Diecisiete

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TYLER

La discoteca estaba demasiado lejos del departamento, tal vez demasiado, y no podía evitar mirar como subía la tarifa sin parar del taxi en el que iba a buscar a Laura. Yo no tenía ningún automóvil como para ir, así que decidí ir de ese modo. No estaba del todo contento, pero sabía que la chica me necesitaba en ese momento. Resoplé fastidiado, porque no era mi lugar favorito una discoteca, pero ahí estaba. Enojado y fastidioso.

Traté de comunicarme con la amiga de Laura, pero nada sucedió, sino más bien todo lo contrario. Era yo tratando de hablarle a la nada y queriendo entrar a un club de blancos y todos lindos.

Me acerqué a la boletería y alcé mis cejas sin poder creer el costo de la entrada. ¿Estábamos todos locos en este país? Pensé en cuánto me costaba hacer ese dinero y me pregunté si realmente valía la pena darlo todo por Laura. Maldije, por supuesto que lo daba.

Saqué unos billetes arrugados de mi cartera y se los di a la chica que me miró de mala gana, como todos cuando veían a un latino. Traté de no quejarme mucho y avancé hasta la puerta, pero obviamente no me dejaron pasar. Discutí unos minutos con el tipo, pero nada logré. Ya estaba acostumbrado a eso y por esa misma razón trataba de encontrar a Laura o a India por cualquier lado.

—Vamos, mi novia está borracha ahí dentro y tengo que ir a buscarla —le expliqué aunque estaba seguro que a él no le interesaba en lo más mínimo en ese momento. Chasqueé la lengua, porque estaba odiando cada minuto de esa noche tan errada.

—La próxima no dejes salir a tu novia —se burló el de seguridad y yo estuve a punto de golpearlo aunque todos sabíamos que no era la mejor opción en ese momento. Por suerte, apareció India a lo lejos y me hizo señas. Nada podía hacer si ese idiota no me dejaba pasar, pero la chica se acercó al guardia y le dio un billete grande, mucho más grande de lo que pensaba.

Me enojaba ese tipo de momentos porque se suponía que yo tenía derecho como cualquiera, pero seguía siendo la fiesta de niños bien y no encajaba ahí. India me dijo que le siguiera, que Laura había tomado lo de siempre, pero misteriosamente le había caído mal. Algo sobre no comer o algo así, no lo terminaba de entender del todo. Solo me preocupaba el estado de la rubia y alcé mis cejas cuando entramos al VIP, con otro billete grande, y la vi en el sillón.

—Mierda, Laura —me quejé cuando me acerqué a ella. Estaba sentada, pero su cuerpo se caía de lado, la cabeza recostada sobre el sillón y dormía o algo así. Miré a India tratando de creer que eso había sido nada más que alcohol—. ¿Me estás diciendo que esto fue alcohol nada más? ¿Nadie la drogó?

—¿Qué? ¿Quién crees que somos? No somos tontas, sabemos cuidar nuestros vasos.

—Te sorprendería la cantidad de chicas drogadas que he visto y bajo su consentimiento.

—Laura no es de esas, créeme —me respondió con enojo, seguramente lamentando haberme llamado. A mi no me importó en lo absoluto y ayudé a Laura a ponerse de pie. Llevaba un vestido que me ponía nervioso de solo verlo y todos a mi alrededor comenzaron a mirarla, esperando que un poco de piel se escapara. Eso me hizo quitarme la chaqueta y arroparla con ella, quedandome tranquilo que no iban a ver de más.

No podía sacarla en brazos, así que salí de la discoteca aferrandola a mi cuerpo y avanzando por el lugar dispuesto a marcharme. India iba delante, corriendo a las personas para que yo caminar mejor. Podía sentir las miradas en mi y en Laura, pero ella se movía con lentitud y eso me incentivaba a continuar. Me daba un poco de pánico la situación, porque si estaba con algún problema médico íbamos a terminar todos en el hospital. Y yo odiaba los hospitales.

La sala caliente +18 [Editorial Scott #1.2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora