Shizune suspiró sentada a un lado de la ventana, Genma seguía dormido en su cama. Suspiró otra vez, y otra y otra. Trató de mirar hacia la ventana, pero estaba tan oscuro que volvió a verlo a él. Imaginó que él despertaba, le preguntaba qué estaba sucediéndole y que mejor volviera a la cama. Genma se volteó en la cama como si le negara esa fantasía, puesto a que le dio su espalda. Le dieron ganas de morderle el hombro desnudo y despertarlo, pero no se sentía con la confianza necesaria para hacerlo, ¿cómo podría tenerla si iba a desecharla cuando supiera que la tenía asegurada? Porque Genma parecía ser del tipo que le gustaba en el proceso de conquista, pero no lo que sucedía después. Suspiró una última vez y se fue a la cocina, quizás podría abortar al insomnio trabajando un poco.
Tomó un sorbo de agua fresca mientras revisó los papeles que había dejado reposando en la mesa de la cocina, aunque su mente siguiera admirando la belleza del hombre. Vio la letra de Kotetsu en las pequeñas notas amarillas pegadas en los documentos en sus manos cuando su mente viajó a alguna laguna termal donde podría estar la semana entrante con su compañero de equipo, sin el resto del equipo, porque él estaría besándola en la mejilla mientras la abraza, sumergidos hasta el pecho en agua caliente. Kotetsu escribía de la Arena y ella se veía a sí misma en un baño de barro junto a él..., espera. ¿La Arena? Leyó con detención y el documento que el chunin había redactado hablaba de una cláusula de la Alianza en la que se haría un intercambio de especialistas. Frunció la boca, no se indicaba de qué tipo de especialistas se enviarían de ambos lados, pero estaba casi segura de que, como fue obligada a formar parte de la Academia, viajaría al extranjero a impartir lecciones de venenos o alguna otra cosa, con el pequeño detalle de que Genma no la acompañaría. Entre tanta divagación, quiso volver a su cama y abrazarlo fuertemente. Después de todo, obviamente su interés por ella no era a larga distancia. Él se había quedado tres noches seguidas, le quedaba más cerca de la muralla y podía dormir un poco más, además Suzume siempre hacía un desayuno delicioso. Sí, quizás cuando ella se fuera, él seguiría viniendo por comodidad. Ahora, además de la boca, su entrecejo estaba fruncido. Volvió su atención a los documentos, aunque de vez en cuando volvía a ver hacia su habitación.
Debía dejar de caer en las redes de Shiranui Genma, seguramente solo la quería vacíamente.
El cerrojo de su apartamento cedió levemente, como si la persona que quería entrar no quisiese hacer ruido. Se levantó de su asiento en la cocina y tomó el vaso para lanzarlo si era necesario. Al menos causaría un gran estruendo y alertaría a todos que había un intruso. Sin embargo, Suzume fue la que apareció detrás de la puerta.
—¿Suzume? Pensé que estabas dormida.
—Yo pensaba lo mismo de ti —resolvió apenada—. Lo siento, se me hizo tarde. Asumí que Genma volvería a quedarse así que paseé más de la cuenta.
—¿Sola? —preguntó su amiga, miró su reloj de pulsera y marcaba pasada la media noche. No eran horarios de una maestra, menos en una noche de escuela. No sabía si sentirse apenada por haberle hecho caminar hasta tan tarde, o feliz porque no creía que hubiese estado sola.
—No —replicó enigmática, la morena sabía que no quería compartir más información—. ¿Qué haces aquí?
—No podía dormir.
—Nunca puedes hacerlo cuando Genma está aquí... —susurró preocupada—. ¿Quieres hablarlo?
—No, ¿con quién estuviste? —resolvió entonces, con una sonrisa pícara.
Ninguna de las dos quería hablar más allá de monosílabos.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó entonces el único hombre que moraba ese apartamento, vestía los calzoncillos y la parte de arriba del uniforme. Él era el único que realmente disfrutaba de vivir bajo ese techo, puesto a que dormía y comía bien, no como las mujeres, que una no podía dormir y la otra estaba ocultando algo.
ESTÁS LEYENDO
La Reina de los Fracasados
FanfictionShizune se ve a sí misma con treintaiún años de edad y decide que es mejor dejar el sofá de Tsunade para comenzar a vivir. Tiene miedo, ya que la morena esconde un secreto que nadie sabe, ni siquiera la rubia: ella es virgen. Al no saber cómo enfren...