Capítulo 13

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Era la mujer perfecta, pero no era el momento idóneo

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Era la mujer perfecta, pero no era el momento idóneo. Esmeralda había calado hondo en su corazón. Era la primera vez que estaba enamorado de alguien y estaba seguro de que ella merecía ese sufrimiento. No obstante, ella todavía debía aceptar todo lo acontecido entre ellos y con Biff y él debía emprender un viaje que lo ayudaría a crecer como hombre. Además, debía reconocer que se había sentido dolido cuando Esmeralda rompió con su compromiso públicamente sin avisarlo. Se sintió utilizado —evidentemente no tenía motivos para sentirse de ese modo porque siempre supo lo que le unía a esa dama— y, aunque el discurso contra los ingleses ya le sonaba hipócrita incluso a él mismo, no le gustó la actitud caprichosa de Esmeralda ni el modo en el que había mencionado el dinero para forzarlo a cumplir su voluntad. 

En pocas palabras, se había sentido como un idiota en todo momento desde que la hizo suya y ella no mostró ni un ápice de debilidad. Claro que él tampoco iba a dar su brazo a torcer. 

Él no era el títere de nadie. Y no le importaba estar muriendo de melancolía lejos de ella. No eran las circunstancias adecuadas para casarse con Esmeralda y quizás ya nunca más lo serían. Si le pidiera matrimonio ahora, solo serían dos personas impulsivas a medio cocer tratando de sobrellevar un matrimonio con poco más que un poco de amor y mucha pasión.  

—Por fin hemos podido librarnos de la temporada social, amigo —le dijo Donald Sutter y le dio dos golpes sonoros sobre los hombros—. Pensé que tendríamos que aguantar hasta septiembre. Gracias a Dios, mi esposa me dejó marchar. Ya no aguantaba más a ese corrillo de pánfilos y estirados británicos. Amarás América.

La cubierta del barco estaba casi vacía. Habían embarcado a primera hora de la mañana y el mar se abría ante ellos inmenso y azul. 

—Eso espero: que este viaje merezca la pena —contestó él sin apartar la mirada del horizonte. El aire era fresco y estaba apoyado en la barandilla de estribor, saboreando la humedad salada contra sus labios fríos. 

—¿Te despediste de tus seres queridos? —Donald enarcó una ceja y se apoyó en la barandilla al lado de él. Tenía el pelo rojo y los ojos de un color azul cobalto. 

—Mandé un par de misivas a mi madre y a mi hermano. Ellos se encargarán de informar a mi tío y a mis primos. 

—No me refiero a esa clase de seres queridos —se burló Donald. Lo miró con cara de pocos amigos y fingió ignorar sus palabras—. Vamos, ¿por qué rompió Esmeralda contigo? ¿No vas a contármelo? 

—Hace unas semanas te reías de mí porque no era de la clase de hombre que se compromete y hoy te burlas de mí porque soy libre. ¿En qué quedamos? —Lo enfrentó. 

—Quedamos en que tu mirada perdida y tu mueca de melancolía te delatan. Hace un tiempo atrás no eras más que una bala perdida, ahora eres un hombre en busca de su destino. Te dije que no hicieras planes a largo plazo... Nadie sabe nunca lo que puede ocurrir. Y lo que ha ocurrido es que te has enamorado de ella. 

Lady Esmeralda y el Barón de BristolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora