26 Días.

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“Si miras hacia el fondo de mi alma, entenderías completamente la fuente de mi anhelo y me compadecerás. Incluso el lago abierto y transparente tiene sus profundidades desconocidas, que los buceadores no conocen.”

-o-

Con un golpe Tsunade coloca la primera botella que termina encima de la mesa. Esta borracha y agotada, los círculos bajo sus ojos son casi tan oscuros como el cielo de la noche y sus labios rojos están partidos y agrietados por tanto morderlos. Hoy no hay una vista agradable de la mujer. Hoy Tsunade no es la mujer más fuerte del planeta, hoy es una borracha cualquiera, mal vestida y demacrada.

Sakura suspira y se recuesta contra su hombro:

Tsunade-sama, por favor —dice aunque sabe que no va a oírla—. No puedes hacer esto cada noche, no valgo la pena.

La música es muy alta, el humo de cigarrillo es muy denso, la luz está muy baja, y todos los presentes en la mesa están muy ebrios como para notar la cara de su Hokage partirse en llanto silente.

Si tal vez dejaras de beber, podrías afrontarlo mejor. —Pero su propia voz suena demasiado como un regaño y no es eso lo que trata—. ¿No has pensado lo enojada que estaría de verte así? —Sakura ha pasado más de la mitad del tiempo que compartieron juntas dándole algún sermón a su maestra, que ahora que solo quiere darle un poco de apoyo, su voz suena cruda y recriminante.

—¿Que necesitas? —Una de las sillas junto a la rubia se mueve y Kakashi toma asiento.

Nadie parece notar su presencia, pero Sakura lo observa bien, está aseado, su cabello dentro de los limites considerados normales para él y nada parece fuera de lugar.

Poco probable.

Tenía un par de días que no pasaba por él, desde aquella incomoda conversación en el cuerpo de Yugao, la sola mención de su nombre debió ser suficiente para espantarlo por completo, porque la fuerza magnética se fue tan rápido como llegó, y la residencia Hatake se convirtió en un fortín abandonado que Sakura no se sintió capaz de penetrar. Kakashi no estaba pensando en ella.

Tan poco agradable como debió ser, aún siente la punzada de dolor y culpa recorrerla de pies a cabeza, en yuxtaposición al calor que ha dejado en las sombras de sus labios.

—Necesitaba. Tiempo pasado. —Tsunade descorcha una nueva botella y no se toma la amabilidad de ofrecerle—. Ya puse a Gai y a Yamato a cargo. Ahora, si me disculpas, necesito terminar esta botella.

Él la mira en silencio, la mirada fría y calculadora mide cuidadosamente los movimientos de la mujer y la atención que pueda recaer sobre ambos antes de acercarse más confidente a ella. La pelirosa mira los vellos de la nuca de su maestra erizarse en advertencia mientras Kakashi susurra—: Es el indulto de Orochimaru ¿no?

El agarre en el vaso se solidifica.

—¿Que necesitas? —Insiste más seguro de que ahora su presencia será requerida.

—Repórtate con Yamato a las 06:00, él te pondrá al tanto.

—Como usted ordene, Hokage sama.

Kakashi da una mirada sobre ella, por encima de ella mejor dicho, y Sakura siente que sus ojos onix se posan en su verde. Son segundos, tal vez milésimas de segundos, donde lo siente mirarla y ella lo mira a él, y siente la intensidad tras sus pupilas, la locura encadenada en un rincón de su mente, los lamentos tras su fachada irrompible.

Pero entonces él mira hacia el otro lado con la misma intensidad. Y Sakura siente pena por él y culpa por lo que le ha hecho: Lo ha condenado a buscar su ser intangible por quién sabe cuánto tiempo.

49 Días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora