Nos encontrábamos en medio de un escenario sombrío, inmersos en el caos y la desesperación que permeaba el campo de batalla.
Nuestra emboscada meticulosamente planeada se había convertido en un rotundo fracaso. Una marea interminable de enemigos nos envolvía, abrumándonos con su superioridad numérica aparentemente inagotable.
En medio del caos de la lucha, la realidad desnuda se imponía: a pesar de nuestras fuerzas equilibradas, nos sentíamos impotentes ante la avalancha implacable de enemigos.
Por cada adversario abatido, surgían dos nuevos en su lugar. Era como si su resolución estuviera alimentada por un torrente interminable de soldados.
Sin embargo, en medio del tumulto, nuestro objetivo se mantenía claro: resistir valientemente hasta que los esperados refuerzos llegaran al campo de batalla.
La adversidad, sin embargo, no tardó en mostrar su rostro crudamente. Nuestros suministros de municiones se agotaban a una velocidad alarmante, mientras los enemigos continuaban llegando en incesante avalancha, superándonos en número y fuerza.
En medio de este panorama oscuro, la pequeña llama de la esperanza parecía desvanecerse ante nuestros ojos.
Mi mirada se desvió hacia Gavrel, quien combatía con una tenacidad encomiable, luchando por infligir el mayor daño posible al enemigo.
Algunos de nosotros intentamos unirnos a su esfuerzo, pero Gavrel rechazó toda ayuda con determinación, asegurándonos que podía manejar la situación.
Comprendí que persuadirlo sería en vano, y aquellos que deseaban asistirlo se dispersaron en busca de otros destinos en medio del caos.
Al quedar temporalmente fuera de mi vista, concentré mi atención en mi propia lucha. Enfrenté a varios enemigos con determinación, apuntando y disparando con precisión milimétrica.
Sin embargo, la dura realidad volvió a mostrarse: me encontré superado en número y mis intentos de encontrar aliados en medio de aquel pandemonio resultaron infructuosos. Muchos de mis compañeros yacían caídos o estaban empeñados en su propia lucha desesperada.
Busqué cobertura tras una columna, ágilmente esquivando las balas que silbaban hacia mí. Aunque algunos de esos disparos lograron alcanzarme, dejando marcas de dolor en mi cuerpo, no permití que eso minara mi determinación.
Cojeando, me alejé en busca de un refugio más seguro. Aunque herido, el pensamiento de rendirme nunca cruzó por mi mente.
Finalmente, encontré un lugar temporal de resguardo, consciente de que mi tiempo se agotaba rápidamente. Con ansiedad, revisé mi mochila y conté meticulosamente las municiones que aún me quedaban.
Podrían ser escasas, pero al menos conservaba una oportunidad de resistir y luchar hasta el final.
En un instante, un dolor punzante atravesó mi abdomen, tiñendo mi uniforme de rojo al percatarme de una herida profunda.
Con premura, apliqué los conocimientos del botiquín que llevaba conmigo. Mientras trataba mi herida, un pensamiento irónico cruzó mi mente: "Al menos algo bueno salió de esas clases".
Un sentimiento de desesperación comenzó a envolverme, sintiéndome solo y con el destino pareciendo sellado.
Ruslan suspiró: "Bueno... creo que ha llegado mi hora. Lo siento, papá, mamá, Aleshka. No fui el mejor hijo ni el mejor hermano, pero..."
En ese preciso momento, una mano cálida tocó mi hombro, interrumpiendo mis pensamientos de despedida.
Con frustración, murmuré: "Vaya, ni siquiera puedo tener un momento a solas".
ESTÁS LEYENDO
Un Militar en Mlp (Terminado)
AksiRuslán, un joven ruso de 23 años, se encuentra en una desesperada lucha por proteger a su familia en medio del caos de la Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, un trágico giro del destino lo deja solo y desamparado, enfrentándose a la dura realidad d...