Capítulo 26

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Un gran error en las fiestas es servir primero el alcohol y esa fue la gota que derramó el vaso en la boda de Saga y Camus.

— ¡Fondo, fondo, fondo! — Gritaba Death Mask dándole de beber a Aioria quien mantenía su boca abierta tomando de la botella que su amigo le daba.

— ¡Hasta el fondo! — Levantó su vaso Dohko para que sus demás amigos hicieran lo mismo.

En ese círculo de amigos donde ni uno de ellos se daba cuenta de lo que estaban haciendo, Milo trataba de unirse a ellos pero Kanon siempre buscaba una excusa  para no dejarlo ir.

— En que momento me dejarás ir Kanon — Susurró muy desanimado Milo observando a los demás divertirse desenfrenadamente tomando hasta el grado de ni siquiera saber como se llaman.

— ¿Y llevarte de regreso a tu casa todo borracho y mareado? Olvídalo... Mejor pido una ronda para ti y para mi; así te puedo cuidar sin problema, además no quiero problemas con tu hermana.

Milo no tuvo más opción que cruzarse de brazos, recargó su mentón sobre ellos y esperó que Kanon ordenara unos tragos para ellos.
Ahora Kanon parecía como su hermana y eso que logró verla a lo lejos bailando con su pareja y él sentado mirando a los demás invitados disfrutar de la fiesta.

— Voy a ir a los sanitarios en lo que llega la ronda que pediste — Contestó Milo levantándose de su asiento.

— Adelante... Yo te espero.

Le respondió Kanon sin oponerse, aunque lo conocía a la perfección; estaba seguro que algo se traía entre manos. Decidió darle un poco de espacio personal, después iría a buscarlo. Mientras no se vaya con sus amigos que bien parecía "Los borrachos de la esquina" todo bien.

No era el hecho que lo quisiera estar cuidando, ni mucho menos que quiera seguir sus pasos; sin embargo si dejaba que Milo se fuera con su grupo de amigos que no lo llevan a nada bueno, es evidente que terminaría mal y no quería eso para él.





Mientras Milo caminaba para los sanitarios, antes de llegar a ese lugar, se detuvo totalmente porqué se dio cuenta que ahí se encontraba el tío de Kanon, el señor Deuteros.

Tenía que acercarse a él y preguntarle de u a vez por todas porqué se escondía detrás de las personas que deambulaban en la fiesta sin problema alguno.
Con pasos sigilosos se fue acercando lo suficiente y colocó su mano sobre el hombro del moreno quien al sentir ese tacto se asustó de inmediato.

— ¿Señor Deuteros? — Lo llamó Milo.

Sin embargo el gemelo menor dio un ligero brinquito por la llegada repentina del joven que es asistente de su sobrino.

— Eres tu Milo — Susurró aliviado al ver que se trataba de él, se llevó una mano a su largo cabello azulado para calmarse un poco. Aunque ese ligero susto hizo que su corazón latiera con más fuerza, aún más de lo que ya estaba.

— ¿Porqué se escon...? — Milo no terminó de hablar, se giró levemente para buscar con la mirada a lo que Deuteros huía como un cobarde.

— Con que espiando a Degel — Sonrió ladino al encontrar el hecho por el cual el gemelo menor huía de los presentes.

— No tengo el valor para verlo de frente.

—  Claro que lo tiene señor Deuteros... Si ya tuvo el valor de llevarlo al hotel; aquí en la fiesta no es problema — Le contestó Milo tratando de darle ánimos al tío de su jefe.

— Vaya... Me lo dice el que no se ha presentado ante Camus para darle un abrazo de felicitación — Claro que el gemelo menor no se quedaría con las ganas de molestarlo de la misma manera.

En ese momento Milo no sabía que responder, le había dado justo en el punto de su situación. Desde que llegó a la fiesta no se había dado el tiempo de por lo menos tener la delicadeza de felicitar a la recién pareja de casados.

— Yo... — Comenzó a titubear nervioso — ¡Que linda corbata trae señor Deuteros! — Exclamó Milo esperando que aquella distracción sirviera para que el tío de Kanon no lo estuviera interrogando.

— ¿Lo ves? Estamos igual. Creo que me quedaré soltero toda mi vida —Se quejó Deuteros recargandose en la pared.

Fue entonces cuando a Milo se le ocurrió una gran idea; tomó de la mano al tío de su jefe y lo jaló para llevarlo entre toda la multitud que se había dado cita para la boda.

— Espera Milo...

Sin embargo, Milo no lo escuchó. Ambos pasaron entre todas las personas; a los pocos minutos logró ver a su objetivo.
A unos cuantos pasos se encontraba Degel quien estaba de espaldas mientras bebía una copa de vino.

— ¡Bingo! Su interés amoroso está solo.

Se burló Milo llevándose a Deuteros para dejarlo justamente frente al francés quien se quedó sin palabras al tener ante su mirada a ese hombre que siempre había sido su primer amor en su vida.

— Deuteros — Susurró nervioso.

— Degel.

Ambos conectaban esa mirada tan hechizante donde ambos no dejaban de admirarse.
Milo se dio cuenta que su trabajo había terminado ahí; se dio la media vuelta dejandolos solos y nuevamente tomó su dirección para los sanitarios.

Pero no contaba que otra voz a lo lejos interrumpiera sus pensamientos.

— ¡Milo... Espera!

El heleno se giró lentamente para ver quien lo llamaba con desesperación.
Entre toda la multitud no se había percatado que aquel que lo llamaba era nada menos que...

— ¿Camus?

— ¡Pensé que no vendrías! — Exclamó el joven galo envolviendo en un abrazo a su amigo.

— Claro que estoy aquí... No me hubiera perdido tu boda por nada del mundo — Le respondió devolviendo ese noble gesto del abrazo, aunque en la realidad él no quería presentarse a la ceremonia.

— Me alegra verte aquí Milo... Compartiendo este momento especial en mi vida.

Nuevamente ahí estaban aquellas palabras que quizá serían hirientes al corazón de Milo. Pero por alguna extraña razón, esta ocasión no se sentía mal por ello, si no todo lo contrario.

— Saga se encontró con una persona maravillosa que estará en su vida para bien y para mal... Ambos lo merecen Camus.

El joven galo cerró sus párpados, tomó la mano de Milo y lo llevó inconscientemente a su vientre.
Ante esto al principio Milo no entendía que trataba de decirle, pero no fue tan tardado para que se diera cuenta de lo que Camus intentaba decirle.

— Saga y yo pronto seremos padres y de ante mano te anticipo que tu serás el padrino de nuestro pequeño retoño.

Milo no sabía si todo esto era una prueba para demostrar realmente que no haría alguna situación que lo hiciera rogar por amor al francés pero no fue así.

Aquellas palabras ya no eran como dagas, al contrario... Nació un bello sentimiento cuando le mencionó la palabra padrino porqué justo en ese momento en su mente se le vino una sola persona y ese era Kanon.

— Claro que si  Camus... Si dejas que tu pequeño retoño me lo lleve al bar con todo gusto — Bromeó ganándose un codazo por parte del francés.

— Tu no cambias pero acepto la idea Milo.

A lo lejos lo miraba Kanon quien sostenía el trago de Milo y el suyo. Las cosas salían mejor de lo que pensó; era un gran paso para Milo no dejarse llevar por sus emociones al tener de frente a Camus, si cambió y en demasía.

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Mi Dulce Adicción (Kanon X Milo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora