1

212 10 0
                                    

Elizabeth y la Garrison Galaxy

13 años atrás... 

Cuartel Galáctico, La Tierra. 

La chica despertó sudando. Aún era de madrugada por lo que podía ver en su teléfono. Sus compañeras de habitación dormían plácidamente en sus propias camas, ajenas completamente a su más joven compañera. Elizabeth salió de la habitación en silencio, no queriendo molestarlas y se dirigió a su lugar favorito en el cuartel: un punto ciego de la vigilancia y el lugar perfecto para ver un amanecer. Así que subió al techo de uno de los edificios donde se impartían y se sentó en silencio observando el cielo.

Eran aproximadamente las cuatro con quince y el frío calaba los huesos de la castaña que solo se encogía en la manta que había llevado con ella. Al estar en el desierto, a unas cuantas horas de la ciudad, para ella era muy fácil poder observar las estrellas. A veces se imaginaba cientos de historias sobre estas, y desde hace un año tiene el presentimiento de que alguien la cuida desde allá.

Sin siquiera darse cuenta, las lágrimas comenzaron a derramarse de sus ojos, era involuntario. Su corazón ardía y su alma estaba rota, su cabeza era una maraña de nubes grises desde que sufrió el rechazo. No comprendía por qué no podía superarlo, por qué todo se había vuelto tan malo desde su partida. Antes ya se habían separado, pero ahora era diferente.

El tiempo pasó lento y pronto el cielo se iluminó con colores rosados y anaranjados, un nuevo día comenzaba y ella no logró dormir casi nada. Sus ojos se sentían pesados y sus manos estaban heladas, le dolía la espalda y hablar suponía un esfuerzo que no quería hacer. Estaba agotada de todo esto, no tenía ganas de otra cosa que no fuera quedarse ahí y no hacer nada, aun teniendo miles de deberes que realizar, solo quería que todo terminase ya.

Llevaba con esa mierda de depresión tanto tiempo que ya no recordaba lo que era sentirse bien. Cada acción suponía un esfuerzo mayor y cada noche estaba plagada de pesadillas y malos pensamientos, ella se volvió un cascarón vacío que solo hacía lo que tenía que hacer.

Los calentamientos debían estar por comenzar, por lo que se levantó y se dirigió rápidamente a su habitación.

—¿Dónde estabas? —Nadia preguntó nada más entró a su cuarto.

—En el baño.

—¿Desde las cinco? Elizabeth, son las siete.

—Si bueno, tengo problemas para conciliar el sueño.

Después de eso, ya no dijeron más y Elizabeth se colocó su uniforme naranja con blanco para salir a hacer los ejercicios militares con Iversson. Odiaba esa primera clase, no porque fuera mala siguiendo órdenes, sino porque nunca había sido buena en combate o en resistencia. Era mucho más baja que sus compañeros para hacer los trabajos de los obstáculos. Su lugar no era en una base militar, de no ser por su dolor interno preferiría estar en una academia de baile. ¿Por qué demonios seguía aquí?

Ella rara vez se quitaba la chaqueta del uniforme, entre más ocultara su piel era mejor, detestaba que la vieran raro por las horribles manchas negras que parecían tinta inyectada. No, no eran tatuajes y no, no la hacía anormal.

Comenzaron los ejercicios, primero un calentamiento y luego tendrían que hacer equipos para comenzar con la carrera de obstáculos. Por supuesto, nadie quería estar con ella porque solo los atrasaba y aquellos que ganaban no tendrían que hacer los deberes de limpieza en la semana. Iversson la terminó integrando a uno de los equipos y la carrera dio inicio.

Primero tendrían que arrastrarse bajo una malla, cosa que no fue tan difícil para ella y fue la tercera de su equipo (de cinco personas) en salir. Luego vinieron los pasamanos, ella no tenía tanta fuerza como para mantenerse suspendida y no tardó mucho en caer al lodo. Luego era saltar obstáculos sin tirarlos, ella a veces sentía que sus saltos eran demasiado altos, casi como si estuviese flotando y eso no le gustaba. Era rara, extraño, no era normal. Así que con calma y cuidado saltó algunos obstáculos y casi derriba tres. Llegó en último lugar con su equipo y pudieron continuar con el siguiente reto, saltar sobre delgados postes clavados en la tierra, lo superaron sin contratiempos (Beth ya tenía ese elemento dominado porque los recordaba a pasos de ballet); por último, estaba el muro, medía seis metros y se supone que debían escalar.

La última esperanza de la Tierra (Keith x Oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora