Capítulo 6

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En cuanto estuve vestida y preparada (bueno relativamente preparada) salí de mi habitación y me dirigí corriendo hacia la cocina.

Entre tan rápido (casi literalmente como un rayo) en el cuarto que casi derribo a mi mamá que llevaba un gran plato lleno de hot cakes con chispas de canela, que como bien sabía eran los favoritos de mi hermano, y para que negarlo, también mis favoritos.

-Wow Claire, jamás te había visto tan emocionada por la mañana, ya sabes antes de ir a la escuela -fue lo primero que me dijo mi madre, después de recuperarse del atropellamiento anterior.

-Si, lo sé, pero lo siento ¿quieres que te ayude con el plato?

-Claro, está bien. De hecho, son los tuyos.

-Ah, bueno, gracias.

Y con una ligera sonrisa me dio los hot cakes, que, en cuanto me senté en la mesa, devoré.

Cuando regresé a la cocina para dejar mi plato, que había dejado prácticamente limpio, me preparé un té. Esta vez me decidí por un poco de té negro al que le puse casi nada de leche, y aunque no me lo tomé precisamente en pequeños sorbos sino en mas bien en un par de tragos largos disfrute cada uno de ellos lo máximo que me fue posible.

Aunque una pequeña parte de mi no quisiera admitirlo, mi mamá había tenido razón en la primera frase que me había dicho al verme, hacía un rato. Era la primera vez que al despertarme realmente no había sentido que algo abrumador o deprimente o hartante me esperaría en cuanto cruzara los muros de mi hogar. Era la primera vez que no tendría que utilizar en unas horas mi sarcásmo mas como arma que como diversión real. Sentía las ganas de salir corriendo para saludar a mis nuevos amigos recorriéndome las venas, las ansias de poder reírme un poco más como el día anterior, como si nada realmente importara.

Pero también recordé una vez más lo último que había sucedido antes de llegar a casa. La sombra, el abrazo, la advertencia, mi promesa...

Todo eso también me intrigaba.

Así que volví a salir corriendo, después de dejar mi taza y tomé mi mochila a todas prisas. Supuse que mi familia ya me estaba esperando en el coche, pero mientras bajaba las escaleras y los ví, parados en el umbral de la puerta, recordé que nuestro auto seguía descompuesto.

Todos nos despedimos de todos y salimos, cada uno por un camino distinto.

Apenas llevaba unos minutos caminando cuando aparecieron...

-Hola chica de las caídas -me dijeron tres voces al unísono desde atrás; la diversión se les notaba en sus tonos de voz.

Entonces me giré.

-Hola chicos de las sombras -les contesté, sonriendo, de la misma manera.

Pero a pesar de que lo dije en broma y a Caroline y Emma si les había divertido mi chiste, se notó que a Alex no le parecía tan divertido. Pude notar de hecho como se le ensombrecía el rostro solo por oír aquellas palabras.

Así que cambié de tema y continuamos platicando los cuatro (aunque Alex un poco menos de lo normal; se le veía rígido y alerta) hasta que llegamos al colegio y entramos directamente a clases. Al parecer se nos iba a hacer costumbre llegar aunque fuera dos minutos tarde.

No importaba cómo pero me propuse que ese día, aunque fuera solo a las chicas, tendría que preguntar qué fue lo que habían visto exactamente. Y a Alex, por separado, qué le asustaba tanto.

En cuanto pude le mandé un papelito a Emma, que de las dos chicas era la que estaba sentada más cerca de mí, que decía:

"Necesito hablar con Caroline y contigo. Es URGENTE. Nos vemos en el baño durante el primer receso. Avísale a Caroline"

Y después de voltear a verme asintió y le envió el mismo papelito a Caroline.

La idea de vernos en el baño había sido espontánea, pero me había parecido que era la mejor manera en que Alex no sospechara tanto. Al fin y al cabo más de la mitad de las niñas que había conocido alguna vez en mi vida iban en grupo al baño, y sobre todo a platicar. Era algo que no acababa de entender (sobre todo por las aglomeraciones que provocaban) pero así era.

Estaba impaciente por hablar con ella. Lo único en lo que podía pensar era en ¿Qué responderían cuando les preguntara todo lo que quería preguntar? Y lo que me contestaba una vocecita en mi cerebro siempre era lo mismo: No lo sé.

No lo séDonde viven las historias. Descúbrelo ahora