𝑀𝑜𝓂𝑒𝓃𝓉𝑜 𝓃𝓊𝑒𝓋𝑒

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Lily siente que se intoxica. Desde la playa, concretamente, siente que se ahoga cada vez que está cerca de James. No se centra cuando están en la biblioteca, no se centra cuando están en la sala común e incluso ha empezado a cotillear algunos de los entrenamientos de quidditch ahora que se acerca el final de la temporada.

Se intoxica, pero le gusta esa sensación.

—Te has enamorado —canturrea Marlene cada vez que Lily menciona a James—. Nuestra Lily se ha enamorado, chicas.

—No me he enamorado —responde siempre y entonces las tres chicas ríen.

—Claro, Lily, si es lo que quieres pensar —responde Marlene y mira a Mary, que solo pone los ojos en blanco.

—Está clarisimo que no estás enamorada de James —añade Mary—. Solo te mueres por sus huesos.

—Decid lo que queráis, llego tarde.

—¡No hagas esperar a tu príncipe azul!

En qué hora les habló de los cuentos muggles. Dorcas siempre se ríe de ellos, y ahora más porque está convencida de que Lily está enamorada de James y no es cierto. Solamente son amigos. Muy cercanos. Y ya está, no hay nada más entre ellos por mucho que le pese.

No, no, no le pesa, son amigos y eso es genial. Está muy contenta con que sean amigos y ya han hablado de que quedarán fuera de Hogwarts también, así que es estupendo. Aunque también sería estupendo volver a repetir aquel día en la playa. Y luego la noche. Había dormido tan bien aquel día que era algo que no había vuelto a repetirse, y menos ahora que quedaban dos meses para los EXTASIS y existía esa foto. Mary había sido quien la había hecho y, encima, se la había dado a James directamente. Así que Lily se moría de vergüenza porque ahora también existía una foto en la que estaban los dos dormidos, abrazados, pegada en el techo de la cama de James.

Pero ese no era el tema de ese día, no, el tema es que le había dicho que iba a ir a verle al entrenamiento —todavía no tenía claro porqué había aceptado si hacía un frío de mil demonios, ¿cómo podía hacer tanto frío si estaban en abril?— y llegaba tarde, para variar. No es que Lily no lo intentase, de verdad que lo hacía, pero los entrenamientos de quidditch no eran la cosa que más le gustaba del mundo y, generalmente, siempre se encontraba a alguien que la entretenía.

—Lily.

Como ese día. Llevaba sin hablarla desde que le gritó el curso anterior que no quería volver a hablar con él. Lily había frenado en seco por lo que a Snape le dio tiempo para ponerse justo delante de la puerta de salida del colegio.

—Quita del medio —le dice, pero no se mueve.

—Escuchame, Lily —insiste y ella también insiste en intentar avanzar, así que Snape la frena.

—¡Ni se te ocurra tocarme! —le grita y saca la varita.

—¡Solo quiero hablar! —Snape levanta las manos, mostrandose desarmado, pero Lily no cae en la trampa.

—¿De qué exactamente? ¿De cómo no dejáis en paz a los pequeños? ¿O del tatuaje del que estás tan orgulloso? Quizá es de como has conseguido que nos echen a mi y a James de la biblioteca.

—¿James? ¿Ya le llamas así? No te reconozco, Lily, ¿ahora eres una de sus putas?

—¿Una de sus putas? ¿Me estás diciendo eso tú, que sigues a un supremacista como si te fuera a hacer la mamada del siglo?

Lily levanta aún más la varita, hasta el punto en el que la clava en el cuello de Snape y, desde luego, no siente ningún remordimiento por ello. No va a hechizarle, no es propio de una Premio Anual.

[1] Doce momentos y un te quiero [Jily]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora