Lily no se esperaba una fiesta sorpresa por su cumpleaños. Vale que la había tenido todo los años, pero, de verdad, se esperaba que sus amigas estuvieran cansadas de organizarla, y más cuando siempre tenían que hacerlo entre dos y la tercera se encargaba de distraerla.
Este año había sido algo... diferente. Quien se había encargado de distraerla todo el tiempo antes habían sido Los Merodeadores, lo cual había dejado a Dorcas, Marlene y Mary mucho tiempo para poder organizar la mejor fiesta de todos los tiempos.
Los cuatro eran jodidamente divertidos. Lily no entendía por qué no habían hablado de verdad mucho antes porque ahora todo sabía a jodida despedida. Estaban casi en febrero, solo quedaban cuatro meses más de curso. ¿Sería raro seguir hablando con ellos? ¿Quedar? ¿Podrían, si quiera, hacerlo? No quería pensar en la guerra durante su cumpleaños, pero el alcohol estaba haciendo efecto y, en algún momento, había acabado delante de la chimenea, mirando al fuego y no podía dejar de pensar en todo.
En sus amigos, en la guerra, en el futuro, en el pasado. ¿Cuántas cosas cambiaría? Quizá cambiaría lo de ser bruja. Quizá todo iría bien con Petunia, ahora estaría en casa, celebrando su decimoctavo cumpleaños con su familia. Su hermana le habría dicho que si quería ser su dama de honor en su boda y...
Lily le dio un trago bien largo a la botella de cerveza de mantequilla, pero en realidad necesitaba algo mucho más fuerte. Ya había tomado, fácilmente, trece chupitos de whisky de fuego y uno más no iba a hacerla daño. Así que se levantó de la chimenea con la idea de un chupito, pero acabó volviendo con la botella entera.
La música muggle sonaba lo más alto posible y había invitados de todas las casas en la sala común de Gryffindor. Bueno, de todas las casas no, porque ningún Slytherin se había atrevido a pisar la sala común, a pesar de que había unos cuantos con los que Lily no se llevaba mal, como los prefectos. Ellos la habían felicitado durante el día, por lo que Lily se había asegurado de que ese día de verdad era su cumpleaños y no parecía que todo el mundo se había olvidado de ello.
Bueno, todo el mundo no, porque Los Merodeadores se habían acordado. Aunque, sí tenía que ser exacta, sus amigas también, solo que ellas se habían escondido para que no las pillara con la fiesta.
Ah, es verdad, estaba en su fiesta sorpresa de cumpleaños. Quizá debería ponerse a bailar con sus amigas para agradecerlas la fiesta y el regalo. También tenía que agradecer a Los Merodeadores, claro, Remus había buscado un libro muggle de lo que tanto le gustaban a él y se lo había regalado. Sirius había sacado, de la nada, una chaqueta de cuero como la suya —"¡Iremos a juego, pelirroja! Nadie podrá resistirse a nosotros"— y Peter un montón de plumas de azúcar. Y James... James había hecho un pastel que estaba esperando en una de las mesas de la sala común con dieciocho velas.
—¡Vamos, Evans, que se derrite la cera!
La verdad es que anda un poco lenta de reflejos, pero se pone en pie y llega hasta la tarta, lista para soplar.
—Pide un deseo, Lily —dice Dorcas, guiñando un ojo mientras que apunta disimuladamente a James.
No, eso no es lo que Lily quiere. O sea, sí, pero no.
"Deseo que todos estemos juntos".
El olor de las velas le resulta asqueroso, pero se queda allí delante del pastel mientras que Mary no deja de hacer fotos. Luego la cámara pasa a manos de Peter y entonces son ellas cuatro las que posan con la tarta y entre ellas. Se ríen, porque James tarda a penas unos segundos en ir a quitar las velas de la tarta —"No quiero comer cera, no sé vosotros"— y Sirius pronto está metiendo el dedo en la tarta. Peter también hace fotos de eso, de sus amigos. Hasta que Lily le quita la cámara.
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[1] Doce momentos y un te quiero [Jily]
FanfictionLily Evans no odia a James Potter. En serio. Solo piensa que es un poco pesado. Y que sus bromas muchas veces no tienen gracia. Y vale, a veces es muy listo, pero el calamar gigante también lo es y no ve a nadie diciéndoselo. Y el quidditch se le da...