Capítulo 2

1.6K 437 92
                                    

Era una idea terrible

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era una idea terrible. Y peligrosa. Pero se le había ocurrido casi sin pensar y ya no había vuelta atrás. Las ancianas organizadoras del comité de Almack's se habían encargado de divulgar la noticia: la última joya de Norfolk estaba prometida con el calavera español y último soltero de Bristol. Era oficial, Esmeralda se había convertido en la protagonista de los cotilleos londinenses durante el resto de la temporada social. ¡Ya podía imaginarse las burlas! 

Enderezó la espalda. Cuatro lámparas iluminaban el salón de visitas de Adam Colligan. Los muebles eran nuevos, pero sencillos. Era evidente que el propietario no se había molestado en decorar la casa ni en contratar a un servicio decente para que quitara el polvo. Aunque fijarse en la decoración y en la limpieza era un poco absurdo, teniendo en cuenta que acababa de ver a una dama de dudosa reputación saliendo de ese lugar. ¿Cómo podía pensar su padre que Adam era un buen partido para ella? ¡A todas luces era un paria! 

Se quedó quieta al lado de Adam, suplicándole con la mirada que no la delatara frente a su padre. Los ojos de color negro del Barón de Bristol nadaron sobre los suyos con evidente confusión e irritación. Las veces que habían coincidido habían sido frías o incómodas. No se agradaban. Y siempre habían estado de acuerdo con que jamás se casarían pese a los deseos del conde. Le apretó la mano entre la suya en señal de advertencia. 

«Sígame la corriente, por favor.», le suplicó en silencio. 

Si lo pensaba con claridad, no había ningún motivo racional por el que Adam tuviera que apoyarla en su mentira. Él no sabía nada de sus miedos, ni de sus motivos por haber llegado a ese punto de desesperación. Si él decidía ser ecuánime, todo estaría perdido. Su padre descubriría que había mentido, y la interrogaría hasta llegar a la verdad: Biff Gruber. 

Todavía se estremecía al recordar la cara que puso cuando le dijo que estaba prometida con Adam Colligan. Su gesto se había deformado en una grotesca mueca de ira y sus ojos se habían ensombrecido espantosamente. Biff era un hombre sin corazón y egoísta al que no le importaba nada más que sus propios deseos. ¿Cómo podía estar tan ciega la alta sociedad como para no verlo? Ella no sería su víctima. Lucharía para escapar de su depravación. Y Adam podía ser su salvación si no la delataba. 

Puso su cara más anhelante, sus ojos más llorosos y su mueca más inocente para que la apoyara. Incluso le apretó la mano con más ahínco, ajena al fuego que había en ella. Estaba tan preocupada por sus mentiras y sus miedos que no se dio cuenta de que su cuerpo estaba reaccionando al contacto de Adam. Lo que sintió, lo atribuyó a su nerviosismo. Jamás podría pensar que sentía algo verdadero por ese tarambana. 

—¿Y bien, Adam? ¿Quiere hablar usted sobre los términos de la unión o lo hablo con su hermano mayor? 

El silencio fue sepulcral y tenso. Esmeralda notó una gota de sudor en su frente. 

—Hable con mi hermano mayor —oyó al fin y soltó el aire que había estado reteniendo en los pulmones. 

¡Gracias a Dios por Adam! De repente, se sintió invadida por una felicidad irracional y del todo inoportuna. Siempre había sido impulsiva. Las institutrices se habían esforzado para hacerle entender que debía pensar antes de actuar, pero lo cierto era que su plan iba bien. Y no había nada de lo que lamentarse, de momento. ¿Por qué no iba a sentirse dichosa? Sus padres estaban a salvo y ella también lo estaría. Esperaba que, con eso, Biff Gruber la dejara en paz para siempre. 

Lady Esmeralda y el Barón de BristolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora