c u a t r o

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Froy sabía que Ashton era el correcto, desde el momento que lo olió, desde el momento que el aroma a pergamino, humo y tierra mojada inundó sus fosas nasales supo que era él.

Su lobo se movía inquieto, cada sentido propio se direccionaba hacia aquel niño. Su nariz buscando su aroma, sus ojos buscando su figura, sus oídos captando cada palabra, cada respiración que él pudiera dar.

Y es que cuando quería más, y más de aquel niño, cuando se sentía quemar desde adentro y tenía que buscar la forma de calmarse, cuando se tomaba y se daba placer a sí mismo no podía dejar de pensar él.

Se sentía sucio, se sentía enfermo, porque ese niño no sabía nada de nada en absoluto, estaba pasando por momentos grises, donde acababa de perder a su madre, y Froy, sin embargo, no podía dejar de pensar y necesitar de él.

Así que, para aliviar la necesidad de proximidad de su animal interior, iría a visitarle cada noche, como lobo.



Froy sabía que Ashton era el correcto porque cuando su sangre tiraba de él y su lobo aullaba por compañía, Ashton vendría a él. Porque cuando se sentía perdido, cuando todo dolía demasiado como para soportarlo, cuando todo se volvía difícil y solo quería sangre y más sangre para calmarse, en su cabeza, muy en el fondo podía escuchar a Ashton decirle que todo estaría bien, que un día todo estaría bien.

Froy se había despertado en medio del bosque, el sol todavía no salía, estaba sucio, su ropas hechas girones, la tierra se sentía húmeda y olía a sangre, sin embargo, una gruesa frazada cubría su cuerpo semidesnudo, vio a Ashton sentado a su lado, con su cabeza sobre sus brazos, y estos a su vez en sus rodillas flexionadas contra su pecho, él se había dormido mientras esperaba a que Froy despertara, Froy podía decirlo por la forma suave en que respiraba.

Ashton despertó cuando Froy intentó levantarse teniendo cuidado de no molestarlo, los ojos adormilados de Ashton lo encontraron rápidamente, y sin poder evitarlo se abalanzó sobre Froy, lo abrazó y Froy suspiró, porque se sentía a salvo, se sentía en casa.

Había sido una noche dura, la luna llena era mañana, su ascenso era mañana, su lobo lo sentía y luchaba por tomar el control todo el tiempo. Pero su lobo estaba dañado, cuando se lo habían llevado, sus enemigos se encargaron de que así quedara. Si él se volvía un peligro, alguien peligroso, un salvaje, un licántropo consumido por su lado animal, no serviría para su manada, no serviría para su familia, y el linaje de los alfas se cortaría, pues, solo un alfa podía engendrar otro alfa.

Ellos pudieron matarlo y hacer las cosas más fáciles, pero ellos preferían que sufriera y que llegado el día, cuando se perdiera a si mismo por completo, lo matara su propia manada.

Pero ellos no sabían que Froy tenía algo que lo mantenía entero, que mantenía sus piezas rotas unidas, que calmaba a su lobo cuando se sentía desesperado, ellos no sabían que tenía a Ashton.

Ashton tomó su mano y lo condujo casa, Froy se dejó llevar, no prestó atención al camino, ni a los olores del bosque, solo veía a Ashton, solo sentía a Ashton.

La manada los esperaba fuera de la casa principal, Froy sentía todos los ojos puestos sobre él rastreando cada paso que daba. Ashton ejerció presión en su agarre sobre su mano mientras avanzaban, y Froy supo lo que significaba, él no estaba solo.

Su padre, el Alfa de la manada se encontraba enfrente, por supuesto, resguardando a todos de él, su madre unos pasos detrás, viéndolo angustiada, sus pies se movieron en un intento por acercarse a él, pero Froy lo descartó con un movimiento de su mano, ella entonces conservó su lugar, sus hermanos Keith y Liam se removieron a ambos lados de ella, parecían tener problemas también con mantenerse donde estaban.

Entre Nosotros DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora