Capítulo 4

1.4K 411 91
                                    

Su madre la miró, con algunos mechones rojos sueltos que ornaban su rostro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Su madre la miró, con algunos mechones rojos sueltos que ornaban su rostro. 

—¿Katty se ha enfadado contigo? 

Esmeralda negó con la cabeza. 

—Ya sabes como son las mujeres Raynolds. Tanto Catherine como su hija Katty son terriblemente volubles. Pero sé que pronto se le pasará y será una de las damas más implicadas en los preparativos de la boda.  

—¡Boda! —dijo la condesa de Norfolk, Gigi, dejando ir un sonoro suspiro—. No entiendo por qué no me lo dijiste antes, hija —continuó. Estaban en un rincón del salón de baile. Ella llevaba un antifaz rojo y su madre también. Eran iguales. O casi iguales, la diferencia de edad era lo único que las distinguía—. Hubiera preferido que fueras sincera conmigo desde el principio en cuanto a Adam; pero, ya que las cosas han ido tan rápido, debo decir que no lamento tu compromiso con él. Sé que el pequeño de los caballeros de Bristol es para ti, hija. Te hará muy feliz. El joven siempre me ha gustado. Hay en él mucho más de lo que aparenta. Al igual que lo había en tus cuñados. 

Esmeralda contuvo la respiración. Intentando no explotar con la verdad. Siempre había sido conocida por su desparpajo y sinceridad, y no le gustaba mentir a su madre. Pero era por su bien y por el de todos. Solo esperaba que no se llevara una decepción muy grande en cuanto su pacto con Adam llegara a su fin. 

Buscó a su falso prometido con la mirada. Pasó sus ojos verdes por encima de todas y cada una de las cabezas que había en la fiesta de máscaras, buscando un antifaz negro y un pelo todavía más oscuro entre ellas. Pero lo único que encontró fueron los ojos de Biff Gruber. 

Lo divisó al otro extremo de la sala, mirándola fijamente. Como siempre. No llevaba antifaz, ni siquiera máscara. Seguramente creía que esos entretenimientos no estaban a la altura de un hombre como él. ¡Qué insoportable! Pero eso era una tontería comparado con el brillo temerario de su mirada. Desde que supo, la noche pasada, que estaba prometida con Adam Colligan, Biff Gruber había deformado su rostro hasta esbozar una mueca horrible de furia. Estaba muy enfadado. Y temía las represalias. 

—No me agrada ese caballero —oyó la voz de su madre a su lado.  

—¿Por qué? —trató de disimular ella, desviando la mirada de Biff. 

—Creo que deberé hablar con tu padre sobre él. No es la primera vez que lo encuentro mirándote con esa expresión —se molestó la condesa. 

—¡No! —suplicó ella, asustada. Las amenazas de Biff golpearon en su mente como un látigo. ¡Su padre podía morir en un estúpido duelo! Y era algo que no iba a consentir—. Por favor... Te equivocas, madre. Tus pensamientos no tienen ningún fundamento. El señor Gruber es admirado por toda la alta sociedad y jamás se ha sobrepasado conmigo —mintió—. ¡Oh! Ahí está el hermano de Katty. Madre, será mejor que me dejes bailar con él. Me ha pedido una pieza y sabes que es un buen amigo —le rogó a su carabina, dispuesta a olvidarse de Biff y a hacer que su madre hiciera lo mismo. 

Lady Esmeralda y el Barón de BristolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora