Capítulo 4

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Llegue a casa luego de diez minutos. Tenía la suerte del mundo ya que Maya también vivía cerca del instituto igual que yo, entonces siempre volvíamos juntas.

Entré y como siempre me recibió el silencio, así era mi día a día. Mamá había terminado de ducharse como para ir a su trabajo y cuando me vio sonrió.

-Gracias al cielo que llegaste Annie ¿no has visto mis aretes?

Mamá seguía con el cabello húmedo y corriendo de aquí para allá buscando su arete. Iba a ser un poco complicado encontrarlo, ya que la casa estaba hecha un caos, y eso que probablemente ella lo creó buscando el par.

A pesar de que somos mujeres, el orden no era lo nuestro y sí, me doy cuenta de lo sexista que suena eso. No, no quiero justificarlo, pero es que suele ser lo contrario.

Podrías encontrar una pinza de cabello o alguna que otra goma con pelos en la alacena. Sí, un asco total.
Yo me consideraba la más limpia y la que trataba de mantener el orden, pero uf cómo me cuesta lograr eso hasta ahora.

-Hola mamá, yo también me alegro de verte. Me fue muy bien hoy, sólo tuve un breve dolor de cabeza... pero estoy bien, gracias por preguntar.

Bien, estaba un poco irritada. Sé que no debería de comportarme así y complicar las cosas, solo que... no sé, simplemente estoy cansada de todo.

-Annie...perdón hija, ahora no tengo tanto tiempo y llego tarde. En la heladera ya está la cena, es lasaña, puedes calentarla y hacer una ensalada para acompañarla- exclamó ahora mientras buscaba sus llaves.

-Bueno, me imagino que tendré que lavar la ropa y los platos más tarde.

-Si lo hicieras te lo agradecería muchísimo, cariño- lanzó un gritito de alegría cuando le señalé las llaves que estaban al lado del arenero de Rudolf y realizó un mini baile cuando las recogió.

Mmm creo que debería desinfectarlas primero, pero antes de que se lo dijera ya estaba en la puerta. Bien.

-Creo que llegaré un poco tarde. Hay una reunión con la junta y debo estar ahí hasta que finalice todo- mencionó para luego tomar un gran suspiro.

Mamá es encargada de una parte fundamental en la empresa de seguros en la que trabaja, la cual creo que no le paga lo suficiente. Siempre que sucede algo ella va al rescate y salva el trasero de todos.
De verdad deberían pagarle más o darle unas muy largas, largas vacaciones.

-Está bien, ve tranquila. Yo cuido todo.

-Gracias mi vida, te amo- dijo y se fue sin más.

Así mamá salió y luego yo fui a la cocina a ver lo que supuestamente iba a cenar.

Honestamente, se veía bastante apetitoso y olía espectacular. Sin embargo, el saber todas las calorías que poseía hizo que mi mente obligara a mi estómago a cerrarse. Así que cargué una porción considerable en un recipiente desechable y luego salí a la calle.

Caminé unas cuantas cuadras hasta llegar a casa de los Weasley y toqué el timbre.

Cuando la puerta se abrió divisé a la señora Weasley, una señora de estatura baja y figura algo regordeta, con las mejillas siempre sonrojadas y una sonrisa cálida que irradiaba amabilidad me recibió, seguida por sus cinco hijos: Hera, Harry, Mandy, Leah y Tommy. 

La señora Weasley quedó viuda luego de que su esposo sufriera un grave accidente en la carretera cuando volvía de su trabajo.  No puedo imaginar el dolor que ese hecho dejó en su vida y por lo tanto en la de sus hijos.

Crecer sin un padre no es una gran experiencia y puedo confirmarlo.

La saludé con una pequeña sonrisa y ella me correspondió.

-¿Qué haces aquí Annie? Está por oscurecer y hace frío ¿necesitas algo, querida?

A pesar de los golpes de la vida, no cambió su modo de ser ni de ver las cosas. Ella podría no tenerlo todo, incluso podría faltarle algo e igual daría lo poco que tiene a quien lo necesite y eso es lo que más admiro de su persona.

-No, no, señora Weasley. Estoy bien, gracias por preguntar. Venía aquí a traerles esto- digo ofreciéndole el recipiente-; Sé lo mucho que les gusta a los pequeños la lasaña.

Antes de que ella pudiera tomarlo unas pequeñas manos se deslizaron y lo agarraron.

-¡Lasaña!- dijo Tommy con una gran sonrisa, aunque le faltaban la mitad de los dientes.

-Oh, gracias querida, en verdad no hacía falta-dijo algo apenada.

-No es nada, teníamos de sobra y como sabía que es la comida favorita de los chicos, pues... ya ve- le ofrezco mi mayor sonrisa.

-Gracias de nuevo querida y ¿chicos, que se dice?

-¡Gracias Annie!

Me despido de los chicos y de la señora Weasly y vuelvo a casa. Ahora estoy mucho más cansada y solo quiero acostarme, pero primero debo ordenar un poco.

Al terminar de ordenar voy a mi habitación, me acuesto en la cama y me pongo los auriculares. Poco tiempo después me quedo dormida y cuando despierto, vuelvo a bajar a la sala.

Mamá todavía no ha llegado. 

He decidido volver a acostarme, solo que, para este entonces, el hambre no me deja volver a dormir.

Puedo bajar nuevamente y tomar agua hasta saciarme o comer algo que llene este maldito vacío, mucho mejor si es algo sustancioso, ya que me estoy por desmayar del hambre. Me siento débil, pero por lo menos estoy delgada. Delgada, delgada, delgada, cual escarbadiente de madera. 

Ya no aguanto.

Revisando mentalmente las opciones que tenía no se me ocurre otra más que el rol de canela. Parece como un anuncio por mi mente que aparece e ilumina para luego desaparecer a su antojo.

Aquel dulce pedazo de masa ultra procesado con azúcar y canela de aproximadamente 390 calorías me llamaba y caí en la tentación. Además del rol, encontré un paquete de shortbreads y también los devoré.

No puedo evitar pensar que esa cantidad de calorías era casi la misma que hubiera conseguido de haber consumido la lasaña con la ensalada, comida real y me siento estúpida. Porque, después de todo, sí terminé consumiendo más de lo que me había propuesto hoy.

Y así, bajo la luz de la lámpara en un rincón de mi habitación, comiendo como si no hubiera mañana, es como termino mi primer día de clases. Genial. Estupendamente genial.

Hasta que mis huesos sean cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora