𝑀𝑜𝓂𝑒𝓃𝓉𝑜 𝓈𝑒𝒾𝓈

766 80 265
                                    

La chimenea de la sala común de Gryffindor siempre está llena, por lo que es imposible tener un hueco allí delante. A no ser que:

A. Seas uno de los merodeadores.

B. Te hayas quedado en las vacaciones de Navidad cuando casi nadie lo ha hecho.

Lily tiene solo la opción B. Podría usar la A porque, desde la fiesta privada que tuvieron después del partido de quidditch, las chicas y los merodeadores se han unido un poco más. Lily ya es capaz de llamar a Pettigrew Peter y a Black, a veces, le llama Sirius. Aunque él sigue llamándola pelirroja. Al único que sigue llamando por su apellido es a Potter y, la verdad, ¿cómo va a empezar a llamarle James?

Aunque, la verdad, podría hacerlo, no sería raro porque ahora eran algo así como amigos. Remus siempre se había unido a ellas para estudiar y a veces Peter iba con él, pero James y Sirius nunca lo habían hecho. Siempre presumían de no necesitar estudiar para sacar buenas notas, así que no pisaban la biblioteca y nunca les veías hacer deberes. Pero desde la fiesta ahora iban también a la biblioteca —menudo milagro era verles hacer los deberes— y también estaban con ellas en la sala común de vez en cuando. Parecían un grupo unido, como lo deberían haber sido siempre, la verdad.

Luego estaba el tema de las reuniones de Premios Anuales. James siempre aparecía con cosas que a ella le gustaban, siempre. Decía que las había cogido para él, pero Lily había ido preguntando con sutileza —quizá no tanta como pensaba— a Remus sobre ellas y resultaba que a James no le gustaban tanto todas esas cosas como él decía. El chocolate caliente le gustaba más bien frío, las plumas de azúcar le resultaban demasiado dulces, no soportaba llevar la bufanda puesta y mejor no hablemos del jersey del uniforme. Y esos solo eran algunos ejemplos.

Otra cosa que había empezado a hacer era organizar un poco mejor a los prefectos y también estaba ayudando a muchos de los niños de primero. La última reunión que habían tenido había sido rodeados de un montón de niños de primero y James iba hablando con ella a la vez que ayudaba a los pequeños a hacer los deberes resolviendo sus dudas.

—¿Qué haces aquí, Evans? ¿No te has ido a casa?

Lily levanta una carta, la de sus padres. Le hablan del compromiso de Petunia —fue en el salón de casa— y de que la echan de menos, pero que se alegran de que sea tan responsable. Cuando la carta ha llegado esa mañana Lily ni siquiera ha bajado a desayunar, tampoco a comer ni a cenar. Su hermana seguro que ya sabía lo del compromiso y no había querido que estuviera allí para celebrarlo con ella.

Y a Lily ya le da igual que James sepa que la relación con su hermana está empeorando cada vez más. Necesita hablar con alguien porque si no se va a volver loca y como Dorcas, Marlene y Mary se han ido por Navidad —la habían invitado a ir con ellas, Lily se había negado, no le importaba estar en el castillo sola— solo quedaba James. La verdad es que era raro que él se hubiera quedado, pero Sirius se hubiera ido con los padres de él.

—Si Sirius se atreviese a comprometerse sin mi delante le hechizaría hasta que se le cayese el pelo —dice James después de leer la carta y Lily se ríe.

—Como haga magia delante del novio de mi hermana la que se queda sin pelo soy yo. O quizá Vernon me drena toda la magia.

—¿Los muggles pueden hacer eso?

—Por supuesto, también encierran a gente en cajas para que les entretengan, ya sea con imágenes o con música, ¿cómo pensabas que funcionaban los vinilos de Remus?

Es divertido ver la cara de terror de James, la verdad. De verdad se lo cree durante unos segundos, pero cuando ve como Lily se está riendo a carcajadas le da un pequeño empujón y ella aprovecha para fingir que le ha dado mucho más fuerte.

[1] Doce momentos y un te quiero [Jily]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora