KENNEDY THORTON nunca entendió realmente muchas cosas sobre la vida y cómo interactuaban las personas. Como si un día pudieras estar prácticamente pegado a la cadera de alguien, y luego al siguiente estabas dispuesto a poner un cuchillo en su garganta. Y exactamente así fue su relación con JJ Maybank. El corazón de Kennedy solía latir cada vez que se encontraba con los brillantes ojos azules de JJ Maybank, pero ahora no había nada más que odio ardiendo en su pecho cuando se encontraba con los arrogantes ojos azules cristal. Kennedy tuvo que controlarse cada vez que estaba en la misma vecindad que el chico de Maybank, y cada vez que él abría la boca, lo único que veía era rojo. No había un momento en el que Kennedy no quisiera sacarle la luz del día al chico.
Enfado. La emoción nunca era ajena a la chica Thornton, estaba incrustada en su ADN. La ira y la frustración ardían en sus venas. Le gustaba pensar que manejaba bien su enojo, pero todos sabían que eso es mentira. No había mucho que no hiciera enojar a la joven rubia, era una bomba disfrazada. Bajo todas las capas de bondad y perfección que retrató, se escondió la verdadera Kennedy Thornton. La verdadera Kennedy Thornton era un huracán, y la ira alimentaba las fuertes olas de lluvia y viento. Todo lo que rodeaba a Kennedy la enojaba. Odiaba todo, su familia, su novio, su fachada de una puta vida. Estaba cansada de todo, era solo cuestión de tiempo antes de que se rompiera.
A veces envidiaba a los pogues, viéndolos vivir libres sin el peso de las miradas y las expectativas que los reprimían. A menudo se preguntaba si tenían que llevar el peso de sus sentimientos sobre sus hombros, que su corazón se contraía de dolor con cada día que vivían. Sabía que tenían sus propios problemas entre manos y que las cosas no se les entregaban como si fueran con ella.
A menudo deseaba no haber nacido en la familia que tiene, se pregunta cómo se siente una familia amorosa. Deseaba no tener que caminar sobre cáscaras de huevo cada momento de vigilia de su vida. Quería ser libre, quería sentir el amor de las personas que la querían por ella, no por el beneficio de su familia, no por la atención de estar asociada con la princesa kook, solo por ella. Pero con la interacción constante e interminable con las personas de plástico de la figura ocho, sabía que su deseo nunca podría hacerse realidad. Pertenecer no era algo que estuviera hecho para un kook, estaban destinados a ser percibidos como la perfección, para ser admirados por las personas que deseaban ser ellos. Así que el sentimiento de nostalgia que ardía intensamente en el pecho de Kennedy se hundió profundamente y se mezcló con la ira y la frustración que llenaban su vida.
