«Nunca había bailado tan bellamente; los afilados cuchillos le cortaron los pies, pero ella no lo sintió porque el dolor en su corazón era mucho mayor.»
-o-
Kakashi vio a Yugao venir. No puede decir que lo planeó, pero ciertamente esperó algo así cuando dijo que quería estar con ella.
"Un clavo no saca otro clavo" dice Genma, pero prueba entre una y otra mujer como si fuesen una maldita ferretería. Entonces Kakashi decidió que volvería con Yugao, que la citaría a su casa, y le diría la verdad, aunque doliera. Y luego se acostaría con ella como un perro lamiendo sus heridas, porque podía hacerlo ¿No? Un clavo saca otro clavo. Y Sakura nunca estuvo con él, y su muerte tampoco es un clavo, pero es una espina, o una estaca, o una espada en su pecho que se hunde más profundo con cada día que pasa, hasta que un día logre a partirlo en dos.
Así que le dice a Yugao lo que quiere oír y la ve acercarse a él, cambiar de opinión y lanzarle los brazos sobre el cuello, estrellando sus labios hambrientos en él.
El beso es diferente, cambia apenas empieza, primero urgido y con fuerza como ella, y de la nada, sus labios se vuelven temblorosos y se aparta tan bruscamente como empezó.
Kakashi la mira a los ojos y la boca de la mujer se abre y se cierra nerviosa, mira hacia él, y se sonroja tan deliciosamente, y Kakashi vuelve a mirar esa cosa extraña en sus ojos: El negro oscuro ha sido reemplazado por un verde esmeralda que él cree conocer demasiado bien.
—Mierda.
Ella lo mira, se mira a sí misma y empieza a moverse nerviosamente en el umbral. No habla. No vuelve a mirarlo, solo luce asustada y confundida.
Kakashi se estruja los ojos, pero ella sigue ahí.
No puede ser cierto, se dice, debe ser algún tipo de ilusión. Un jutsu maligno, su esquizofrenia por fin saliendo a la luz mientras la delgada línea entre la realidad y sus deseos más oscuros se funden en una escena casi pictórica, digna de un retrato.
—¿Kakashi? ¿Puedes verme?
Su propio cuerpo se mueve un paso atrás, en piloto automático, y le cierra la puerta en la cara.
—Mierda.
Ella toca, bate sus puños contra la puerta y Kakashi la mira por el pequeño cristal, es la voz de Yugao gritando, rogando a gritos que la escuche, que la deje pasar, pero Kakashi se imagina su voz superpuesta contra la de la pelirosada. Se estruja los ojos con más fuerza hasta que ella hace silencio y ya no grita, y su voz es pasiva, casi resignada que de no ser porque conoce a la perfección a la mujer tras la puerta, podría haber creído que su voz estaba rota.
—No entiendo qué paso, pero soy Sakura. Y tienes que ayudarme.
Abre la puerta, cobarde, se dice, mientras escucha en su cabeza el sonido de unas uñas rasgarse contra algún pizarrón verde imaginario, hasta que sus dientes rechinan unos con otros, y lo siguiente que sabe es que está abriendo la puerta y ella sigue ahí. Sus ojos verdes lo miran como dos jades en una pieza fantasiosa, las piedras del collar de alguna princesa o las que adornaría la tumba de algún emperador, y la comparación es muy hilarante porque comparar sus ojos con una reliquia mortuoria nunca se había sentido tan acertado.
—Se que tienes miedo, no voy a hacerte daño —dice ella.
Su mano cruza el espacio entre ellos y Kakashi se estremece bajo su toque.
Tiene miedo, se percata, está temblando, sacudiendo su cuerpo casi imperceptiblemente mientras su amante de turno parece ser poseída por su ex alumna.

ESTÁS LEYENDO
49 Días.
أدب الهواةDicen las leyendas, que cuando una persona fallece permanece en un limbo, sin cuerpo durante 49 días antes de la reencarnación. Es así, como durante 49 días luego de su repentina muerte, Sakura verá a sus seres queridos aceptar su partida y lidiar c...