Capítulo 1

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Comentarios como: -Es bonita de cara, pero está demasiado delgada-, y -Puedes ser modelo, eres flaca, alta y tienes la estructura, ay como quiero ser igual a ti-, Eran los más frecuentes que salían en las conversaciones cada vez que hablábamos sobre comida o temas que tuvieran que ver con esta. Ni se imaginaban que yo deseaba ser todo lo contrario.

Me presento, me llamo Anne Sparza, Annie para los más cercanos. Tengo 17 años y soy española, sin embargo vivo con mi mamá y mi gato Rudolf, en un pequeño pueblo hacia el sureste de Inglaterra llamado Looe, si, tiene un nombre peculiar, pero considerando que está en Europa, no me esperaba menos.

Mi madre es mexicana y mi padre español, yo había nacido en España, pero vivimos en México hasta que cumplí cuatro años. Mi padre había conseguido la oportunidad de su vida, mi tío (su hermano) le había ofrecido ir a trabajar con él como chef principal para una gran rama de hotelería en los Estados Unidos. Entonces mis padres hablaron y tomaron la decisión de aceptar e ir a vivir allá, un cambio bastante grande y poco drástico (que se lea el sarcasmo) para una pequeña. Estuvimos ahí hasta que cumplí los ocho y luego volvimos al país natal de mi madre.

Ellos se han divorciado hace 7 años, cuando tenía 10. Mi padre había formado una nueva familia y nosotras nos fuimos literalmente a un pueblo del otro lado del continente. Poco a poco fui perdiendo contacto con mi padre, pero no porque yo quisiese, sino porque parecía que él se había olvidado de mí. Tenía que aceptar que él ya había formado su nueva vida con una nueva familia, pero no puedo negar que ese hecho me dolió y que intenté ocultar ese sentimiento y esconderlo hasta el fondo de mi ser, no podía llorar por una tontería o mejor dicho por alguien que yo consideraba no mereciera la pena.

Terminando de comer mi desayuno (que en realidad lo había puesto en un recipiente para llevarlo a la escuela y dárselo a mi compañero de asiento, porque casualmente siempre tenía hambre y nunca hacía preguntas del porqué se lo daba) subí las escaleras para cepillarme los dientes y más tarde ir a la escuela, una que por suerte quedaba a nada más que cuatro calles de mi casa.

Al acabar de hacer eso baje con lo fundamental de mi día a día: mi celular, unos auriculares un poco gastados, un buen libro y mi botella con jugo de alguna fruta de la cual desconocía el nombre. La verdad es que no tenía la mínima idea de cómo mi mamá conseguía cosas del extranjero, pero era el único jugo que me gustaba y casi lo único que no me daba remordimiento tomarlo. Cuando me despedí de mi mamá y Rudolf salí y comencé a escuchar música, puse la playlist que ponía cada mañana que quería sentirme como si estuviera en una película. Y así como si nada apareció él

Nathaniel Holland, mejor conocido como Nate. O como a mí me gustaba llamarlo de vez en cuando, Nathan.

El típico chico guapo, simpático y popular de la escuela, que podrá ser el idiota burlón más grande del mundo, pero sí que era inteligente y eso conseguía llamar mi atención.

Desde que me mudé no pude evitar fijarme un poco en él, pero su actitud burlona ante todos hacia que ese interés desapareciera. A mí no me convencía del todo, sabía que él no era sólo eso, esa más bien era como su fachada, pero, ¿Qué iba a hacer yo? Ese no era mi asunto, entonces seguí como si jamás hubiera despertado en mi aquel destello de curiosidad. 

Mientras estaba sumergida en mis pensamientos él se acerca a mí y me da un saludo que me hace salir de ellos.

-Hola Niels- sonrió

Ay cómo odiaba ese apodo, me sentía de lo más avergonzada cuando recordaba del porqué surgió.

-Ya te dije que no me gusta que me llamen así, Nathan- lo mire con cansancio pero a él no pareció importarle mucho ya que siguió hablándome como si nada.

-Pero ¿Por qué?

Si, es un lindo recuerdo ser pillada en pleno examen mientras dices: "¡mierda Niels Bohr!, ¿por qué tenías que crear un modelo atómico tan complicado? Apenas y puedo recordar la carga de los neutrones y sales con esto".

-Por favor, no me lo recuerdes- le pedí con un gran esfuerzo para no estampar mi libro en su cara.

-Creo que jamás voy a olvidar cómo el profesor Jenkins te miró y luego pidió que cuides tu vocabulario o irías a hablar con la orientadora, mientras que tú-

No pude resistirme y le pegue con el libro, pero no por la cara, por supuesto, sino por uno de sus hombros. Él no pareció para nada sorprendido y soltó algo similar a una pequeña risa.

-Tus golpes dan pena Niels- me dijo con burla en los ojos.

Ok, era un fastidio, uno que tal vez, pero sólo tal vez mejoraba mi día de vez en cuando. De igual manera decidí ignorarlo e ir directo a la entrada del instituto. Sentía que él me estaba siguiendo, pero no decía nada.
Por lo visto prefería quedarse callado, lo cual agradecí ya que tenía tremendo dolor de cabeza, luego de no poder pegar el ojo en toda la noche.

De la nada se puso al lado mío y me preguntó:

-Hey, ¿estás bien? Pareces un poco cansada, mejor dicho, demacrada- era demasiado bueno para ser real, él no podía quedarse callado ni por un minuto.

Me recordaba a Pancha, una cotorrita que tuve a los 7 años que prácticamente hablaba hasta quedarse dormida. Después de ella no tuve ninguna mascota y no porque no quisiera, sino porque no tenía el tiempo que requiere dedicar a todas las atenciones y cuidados que necesitase. Bueno, eso fue hasta que llegó Rudolf, un gato regordete de pelaje color cúrcuma que encontré un día lluvioso cuando iba de camino al mercado.

Entonces respondí con un poco de indiferencia a ver si notaba que quería estar sola.

-Estoy bien, sólo tengo algo de sueño.

Él no pareció habérselo creído pero aceptó mi respuesta y se fue corriendo a saludar a un grupo de chicos que estaba más adelante, dejándome totalmente desconcertada.

Hasta que mis huesos sean cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora