alguien simple. A los hombres, por norma, les gustaban las prostitutas coquetas e inteligentes que se sometían a ellos o las cortesanas suaves, de ojos llorosos, que después de unas semanas de cortejo y regalos cedían ante sus avances.

Este famoso Shen Yuan, a pesar de su belleza, nunca accedió a acostarse con nadie, era conocido por ser inflexible, pero educado a la hora de recalcar que sólo vendía sus talentos y tenía la reputación de ser mimado y voluntarioso. ¿Qué tan seductoras eran sus palabras o sus artes que no necesitaba vender carne o falsa sumisión para que las personas lo siguieran visitando de buena gana?

A Shen Qingqiu normalmente no le hubiera interesado una cortesana talentosa, ni siquiera sería relevante que compartieran apellido, no obstante, su idiota líder de secta había empezado a buscar a esta cortesana, dotándolo de regalos y protección. Su desconfianza natural apareció, ¿qué pasaría si el famoso Shen Yuan era un zorro traicionero y utilizaba al imbécil de Yue Qingyuan para propósitos nefastos? Shen Qingqiu logró enterarse en un dos por tres que la razón por la que su líder de secta visitaba a esta cortesana en particular fue porque se parecía a Shen Qingqiu cuando era un joven discípulo.

Shen Qingqiu no era tonto, era consciente de que Yue Qingyuan siempre le permitía salirse con la suya y no le importaba que hiciera y deshiciera a su antojo. Si este Shen Yuan descubría que podía usar el parecido que tenía con el Señor del Pico Qing Jing a su favor, situaciones difíciles no tardarían en aparecer.

Así que Shen Qingqiu se vio en la necesidad de salir de la Montaña Cang Qiong y hacerle una visita a la famosa cortesana masculina.

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Shen Yuan recordó aquella vez en la que Shang Qinghua le dijo en un tono chismoso que Shen Qingqiu y Yue Qingyuan eran almas gemelas.

No reparó mucho en esa dolorosa verdad, porque sería como admitir que Shen Jiu, el niño que perdió la fe en el mundo, nunca tuvo la oportunidad de superar sus rencores y traumas, de hablar para solucionar los malentendidos y darse cuenta de que en el mundo existía alguien que lo quería, sin importar la cantidad de defectos que tenía, que una persona estaba lista para ignorar todos sus males y atesorar sus virtudes.

Yue Qingyuan amó, quizá de forma romántica, quizá de forma platónica, a Shen Qingqiu. Mientras que otras personas no estaban dispuestas a aceptar ni comprender al hombre terco, desconfiado y duro, Yue Qingyuan sabía que Shen Qingqiu era más que sus fallas, Shen Jiu podía ser devoto y aceptaba que cometía errores cuando la situación lo superaba.

Shen Qingqiu cuidó con recelo su secta y bajó la cabeza cuando Luo Binghe fue por él, abrazando su castigo y esperando que eso eximiera a Yue Qingyuan, el único que pareció ganarse su lealtad.

Shen Yuan reflexionó durante un tiempo sobre lo lamentable y trágico que fue el Señor del Pico Qing Jing, comprendía de dónde venía su figura triste, después de todo se vio obligado a conocer el pasado del hombre, sin embargo, su corazón nunca se pudo ablandar del todo y excusar a Shen Qingqiu, quien siempre buscó y buscó tener todo lo que la vida se negó a darle y al final se llenó de celos, dolor y envidia, lastimando a su paso a niños inocentes que no tenían la culpa de que su vida fuese miserable. Los defectos de la gente podían ser fatales y en el caso de Shen Qingqiu, lo llevaron a la muerte.

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