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Sentado, viendo a sus amigos de la infancia en la pista de baile, su cabeza dio una punzada de dolor. La música latía en las paredes, en su pecho, Ashton no se sentía bien.

Había bebido suficientes chupitos, y aun creía que necesitaba más. Jonas volvió su vista a él, las luces bailaban en su rostro y sobre su cabello ondulado. Sus ojos pardos se veían preocupados pero Ashton se limitó a asentir en su dirección, una señal de que estaba bien.

Porque él siempre estaba bien.

Había llegado en mitad de la noche, a lo que fue su antiguo piso, donde vivió con su madre. Durante la mañana del siguiente día contactó a Jonas, su amigo de la infancia, uno de los que había dejado atrás al mudarse. Él apareció más temprano de lo que Ashton había supuesto y permaneció con él durante todo el día. Ashton tuvo que ponerlo al día, Jonas no lo dejaría ir de otro modo. Luego fue su turno de escuchar, Jonas no se contuvo al reprocharle su falta de comunicación durante los últimos meses.

Liyanne y Noah, los otros amigos que constituían su grupo, siguieron la vista de Jonas, y Ashton les rodó los ojos. Detestaba llamar la atención, preocupar a la gente. A ambos los había vuelto a ver antes de llegar al club, cuando pasaron a recogerlos. No tuvieron oportunidad de escuchar la historia de Ashton pero les bastó una mirada al rostro del brujo para saber que algo no andaba bien. Si no fuera porque Jonas les dijo que le dieran una noche para despejarse, ellos se habrían tirado de lleno a hacerle preguntas.

La música era fuerte. Un día mejor se habría sumado a sus amigos, gastar energía en la pista, ahora su cabeza pulsaba, su estómago se sentía pesado. Sabía beber mejor que esto, siempre había sido el más cuidadoso de los cuatro, sin embargo, no lo estaba haciendo para sentirse mejor. Prefería el dolor y el malestar del día siguiente que no sentir nada.

No era lo más sabio, un brujo sin control era peligroso, había personas que los cazaba por lo mismo. Los lobos no estaban exentos, un lobo salvaje debía ser erradicado. Por lo general, quienes tenían un alfa lograban mayor control de sí mismos. El alfa los anclaba y cuando estaban a punto de perderse era el único que podía traerlos de vuelta. El brujo cuidaba de los lazos e intervenía cuando un lobo no podía unirse de manera natural, redirigiendo la magia del vínculo, manteniendo unificada la manada. Y debido a ello los brujos eran sinónimo de poder: ampliaban la capacidad del alfa para unirse a sus betas.

No todos los alfas tenían el mismo alcance, los Krathov eran de los pocos linajes que poseían un amplio margen de control. Manadas enteras que perdían su líder solían acudir a estos alfas para que les dieran un lugar donde pertenecer y evitaran que se volvieran salvajes. Los Krathov por siglos albergaron rezagados y perdidos, retazos de otras manadas, fue así como crecieron y se construyeron, hasta volverse una de las manadas más relevantes e influyentes. Eso hubiera resultado más difícil de lo que fue sin un brujo a su lado. En la antigüedad los Aldrich formaron un aquelarre, fueron una familia de brujos que dedicaron su trabajo a los Krathov, pero con el paso del tiempo se redujeron hasta que solo quedaron Theo y Ashton, y luego, solo Ashton.

Ashton se levantó, y el vértigo lo mareó por unos segundos, se sostuvo de las sillas y paredes cercanas mientras hacia su camino al baño. Su estómago se sentía denso y pesado, parecía que estaba a nada de devolver todas las bebidas y apenas era poco más de las doce.

Cuando llegó, se dirigió al primer cubículo que encontró libre, y se dobló sobre el váter. Su mente era una bruma, el dolor brillaba en diferentes partes de su cuerpo, funcionaron como distractores de su angustia principal. Su estómago se contrajo y otra oleada lo abrumó, sus ojos se empañaron y las lágrimas provocadas por el esfuerzo al que lo sometía su cuerpo descendieron por sus pómulos.

Entre Nosotros DosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora