1: Un Trato Justo.

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Ella sintió la quemazón del Soju desde su boca hasta el vientre.

Jeongyeon se mordió el labio y colocó el vaso con cuidado sobre la mesa y respiró profundo.

Estaba muy nerviosa y se había imaginado que unos tragos le darían el coraje para hacer algo totalmente loco.

Ella volvió a respirar profundamente, expulsó rápidamente el aire por la boca y luego levantó la mirada para mirar, disimuladamente a la razón por la que no estaba en su casa y en la cama, leyendo un buen libro, como hacía cada noche.

En la esquina de la barra estaba sentado el hombre que ocupaba una gran cantidad de sus fantasías nocturnas.

Parecía estar de muy mal humor mientras miraba el vaso de alcohol que tenia entre las manos. Podía adivinar que, en este momento, Park Jimin estaba sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros.

Durante días, varias personas de la ciudad, se habían ocupado de hacer correr el chisme de que el hermano menor de Jimin, un hombre con problemas con la bebida y con el juego, había pedido un préstamo de veinte mil dólares, el cual avaló con su rancho y que no podían pagar .

Mina, la empleada en la oficina de correos, le dijo que era una lástima que los Park estuvieran a punto de perder su rancho.

Minho, el empleado en la gasolinera, le había dicho, con una sonrisa en los labios, que el banco se encargaría de que la ciudad se librara de toda la familia Park.

Jeongyeon lo había escuchado todo y se sintió realmente mal por él, aunque sólo lo conociera de vista y nunca hubiera hablado con él.

Esta misma mañana, el dependiente de la tienda de dulces le había contado los últimos chismes que corrían por la ciudad.

La novia de Jimin, una de piernas largas, lo había dejado tan pronto como había oído que iba a perderlo todo.

Ella había visto a la mujer más joven varias veces en la ciudad, pero nunca le gustó.

El que hubiera abandonado a un hombre cuando tenia problemas, unos que ni siquiera se había buscado él, decía mucho del carácter interesado de ella.

Jeongyeon tragó otro sorbo y el líquido le quemó otra vez el vientre. Mientras guardaba los dulces, su mente se había quedado fija en los problemas de dinero de Jimin, en su ex-novia y de pronto había ideado un loco plan.

Es una locura, se dijo.

Nunca aceptara, ni en un millón de años y va a pensar que estoy loca.

Su mirada se fijó de nuevo en Jimin. Sólo una mujer que estuviera ciega no vería lo sexy que era. Se sentía tan atraída por él, que cada vez que lo veía su corazón se aceleraba y sus calzones se mojaban. Media un metro setenta y cuatro de altura y tenia el pelo negro con un corte simple. Piel profundamente limpia, brazos que si bien no eran alborotados tenían músculos, hombros fuertes y pecho firme.

Aunque él estaba sentado, ella sabía que tenía las caderas delgadas, un increíble trasero y piernas largas.

La camisa de franela blaca, los jeans descoloridos y los botines, lo hacían el hombre perfecto.

Tenia una pequeña cicatriz de unos cuantos centímetros a lo largo de la mandíbula, una delgada línea blanca, visible sólo si inclina la cabeza hacia atrás y había una buena iluminación.

Había oído que se la había echo de joven en un rodeo. Se decía que tenia unas pocas más de cicatrices, pero que estaban ocultas a la vista.

Tenía el tipo de ojos que una mujer podría mirar durante horas, de color marrón oscuro y enmarcados por una relucientes pestañas negras. Su estructura ósea era fuerte, con pómulos dominantes que algunos podrían pensar lo hacían parecer un poco aburrido, pero en lo que a Jeongyeon respecta no estaba de acuerdo.

PAGANDO POR SEXO [COMPLETA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora