n u e v e

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Eliser había ido cada semana, durante dos meses, al territorio Krathov para tratar los ojos de Ashton. Funcionó, sus conjuros. La vista de Ashton mejoró considerablemente. No era lo que una vez fue, Ashton dudaba que lo fuera, pero podía hacer algo al respecto. Usaba lentes y lentillas para corregir lo que quedaba de deficiencia.

—No te los quites. —Dijo Froy.

Ashton estaba debajo de él. Era sábado por la mañana. Habían ido a la cabaña del padre de Ashton el viernes por la tarde y permanecieron allí hasta ahora. Habían querido un tiempo a solas, la mansión Krathov resultaba muy concurrida a veces. Gente de la manada yendo y viniendo constantemente, necesitaron espacio.

Sus miembros erectos se alzaban entre sus cuerpos desnudos. Habían tenido sexo por la noche, pero no fue suficiente. Últimamente no importaba cuanto lo hicieran, nada los saciaba. Ashton pensaba que se debía a la falta de un vínculo sólido, y era la magia de ambos exigiendo algo más eficiente.

—Son molestos. —Dijo Ashton acomodando sus gafas, eran de montura negra y delgada. Por alguna razón a Froy le fascinaba como les quedaban.

—Por favor. —Pidió Froy. Y Ashton contuvo el aliento, jamás podría negarle nada a Froy, no cuando ponía esa voz suplicante y dulce.

Ashton acomodó las gafas en el puente de su nariz y Froy sonrió, de manera peligrosa y tentativa, provocando que la polla de Ashton se sacudiera.

— ¿Sabes lo atractivo que eres? —Preguntó Froy, en un tono bajo y pesado. Tomó los labios de Ashton en los suyos, antes de descender por su mandíbula y cuello, bajando hasta su pecho.

Allí escuchó a Ashton gemir al momento que su lengua acarició la cabeza hinchada y sensible de su falo, cuando con su boca engulló el miembro de Ashton.

—F-Froy. —Murmuró, hundiendo sus dedos en el sedoso cabello blanquecino de Froy.

Su lengua era hábil y conocía todos los lugares correctos que hacían suspirar a Ashton, la presión exacta con la que debía tomarlo, fueron años de explorar al otro.

Ashton se hizo de la frente de Froy y lo obligó a alzar la cabeza. Ojos helados y oscurecidos por la lujuria le devolvieron la vista. Sus labios carnosos, aun envolvían su glande. Froy lo miraba expectante, ansioso por seguir pero permanecía sin hacerlo. Jamás haría algo que Ashton no autorizara.

—No quiero venirme así. —Dijo Ashton.

Los ojos de Froy brillaron, era un depredador, y el más peligroso de ellos, un lobo y un alfa. Y Ashton estaba perdido en él.

— ¿Por qué? te gusta. —Dijo y para hacer su punto lamió la pequeña abertura en el falo de Ashton.

El brujo respiró entrecortadamente, sus manos temblaron. El líquido preseminal brotó de su hendidura, sus testículos se contrajeron.

—No me recupero como tú. —Dijo Ashton con la voz rasposa. —Si me vengo ahora, no podré hacerlo de nuevo cuando me folles.

Froy tarareó, un sonido en lo profundo de su pecho, que hizo que el vientre de Ashton se inquietara en anticipación, que los vellos de sus brazos se erizaran. Froy se posicionó entre las piernas abiertas de Ashton. Sus dedos presionando contra su apretado esfínter.

—Estoy bien. —Dijo Ashton con la voz áspera. —No necesitas prepararme, solo entra.

—Puedo lastimarte. —Argumentó Froy, introduciendo un par de dedos. —Últimamente estás más estrecho, o quizás, yo he crecido. —Los hombres lobos eran bien dotados naturalmente, pero esta característica se acentuaba con la luna, o la excitación inusual que solían padecer cuando su lobo buscaba embarazar o marcar a su pareja.

Entre Nosotros DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora