13- Pesadilla real.

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—Kira.

Mi respiración era irregular, podía sentir el calor, subir por todo mi cuerpo, mientras la bruma y la tiniebla se mezclaba en mis sentidos, distorsionando mi realidad. La cabeza me daba vueltas una y otra vez, mientras un gemido salía de mis labios, mi cuerpo se removía en un delicioso vaivén, mientras sentía el calor aglomerarse en mi centro húmedo.

Mi cabeza se estiró hacia atrás chocando ligeramente con la superficie dura de mi espaldar, mis ojos se abrieron ligeramente, mientras liberaba un gemido, un jadeo y un grito de placer, al sentir la calidez de una mano subir lentamente por mis pantorrillas.

Un beso suave en la parte interna de mi muslo derecho y una caricia firme en el izquierdo.

—Mírame — dijo una voz ronca más allá de mi ombligo — Mírame, ahora — ordeno y sentí su cálido aliento en mi intimidad deseosa.

Mi mirada recorrió la difuminada superficie del techo, hasta bajar a ver al dueño de aquella voz. Ojos grises tan intensos como una neblina en otoño, una nariz arrogante y aristocrática, sus cejas espesas creando un arco de orgullo sobre sus ojos, su mandíbula dura se alzaba con narcisismo y luego su boca rellena, roja y con una sonrisa que se estiraba dándole ese aspecto sensual, una sensualidad sofisticada y cálida.

Su toque era delicado sobre mi piel, pero se sentía sucio, como si fuera la cosa más asquerosamente deliciosa que haya experimentado antes, y eso era abrumadoramente confuso.

Su mano se apretó contra la piel de mi muslo izquierdo, lo tomo con firmeza y me atrajo hacia su cuerpo, llevando mis piernas sobre su hombro, un jadeo de sorpresa salió de mis labios.

—Mira cómo te hago mía — dijo con la voz ronca y yo gemí ante sus palabras. Mi cuerpo se arqueó al sentir sus ojos intensos, recorrer mi intimidad resbalosa

—No podemos — gemí cuando soplo ligeramente sobre mi clítoris. — No debemos— chillé cuando la punta de su lengua recorrió mi monte de venus tentándome.

—Pero lo deseamos, lo queremos y lo haremos — fue lo último que dijo para que luego su cabeza se hundiera en la profundidad de mi entrepierna.

Un grito de placer salió de mis labios, su lengua se paseó lenta, provocativa y duramente sobre la piel tibia de mi coño, lamiendo mis jugos que goteaban, su boca rodeo mis labios, chupando y dejando un lametón que subió de un tirón hasta mi clítoris, rodeando el mismo lugar con su lengua en círculos enloquecedores.

Sus dedos se apretaban en la carne de mis muslos, mientras su lengua se follaba mi coño resbaladizo, se apretó contra mí y sentí su lengua experta en la cavidad de mi vagina, la arqueo hacia arriba y un intenso placer me postro.

El placer se mezcló con la euforia y no sabía qué hacer, era como una masa sin forma entre sus manos.

—Eres mía — gruño sobre mi clítoris, para luego bajar una vez más y succionar, eso sin apartar sus penetrantes ojos grises de mí. Su mirada me taladraba el interior, mientras su boca hacía maravillas sobre mi humedad. Chupo, lamió y regreso a succionar con intensidad, llevándome a los bordes de la locura.

—¡Por favor! — grité desesperada.

—¿Por favor qué?

Su lengua fue hasta mi entrada y de un impulso irrumpió en ella.

—Follame — rogué mientras la demencia me corroía la mente.

Era deliciosa esta sensación de pertenencia, de abandono de la conciencia ante el placer prohibido.

Tócame (COMPLETA ✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora