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—Damas, caballeros, niños y niñas. ¡Contemplen el show más increíble que ha visto el mundo! Adéntrense en este mundo de magia, verán como sus mentes serán maravilladas. ¡Reciban con un gran aplauso a el "Mago"!
Una eriza de cabellos rosas y ojos jade, que llevaba un largo vestido elegante de color carmín, hablaba desde el centro del escenario, alentando al público a observar el show. Un acto emocionante ,que pese a verlo muchas veces, seguirías emocionándote como un niño.
Un show local de magia. Dirigido por un erizo azabache de vetas rojas, el cual ambiguamente sólo solía llamarse como el "Gran Mago S" y simplemente apodado como "Mago" y su asistente de abrumadora belleza, la cual llevaba por nombre "Rosy".
Ningún show se igualaba al de él. Parecía ser un maestro en la magia, nadie podía hacer todos esos increíbles trucos, incluso por mucho que la competencia lo intentó.
Un erizo de púas verdes los veía tras bambalinas, orgulloso de su amigo que había pasado por tanto para llegar finalmente a ese momento y también por su reciente amiga, que se había esforzado arduamente para ser el agrado del público cada vez más crítico... Y que estaba locamente enamorada del mago gruñón.
*Plap* Se escuchó como un corcho volando por los aires. Claramente se trataba del truco de la botella de vino. Consistía sencillamente en que el mago, con ayuda de su asistente, abría una botella de vino espumoso, apuntaba a un lugar azar de la carpa, la tapa volaba por los aires, antes de que ese corcho cayera al suelo... ¡Se convertía en una bella paloma blanca! Para culminar el truco la paloma regresaba al brazo del mago, quien la cubría con sus dos manos y al abrirlas, nuevamente era un simple corcho.
Al erizo le encantaba relacionarse con su público, como solía decirle a su asistente: "No hay nada más importante que conectar con tu público". Así que, después de terminar con su acto, se acercaba a un niño o niña del auditorio, les preguntaba su nombre y que tanto les gustaba la magia. Después les entregaba la tapa de la botella y les regalaba una sonrisa.
Esta vez le había tocado el turno a una pequeña coneja que venía con su mascota.
—Si lo deseas con el corazón y practicas este truco, algún día esta tapa se convertirá en una bella paloma, que será tu amiga para siempre—no dudaba, ni siquiera un instante, el azabache mostraba una mirada determinante y una sonrisa dulce.
—¿Yo puedo hacer eso?—la niña que no superaba los 12 años, le contestó con timidez y un sonrojo en sus pequeñas mejillas.
—Claro que sí, nunca dudes de ti.
—¡Muchas gracias, señor Mago!—No había nada más hermoso que ver las personas sonreír y admirar lo absurdo del mundo. Aquello que la mente no podía entender. Al menos, eso es lo que pensaba el erizo.