Dormir

563 47 1
                                    

Si bien los sustos no tenían la necesidad de dormir, podían hacerlo.

Si bien Herneval conocía su relevancia para que los sustos continuaran existiendo, pues era gracias a este estado de los humanos que ellos podían producir las pesadillas. Sin embargo nunca le provoco el interés suficiente como para intentar dormir.
Hasta que en algún momento en el cual escritora y príncipe  compartían una lectura en el despacho de Herneval, Frankelda por costumbre humana quedo dormida reposando su cuerpo recargado en el respaldo del enorme sillón. El príncipe de los sustos noto que su acompañante no estaba "conciente"  cuando la cuentista termino "sobre" él;  ya que se había deslizado un poco,  dejando su cabeza sobre el hombro del emplumado chico, quien (para su vergüenza) sintió como la contraria se removia hasta acomodarse usando su brazo como almohada.
El susto sentia su rostro calido mientras observaba el estado apacible y cómodo de su escritora, la postura en la que se encontraban lo llevo a acomodarse recostados sobre el sofá, para no incomodar a su querida escritora, quien en el movimiento sujeto con fuerza el brazo del chico. Pasaron unos momentos y dado que la autora no lo soltaba del agarre; se centro en las sensaciones producidas por la nueva situación... si bien era un poco incomodo y bochornoso era agradable, cálido y suave... sin darse cuenta su respiración  se torno  lenta y profunda,  su parpadear cada vez mas lento y... todo quedo obscuro.
...
...
...
Cuando volvió a abrir los ojos pudo observar la cara ¿sonrojada? de su escritora.
Cuando cerro los ojos los dos estaban cerca pero no en una postura comprometedora para ambos, pero ahora...  no solo Frankelda estaba sobre su pecho y rodeaba su cintura, sino que sus alas los rodeaban a ambos y sus garras sujetaban suavemente el torso de la joven... del pánico y la vergüenza ambos saltaron haciendo que ambos cayeran del sillon

Headcanon FrankeldaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora