Era la semana libre del príncipe y decidió pasarlo junto a su amado novio en su humilde hogar.
—Gracias.— dijo al recibir una taza de chocolate caliente —Esta muy caliente.—
—Es chocolate caliente, ¿Qué esperabas?—
—Cierto.—
Se acomodaron en la parte superior de la cueva para poder apreciar las estrellas y constelaciones mejor. Esta era la noche de la luna azul junto con una intensa lluvia de meteoritos, más conocidos como estrellas, y no querían perdérselo.
El frío helaba el cuerpo del príncipe, a lo que el vampiro lo cubrió con su abrigo, lo que menos quería era que su amado chicle se resfriara.
—Gracias.—
—De nada.—
De pronto, el cielo se lleno de luces y estrellas fugaces, estaban encantados, era algo hermoso que no pasaba siempre. Una sonrisa apareció entre los labios del príncipe, el estaba asombrado y feliz de ver aquel bello espectáculo con su amado.
—Me hace feliz que te guste.—
—A mi igual.—
Ambos juntaron sus labios en un romántico beso, les gustaba mucho besarse en lugares y momentos hermosos. Apenas se separaban para poder respirar pero se volvían a juntar.
Era una lastima que estuvieran en su mundo cuando la luna llego al punto máximo de su color azul.
Al separarse después de un largo rato, miraron la luna y rieron, habían ido para verla y ya se estaba desvaneciendo el color.
—Lo siento.—
—¿Por qué?—
—Te perdiste la luna azul.—
—Da igual, es mejor besarte aquí que ver la luna, después de todos, solo pasaran unos años, ¿No?—
—Si, después de todo, tenemos toda la eternidad para verla juntos.—
Volvieron a besarse a la luz de las estrellas y la luna ahora blanca. De seguro será una ocasión para recordar.
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