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Escape y libertad

Elizabeth Carter era una mujer llamativa, de energía inagotable y una sonrisa encantadora. Donde fuera llamaba la atención por su belleza y amabilidad, atraía a todos como si fuese un imán y se rodeaba de personas tan fácilmente que en ocasiones podía sentirse abrumada. Y no es que fuera solo ella, había algo mucho más antiguo que resonaba con la energía de cualquier ser viviente, incluso animales y plantas mostraban su gracia en presencia de la castaña mujer.

Ella tenía una materia primordial envolvente y poderosa, resonaba tanto que si los humanos tuvieran el conocimiento de la energía que tienen en común con el universo, entonces podría usarla como si de magia se tratase. Su energía era tal que llamó la atención de una criatura tan antigua como el universo, un ser divino que escapaba de los conceptos de tiempo y espacio.

Disfrazado como un apuesto varón humano de cabello castaño oscuro y ojos brillantes que parecían de color borgoña, se acercó a la bella dama y la envolvió con mentiras de sí mismo para volverse íntimos. El diablo en piel humana, un lobo con la piel de un cordero que solo buscaba divertirse y descubrir por qué una mortal tan insignificante como Elizabeth Carter podía ser a su vez tan poderosa sin tener conocimiento de la energía primordial. Bajo el nombre de Samael, el diablo, aquel Ouranoi que inició una revolución y creó a los demonios, logró con éxito volverse amigo de tan extraño ser.

Y lo que empieza con una amistad a base de engaños, terminó en un romance tan profundo como imposible, un inmortal enamorado de un suspiro que acabaría en cualquier momento. Samael no pudo mentirle por mucho tiempo al ver que por vez primera sentía emociones fuera de la curiosidad y el deseo, así que se reveló como lo que era y le contó toda su historia a la muchacha que apenas cabía en su asombro.

Y si bien, al principio fue duro de asimilar, el amor que ella sentía por el demonio no le permitió que se separaran por mucho tiempo y dejó que él presentara su mundo como lo veía. Le mostró sobre la esencia primordial, sobre como todo estaba conectado, le dijo el nombre de cada cosa que habitaba el universo y cómo con ello podría dominarlo. Ella aprendió magia real y se volvió en una hechicera.

Pero mientras ellos vivían en su mundo de fantasía y romance, tal cual se tratase de una novela, en otro lado del universo el mal aceleraba su conquista guiados por un ente que movía los hilos y usaba de marionetas a una bruja y un emperador. Amenazando con destruir la realidad misma y absorber cuanta materia primordial les fuera posible.

Los Ouranoi no pueden intervenir en los asuntos de los mortales, algunos solamente se presentan a unos afortunados para guiarles o ponerlos a prueba, pero nunca usarán su poder para inclinar la balanza a favor de algún bando. Como casi dioses que se muestran indiferentes a sus creaciones. Pero el titiritero era uno de ellos, un Katarástike harto de la pasividad de Tyflóstheós (o como nosotros le conocemos: Lucifer) que por medio de una guerra entre mortales causaría suficiente caos como para tener acceso a la fuente de poder más grande en todo el universo, mejor dicho, el multiverso. Lo que ponía en riesgo a todos, mortales o no y que requería de una intervención diferente.

Así fue como Eínaisantotheó llamó a sus hermanos y hermanas para discutir un plan de acción sin necesidad de intervenir directamente. Evidentemente, y aunque algunos lo detestaban, Tyflóstheós fue invitado a la reunión para escuchar el plan. Se reunieron en el agujero blanco, siendo observados por el león guardián. Miles de ojos mirando a su líder que en su forma indescriptible se mostraba sereno y hablaba de la situación que empeoró con el pasar de los milenios. La solución parecía evidente, a pesar del cruento pasado de los Amanefili, deberían volver para poner fin al horror; sino, el destino final sería la destrucción de cualquier realidad.

La última esperanza de la Tierra (Keith x Oc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora