El mundo actual contaba con la protección de un hechicero bastante fuerte que incluso logro darle el equilibro que se ignoraba tener, tanta era su fuerza y talento nato que se prohibió así mismo hacer literalmente cualquier cosa esto por el bien de...
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— Solo existe una sola persona que puede detenerlo, aunque sigo sin creer que se trate de la misma que alguna vez fue sentenciada…
— Ahora eres consciente de la maldición que le has hecho a Gojo ¿verdad?
— Solo tú puedes impedir que se lleven a cabo sus caprichos y es más que claro que no lo harás solo.
El joven adulto miraba aquellas puertas que conectaban a cada alto mando de la hechicería con una postura tan recta y formal como si se un militar se tratara su mirada perdida en algún punto oscuro mientras que su cerebro se enfocaba en grabar cada orden y acusación dictaminada.
— Si te permitimos el acceso a esta arma de grado especial es por el bien de nuestra realidad así que date prisa, Itadori— el viejo Gakuganji le entrego al joven una caja de madera añeja envuelta en papeles talismanes con grabados de hechizos antiguos que podrían traducirse en una sola advertencia “no abrir”
— Ve y captura a Gojo Satoru— una última voz le hablo en cuanto aquella caja fue entregada en su totalidad— vivo o muerto.
Itadori Yuji asintió mientras miraba de nuevo a uno de esos mandos mientras que desaparecía entre una de las puertas del hechizo de Tengen, el que alguna vez fue recipiente de Sukuna tenía una misión clara y especifica ir tras su ex mentor y ex esposo.
“Gojo Satoru es acusado de romper las reglas del jujutsu una vez más desafiando lo que la misma ley de la vida y la realidad decreto: no viajar al pasado”
Itadori Yuji tiene que dar con él y si capturar al hechicero más fuerte no era suficiente también tenía que limpiar con el desastre que iba dejando como rastro, definitivamente esto sería una molestia. Salió de aquel punto de encuentro con los ancianos caminando entre los senderos rocosos con césped verde de la escuela, la caja de madera siendo cargada por uno de sus brazos, el semblante del adulto joven tan serio y frio planeando su estrategia de captura.
Algunos estudiantes lo reconocieron a simple vista otros por concluir su preparación como hechiceros principiantes le dedicaron una mirada de admiración con una reverencia de respeto, Yuji sin mirarlos a los ojos se limitaba a dar un simple gesto con su mano libre agradeciendo la cortesía y el respeto que le dedicaban.
— Ahí va el que alguna vez fue el recipiente del rey de las maldiciones…— algún estudiante se animó a compartir con otros de nuevo ingreso— el que logro consumir los objetos malditos de Sukuna y quedarse con todo el poder y sabiduría del rey.
Siguió su camino hasta dar con el espacio más seguro y alejado de la zona de estudiantes ya que lo que estaba por hacer no era apto para ellos de hecho no sería apto para nadie que con la simpleza de realidad de una vida cotidiana.
Una vez seguro de la privacidad a su alrededor se aseguró de llevar consigo lo necesario en una mochila compacta, con sumo cuidado retiro aquellos papeles de escritos antiguos logrando traducirlos rápidamente gracias a los recuerdos y conocimientos otorgados por Sukuna abrió lentamente aquella caja de madera vieja divisando una tela de terciopelo violeta siendo hundida por el centro por un objeto apto para ser tomado con una sola mano mostrándose simple y poco letal a la vista.