Prólogo

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La verdad es que siempre he sido delgada, mi mamá en broma me decía que era puro hueso, pero no tenía ni idea de cómo eso me afectaba. Cada vez que me veía al espejo me quedaba mirando aquellas partes casi inexistentes que atraen a los chicos y sé que suena bastante superficial el hecho que pensara en eso, pero no podía evitar sentirme insegura y bastante inferior a otras chicas. Me sentía horrible conmigo misma y no solo por el hecho de que no impresionaba a nadie con este cuerpo, sino también por la repulsión que me causaban los recuerdos, por lo tanto que traté cambiarlo y por el precio que tuve que pagar.

Esta no es una historia bonita, ni con final feliz, es una real, una que, lastimosamente, viví en carne propia.

Hasta que mis huesos sean cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora