Trece.

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Desperté esa mañana sintiendo que había vivido un sueño muy dramático, digno de una novela juvenil. Sin embargo, la realidad estaba ahí y todo eso pasaba en mi vida. Vaya desastre había armado la noche anterior, por donde lo quieras mirar y por más que quisiera fingir había mucho que tenía que pensar. La ducha me ayudó a analizar mis pensamientos y al salir decidí que iba a tratar de comenzar una nueva vida. Lejos de Tyler, lejos de mis problemas, lejos de todo. Iba a comenzar a buscar otro trabajo y conseguir algo mejor, o firmar el contrato que me habían dado.

Me bañé, me puse lo más linda que podía en ese día gris de verano y me senté a almorzar en la barra como si nada hubiese pasado. De hecho, había un caos interesante en la sala y esperaba que Tyler lo limpiara o iba a empezar a los gritos. Por suerte no había quedado nadie y tampoco escuchaba que en la habitación de mi compañero estuvieran esas dos chicas que había escuchado.

Para mi malestar, Tyler salió de la habitación y se sentó a desayunar conmigo, aunque del otro lado de la barra. Comía cereales con algo, pero no le presté atención a su dieta poco balanceada. Me distraje leyendo el contrato que me daba ese señor que tampoco era la gran cosa, simplemente algunas cosas que cumplir y el silencio que iba a pagarme. No buscaba tenerme para siempre con él, sino más bien un par de meses y luego probar. No me parecía tan mala opción y en ese momento encontraba una buena solución a mis problemas.

—Buena fiesta la de ayer —dijo Tyler casi a modo de saludo. Encogí los hombros sin darle importancia porque no había estado en ella como para saberlo. Lo loco de todo eso es que sabía que Tyler hacía eso para molestarme, porque antes no desayunaba conmigo, sino más bien aparecía al mediodía luciendo terrible. Pero yo estaba segura que se despertaba y me molestaba solo porque le parecía divertido.

Seguí comiendo como si nada, como si no me importara lo que tenía para decirme y en parte era así. Odiaba a ese idiota que me tenía como loca, a los sentimientos nuevos y al deseo que me estaba consumiendo de a poco. Tenía que pensar en otra cosa, tener sexo con otra persona o lo que sea.

Necesitaba un tiempo libre de Tyler.

Pero, no podía con mi genio.

—Gran fiesta armaste ayer en tu cama, uh.

Era terrible, no podía quedarme callada, irme a trabajar y fingir que nada de eso me había afectado. No, tenía que armar un revuelo terrible porque estaba celosa y no sabía cómo demostrarlo. Quería llorar de lo tonto que me ponía ese hombre.

Tyler me miró frunciendo el ceño, como si no entendiera qué estaba diciendo, y se fue de la sala. Suspiré, sin entender en qué había fallado, pero haciéndome una buena idea. Para mi sorpresa, volvió como si nada y me di cuenta que me estaba por decir algo. Volvió con una computadora y se sentó nuevamente frente a mi como si quisiera mostrarme algo. Tocó la tecla de espacio y pegué un pequeño salto cuando los gemidos inundaron el silencio por completo.

—¿Esa fiesta?

Me puse roja, totalmente roja cuando comprendí que no había escuchado a Tyler teniendo relaciones con otras personas. Sino a mi compañero viendo porno. Me quedé en silencio, pero me costó recordarme que tenía la boca abierta de par en par, asombrada por todo lo que había pasado. Tyler se rio y negó con la cabeza mientras cerraba la tapa de la computadora, volviendo a su cereal. Nos quedamos en silencio por unos largos segundos hasta que comencé a reírme sin poder evitarlo. Al rato él se unió a mis risas y terminamos en una especie de situación bastante graciosa y embarazosa. No voy a negarles lo obvio, un poco aliviada estaba por saber que no había pasado nada.

—Entonces... tú puedes tener un novio, o algo así, un sugar daddy, pero yo no puedo tener relaciones con nadie.

—El mundo puede ser un lugar cruel, Tyler.

La sala caliente +18 [Editorial Scott #1.2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora