Había empezado por accidente, cogiendo una pluma, los dedos que se quedaban juntos un tiempo de más. Caricias accidentales que no tenían nada que ver con cada vez que le daba la mano a James para tirar de él a algún lado, generalmente porque Lily quería algo, James todavía no se había atrevido a hacerlo. Y ahora llevaban todo marzo con esas caricias.
La primera que duró más tiempo fue con una de la plumas cuando preparaban los horarios para los prefectos. Un roce suave que dejó a Lily con ganas de más.
La segunda fue con la botella de chocolate caliente, uno de los días que parecía que el sol iba a calentar y salieron a los jardines para disfrutar de él. Fueron vilmente engañados por el tiempo de Escocia, pero de nuevo uno una caricia que duró de más.
Fueron una detrás de otra, cada vez más casuales y más largas, pero ni James decía nada —¿y qué se acabasen? No, gracias— ni Lily tampoco —¿para que añadir más confusión a sus pensamientos?— así que seguían jugando a ese juego.
Aunque fue en el cumpleaños de James cuando más cambió todo. Sirius había decidido que la mejor persona para distraer a James era Lily, así que ni siquiera le dio otra opción para ello. La empujó fuera de la sala común con la mochila de James y, justo en esos momentos, él volvía de desayunar para cogerla e ir a clase.
—¿Ir a clase? ¿En tu cumpleaños? No, no, nos vamos a... ¿los jardines? —Lily había entrado en pánico porque las instrucciones de Sirius habían sido claras.
"No puede estar en el castillo hasta la hora de la cena. Apañatelas como sea, pelirroja, pero le necesitamos fuera. Id a hacer deberes a los jardines o algo así, no sé, liate con él, pero fuera del castillo, toma la mochila y haced lo que os de la gana, pero no volváis por aquí hasta después de cenar. Tenéis mantas y comida ahí dentro. Y protección".
—¿En los jardines? ¿Estás bien, Evans? —él se acercó un poco a ella, que se estaba empezando a poner roja por los nervios.
Sirius la iba a matar si no se llevaba a James de allí cuanto antes. Aunque también podía matar ella a Sirius primero por haberla metido en ese lío.
—¡Por supuesto! Vamos a por unos sándwiches y podemos pasar todo el día fuera, hoy hace buen día —tira de él para alejarle cuanto antes de la sala común, pero él la frena en seco.
—Evans, está lloviendo —dice James, y se acerca más a ella, con lo cual solo acaba más nerviosa—. ¿Qué es lo que pasa de verdad?
—Solo no quiero ir a clase, y es tu cumpleaños, así que eres perfecto para irte conmigo.
—¿Soy... perfecto? Vaya Evans, no sabía que era perfecto —James se burla de ella, pero le vale porque avanza a estar lo suficientemente cerca.
—Cállate, Potter, antes de que te hechice —responde ella después de coger aire para tranquilarse—. Vamos, hay que ver si consigo crear un hechizo para parar la lluvia.
—Ya tenemos uno, Evans, crea paraguas, no necesitas nada más.
—Con un paraguas no podemos sentarnos en la hierba, Potter, es de primero de parvulario.
Como todas las veces que le ha llamado James, a él le nace una sonrisa que podría iluminar perfectamente una habitación. Quizá se aprovecha un poco de ello, porque siempre que lo hace James hace lo que ella quiere. Así que esta vez van a los jardines y la verdad es que pierden demasiado tiempo en intentar crear algo que pare la lluvia hasta el punto en el que James se cansa.
—Vamos dentro, Evans, cada vez hace más frío —insiste él, pero ella niega.
Están bajo la manta que les ha dado Sirius y vale que no es lo más caliente del mundo, pero la verdad es que no está nada más.
ESTÁS LEYENDO
[1] Doce momentos y un te quiero [Jily]
FanfictionLily Evans no odia a James Potter. En serio. Solo piensa que es un poco pesado. Y que sus bromas muchas veces no tienen gracia. Y vale, a veces es muy listo, pero el calamar gigante también lo es y no ve a nadie diciéndoselo. Y el quidditch se le da...