14 Días.

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«―Sé lo que quieres. Es muy estúpido de tu parte, pero te saldrás con la tuya y te traerá tristeza, mi bella princesa.»

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Contra la pared de la envejecida cabaña hay una caja. A Kakashi le toma dos zancadas llegar al pórtico y un toque extra de paciencia para no patear al gato que lanza sus uñas contra él. Toma la caja repleta de velas en brazos, y empuja la puerta con la familiaridad que no debería tener, pero se ha otorgado a si mismo desde que frecuenta la casa hace menos de una semana.

Cuando entra, los quemadores de la cocina están encendidos y hace mucho calor para su gusto, pero la anciana en medio de la habitación está inclinada contra una mesa baja haciendo una plegaria y una ofrenda. Tan concentrada que su presencia no logra despertar la sospecha y enojo que suele tener tatuado en el rostro.

Kakashi espera, pone la caja en la mesa de la cocina y le da la espalda atendiendo los quemadores.

Té de orégano.

Toda la casa huele a hierbas ―como siempre― pero esta vez hay algo diferente. Tal vez es el orégano hirviendo en una olla curtida, o las decenas de paquetes de incienso en la encimera, o las cintas y campanillas desparramadas por la mesa.

Pero en sí, Kakashi lo sabe, es el olor de las flores de muertos en el altar, flotando hasta él, metiéndose en lo profundo de su cerebro y raspándose contra el recuerdo tierno que tiene de Sakura cada vez que se levanta y debe enfrentar el mundo.

―¿Tu mamá no te enseño a tocar las puertas?

El hombre baja la olla de la cocina y apaga el fuego antes de que la anciana logre levantarse del suelo.

―Probablemente. Pero está muerta, así que a quien le importa ―responde encogiéndose de hombros.

Los huesos de la mujer mayor se enderezan con profundos crujidos y seguidamente tose con fuerza, como si pudiera expulsar el aroma putrefacto del acto atroz que planean cometer. No es tan fácil como toserlo.

Ella no responde, pero le da una mirada severa, de alguien quien alguna vez fue justa y honrada, ruda como un demonio y probablemente mas terca que la misma Sakura. Pero hoy ―más que ayer y anteayer― Kakashi ve una anciana cansada.

Pero la mujer recibe la taza con el brebaje que el ofrece y esos pensamientos se van tan rápido como llegan.

―¿Por qué orégano?

―Limpia las vías respiratorias, muchacho chismoso. Ten ofrecería una taza, pero bien puedes servirla tú mismo.

Kakashi suspira y limpia un espacio pequeño de las cosas en la mesa para sentarse frente a ella. Hoy espera tomar el tiempo para hablar de la ejecución del jutsu, pero ella parece demasiado pacifica para torturarla con eso, y él casi siente pena de tener que seguirla con la muerte en los hombros, que sus malas decisiones e intenciones, se metan en el lugar más puro que podría tener toda Konoha y corromperlo, y corromperla a ella y a la memoria de Sakura.

―¿Ya consiguió todo los materiales? ―Decide decir.

―Casi. ―Tose―. Algunos deben ser añejados y otros encantados.

Mira la caja de inciensos, más de los que vería en toda su vida.

―Son 49 cajas. Debí quemar una caja por día desde que ella partió como parte del ritual, pero debido al cambio de planes, las quemaré toda esta semana.

―Sera una bonita fogata. ―Es un mal chiste, y ella lo sabe pues lo mira como si le hubiera crecido otra cabeza. Y de pronto Kakashi sabe que no solo lo esta mirando a él, esta mirando en su cabeza, sus intenciones colgadas como una valla publicitaria en medio de la cocina. Hay un letrero enorme en él que grita "pecado"―. Deje de mirarme.

49 Días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora