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[Un día cualquiera noté algo extraño. Un día cualquiera él apareció repentinamente]
La punta de mi lápiz se había roto de nuevo, no pude evitar suspirar al ver el tachón que se había hecho sobre el cuaderno. Me pregunté si la profesora Parker me regañaría al ver la hoja con esa línea, seguramente sí, así que quise coger el borrador cuando sin querer le dí un codazo y se cayó por debajo del escritorio.
Me agaché rápidamente para comprobar que tan lejos había aterrizado, me desanimé al ver que estaba casi al fondo, entre los huecos de la base de madera. Me bajé de la silla y tumbándome, me arrastré ágilmente por el suelo para alcanzar el borrador.
No distinguía tan bien la forma del objeto por la poca luz que llegaba, pero mis dedos lo habían tocado.
—Casi, casi...lo tengo—Rozaba con la punta la textura lisa y cuadrada, estiraba mi cuerpo lo más que podía hasta que al fin, lo atrapé—¡Sí!
Había exclamado victorioso y satisfecho, pero cuando quise retirarme y sentarme otra vez, sentí un escalofrío recorrerme la espalda.
Una sensación gélida me invadió, notaba un cosquilleo desagradable en la nuca. Me detuve por un momento a mirar a los lados por instinto. Lo único que hallé fue los cajones tanto a mi izquierda como la derecha, el espacio vacío que había entre el armario y mi escritorio.
Me llamó la atención cuando creí descubrir que una de las puertas estaba entreabierta, me distraje cuando un jalón se hizo en mi cuello. Me quejé por el tirón, por lo que intenté reptar hacia afuera, no obstante recordé que llevaba la cadena de mi madre, ésta misma se había enganchado con algo.
