La primera vez que los ojos de Luke cambian de color ocurre a sus nueve años.
Es un día increíblemente soleado, próximo a ese verano incesante que lo espera con diversión dentro de unos cuantos días más en los que aguarda a que ya sean las vacaciones. Es temprano en la mañana, y el pequeño niño de pelo rizado y tan dorado como el sol se encuentra terminando de arreglarse para ir al instituto, parado delante de aquel espejo de mitad de cuerpo que se mantiene colgado en la pared azul, con un marco grueso que tiene grabada esta secuencia de pequeños cohetes pintados y un sinnúmero de estrellas que no forman ni una sola contestación.
Ya se ha puesto el uniforme como en cualquier otra ocasión, los botones en su camisa están en su lugar, aquella ridícula corbata que tiene que usar ya está alrededor de su cuello y esos pantalones azul marino se adhieren a su delgada cintura con ayuda de la correa negra que siempre suele llevar.
Se pasa la mano por el cabello con la intención de arreglar aquellos rizos dorados que se extienden por su cráneo hasta llegar un poco más arriba de la línea que separa su el pelo de la nuca, y aunque sabe que no hay mucho que pueda hacer al respecto cuando aún no es capaz de dominar la dirección de su propio cabello, se esfuerza tan solo un poco porque puede hacerlo.
No hay ninguna razón en particular por la que quiera verse bien ni mucho menos, y lo cierto es que todo eso deja de importar cuando echa un último vistazo y se da cuenta de que algo realmente aterrador está pasando con él. Al principio, cree que es una distorsión visual por la lejanía que existe entre él y su reflejo, cosa que deja de ser una creencia en el momento en el que se acerca más hacia el cristal y se da cuenta de que, en efecto, algo está sucediendo con sus ojos.
Le toma unos pestañeos atónitos el darse cuenta de cómo sus iris empiezan a desprenderse de aquel color amarillo casi oscuro que ha tenido desde el día en el que ha nacido, tan solo para ser llenados por este rosado extremadamente suave, fantasioso incluso cuando es el mismo tono que el algodón de azúcar que solo ha comido en la feria en las afueras puede llevar.
Naturalmente, Luke no es capaz de hacer la similitud, mucho menos crear una analogía que le permita lidiar con lo que está sucediendo de una manera más tranquila y hasta jocosa cuando él en serio disfruta la feria y el algodón. Lo cierto es que sucede básicamente lo contrario cuando extiende sus párpados por los bordes con la intención de ampliar su globo ocular y darse cuenta de que en serio está sucediendo y que no se trata de ninguna alucinación o circunstancia ficticia que le haga creer que, a los nueve años, está por caer en la locura.
En cambio, cree que se va a quedar ciego. Así de simple, así de sencillo, el pánico se apodera de su sistema ante la inminente creencia de que el hecho de que sus ojos están desintegrándose en este nuevo color tiene como significado que dejará de ver en cualquier instante.
—¡Mamá!— Grita lo más pronto posible, por puro instinto, con mucho miedo y esa idea que se adhiere a su cabeza de que perderá la visión para siempre y no podrá continuar con su vida nunca más. —¡Mamá!
Alarga la última vocal de la palabra junto con el sollozo que se escurre a través de sus cuerdas vocales, su pecho vibra con fuerza antes los hipidos que se hacen presentes incluso cuando no es su intención lucir tan desesperado. Podría llenar la habitación en un río de lágrimas si tan solo fuera posible, porque la forma en la que llora es casi devastadora y su rostro va adquiriendo este color bermellón casi alarmante que sirve como una muy buena representación de lo asustado que se encuentra.
Y tiene razones para estarlo, ni sabe que es lo que está ocurriendo con sus iris, consigo mismo, y al ser todavía un niño no cuenta con la capacidad para guardar esa calma que probablemente un adulto podría mantener. Casi no logra escuchar el traqueteo de las escaleras que hace su madre al subir rápidamente todos esos peldaños que la dirigen hacia el cuarto de su primogénito, mucho menos consigue oír su nombre escurriéndose de sus labios a gritos en un intento por llamar su atención y hacerle entrar en razón.
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Réplica ✦ muke au! | ✓
FanfictionUniverso alterno en donde el color de cabello de un alma gemela es el mismo color de los ojos del otro, y Luke Hemmings realmente no puede creer que el amor de su vida se tiña cada benditas cuatro semanas. *・゜゚・*:. muke clemmings! short story! soulm...