Parte 6

459 50 1
                                        

Sesshomaru se sentía ansioso, después de dos días en los que el trato había sido sellado, Kagome ni siquiera se preocupaba por prestarle atención alguna, y sólo sus liberaciones nocturnas lo hacían mantenerse cuerdo, después de probar semejante cuerpo que lo hacía desear volver a tocarla.

Salió de su habitación con determinación, subió las escaleras con cuidado de no hacer ruido y abrió la puerta de la joven rápidamente, como ladrón en la noche entró y se llevó una sorpresa al verla aun despierta sentada en su cama mientras leía un libro.

—Pensé que eras un cavernícola y que no sabrías leer —la joven le mostró la lengua y dejó el libro en su mesita de noche. Para Kagome no había necesidad de saber cuál era la oportuna llegada de su vecino de la planta baja, sabía perfectamente por qué la buscaba y no era sino porque ya se encontraba intranquilo porque ella no tenía intención alguna de acercarse a él.

Ella palmeó la cama junto a ella y él se acercó como imán al metal.

— ¿No podías dormir? —negó sin decir una palabra—. Yo tampoco.

Sesshomaru estaba por hablar para reclamar lo herido de su ego, cuando ella tomó su nuca son suavidad y le acercó hasta sus labios.

Por unos segundos tuvo unos segundos en el que sus sentimientos se afloraron, pero escaparon en cuanto la mujer se subió a horcajadas sobre de él sin dejar de besarlo.

El vaivén de su cuerpo eran torturas que no lo dejaban dormir desde que las conoció, colocó sus manos sobre las caderas de la chica y trató de recostarla sobre la cama.

En unos segundos la desvistió, no rechistó a ni uno de los movimientos que hizo y aceptó a cada beso que le regaló entre los intervalos que le quitaba la ropa, y ahí frente a él se sintió diminuta, el cuerpo de la mujer era antojable, combinaba con aquella personalidad alocada que tenía, era el que todo hombre deseaba tener y que por primera vez en mucha tiempo odió la duda de si alguien más lo había tocado.

Entonces se tentó a tocarla.

La palma de su mano viajó con mimo a través de su cintura y estómago, sintió sus estremecimientos cuando bajó hacia su intimidad y con uno de sus dedos comenzó a jugar con sus pliegues.

—Tienes un talento indescriptible para volverme loco.

Sus palabras ahogadas lo hicieron excitarse más, pero en esos momentos sólo deseaba darle placer a ella y seguir contemplando la belleza que tenía. Su mano derecha se regodeó viajando entre sus muslos y de vuelta a sus pliegues evitando tocar cualquier zona que la hiciera saltar del goce.

Acercó su cuerpo para besarla en los labios lentamente, succionó sus labio inferior y lamió el superior no sin antes guiñarle un ojo que la hizo sacar suspiros.

—Quiero volverte más loco Sessh —su erótica voz le dio un salto al corazón y una larga punzada a su miembro, asintió casi por instinto y dejó que ella le despojara de su playera, con el rostro le indicó que ahora fuera él quien se recostara y así lo hizo.

Dejó que le quitara la única prenda que los separaba de estar completamente desnudos y habló.

—Me dejaste —Kagome rio, sabía a qué se refería—. ¿Y te ríes?

— ¿O qué? ¿No me vas a castigar Sesshomaru Taisho?

Con la boca seca, observó a la de cabello azabache colocarse sobre su miembro a horcajadas, soltó un suspiro, la calidez de su intimidad sobre de él le atrajo una satisfacción que jamás había tenido, tanto para él como a ella.

—Debería hacerlo, pero por ahora, soy todo tuyo.

Una sonrisa jocosa apareció en el rostro de la chica y asintió mientras se introducía su miembro, el regodeo de sentirlo dentro de ella la llenó por completo y los dos se comenzaron a mover al unísono.

Al albino le daba satisfacción verla moverse con arduo deleite, especialmente si se trataba de ver saltar a la mujer que aun le gustaba junto con todos sus atributos.

Y por un segundo se dejó de llevar hasta que llegó al orgasmo.

¿Pero de qué hablaba? ¿La mujer que aun le gustaba? No era posible que todavía era preso de los encantos de aquella joven.

—Sessh —su afectuosa manera de referirse a él era la muerte—. ¿Puedes quedarte aquí hoy?

No era un mandato, si no un ruego, uno que decidió acatar cual orden, la abrazó con fuerza y besó sus labios una vez más. Tal cual como un amante lo haría, y es que eso eran.

Tentado a tocarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora